Seguramente, muchos de nosotros, hemos soñado con dedicarnos a investigar historias y enigmas, conduciendo y viajando miles y miles de kilómetros alrededor del mundo. Echándonos a la carretera, afrontando la noche y enfrentándonos al cansancio, al sueño, y a la climatología adversa, para llegar hasta ese lugar que nos quiere contar algo. Entrevistando a testigos, corroborando y descubriendo datos e información en viejos legajos guardados en archivos que ya casi nadie mira, bajo la tenue luz de una antigua biblioteca. Lo que hacían todos los investigadores antes de la aparición de internet y de las nuevas tecnologías digitales. Por eso, es muy probable que muchos sintamos también una envidia sana por aquel que todavía puede respirar in situ estos enclaves mágicos y desentrañar sus secretos para que podamos entender mejor el pasado y asimilar aquello que se nos escapa a nuestra comprensión.
Cortesía de Javier Pérez Campos |
"A mí ese lugar me impresionó enormemente. La sensación era muy extraña. A pesar de tratarse de un bosque inmenso, uno sentía cierta opresión. Y estaba en constante estado de alarma." - Sobre le bosque de los suicidios de Aokigahara, Japón.
Javier Pérez Campos