sábado, 27 de mayo de 2017

BOSNIA - Pirámides de Visoko, ¿las más grandes del planeta?

BOSNIA

Junio 2015





Hay una zona en el corazón de Europa que siempre me ha resultado especialmente atractiva por su diversidad cultural y su reciente historia, pero que no nos decidimos a visitar hasta el verano de 2015. En junio de aquel año, preparamos nuestro flamante Giulietta casi recién estrenado y lo cargamos con todo lo necesario para un largo viaje de 17 días por carretera hasta la antigua Yugoslavia. Tras la experiencia con el “Saxito” en Noruega, llevábamos unos cuántos años esperando otra oportunidad para hacer un viaje similar: sin aviones, sin coches de alquiler, sin trenes ni autobuses… sólo nosotros y la carretera. No dependíamos de nada ni de nadie, y fue una experiencia inolvidable. Muchos podrán pensar que es una paliza de kilometrada, pero os aseguro que pocas veces he disfrutado tanto en un viaje. Tú te marcas el ritmo, y tú decides horarios. De camino hay infinidad de cosas para ver, así que es cuestión de elegir qué es lo que más te apetece visitar.
Como el viaje discurrió a través de muchos países, este capítulo tratará sobre Bosnia – Herzegovina. Paisajes alpinos maravillosos, ciudades medievales magníficamente conservadas, gentes amables, y un pasado oscuro cuyas sombras aún planean sobre sus habitantes, os esperan en esta tierra.


Viniendo de territorio croata, cruzamos la frontera por Bihac para dirigirnos hacia Jajce. Nada más pasar los trámites fronterizos (ningún problema), paramos a tomar un café y comprar una tableta de chocolate. Nos aceptan euros y nos devuelven en marcos. Caen rayos y truenos, pero enseguida escampa. A lo largo de la carretera nos resulta curioso ver infinidad de puestos en mitad de la nada, donde venden exclusivamente cd´s y dvd´s.

Paisaje de los Alpes Dináricos
Jajce no es que sea un lugar espectacular, pero está bien para dar un paseo agradable hasta la cascada sobre el rio Pliva. Luego podéis ver la ciudadela, la iglesia de San Lucas, y la mezquita del sultán Esma. Después nos acercamos hasta Sipovo, ya que en nuestra guía decía que era un bonito pueblo con molinos de agua, pero a nosotros no nos gustó, la verdad. Y decidimos pegarnos una paliza para llegar a Mostar, atravesando los bellos paisajes de los Alpes Dináricos. Sobre las 21.00h aparecimos a las puertas de esta fascinante ciudad, para simplemente coger un aparta-hotel por 30 euros y cenar unas lentejitas esa noche.

Puente de Mostar
Amanece, y ya estamos preparados para disfrutar de esta bella localidad, famosa por su puente viejo, que es símbolo de la ciudad. Inscrito como Patrimonio de la Humanidad e icono de la guerra serbio-bosnia, fue bombardeado por los croatas y los serbios (es un poco lío, pero allí lucharon todos contra todos). Cuando acabó el conflicto, la Unesco se encargó de reconstruirlo piedra a piedra, con las mismas piezas del original. Las vistas, con el casco antiguo y el color verde del río con las montañas de telón de fondo, es una postal inolvidable. Si llegáis pronto, os dará tiempo a pasear por la parte vieja y observar cómo los artesanos de los comercios van preparando sus tiendas para ofrecer sus productos a los visitantes. Antes de abandonar la ciudad, vemos la mezquita Koski Mehmed y el puente Kriva Cuprija (1558), el más antiguo de Mostar.

Vistas del casco antiguo de Mostar desde el puente
Colina de la aparición
La siguiente parada era Medjugorje. A tan sólo 25 kilómetros, en este pueblecito de mayoría croata, se asegura que se apareció la virgen a seis niños en 1981. Centro de peregrinaje Mariano, todo allí gira en torno a las visiones religiosas. He estado en Lourdes y Fátima, y os aseguro que en Medjugorje, aunque en España no sea tan conocido, se reúnen tantas personas como en esos otros dos santuarios. Abarrotado de cristianos creyentes que acuden con auténtico fervor a rezar y a rendir homenaje a la virgen María, miles de autobuses, sobre todo con matrícula italiana, ocupan las explanadas de un recinto que descansa a los pies de las colinas sagradas. A nosotros nos agobió un poco, pero a los más católicos, seguro que os llegará al alma.




                                                                                Secuelas de la guerra


Plaza de las palomas en Sarajevo
Rumbo a Sarajevo, el trayecto hasta Jablanica siguiendo el curso del río Neretva nos muestra una sucesión de lagos y montañas que nos hacen detener la marcha cada pocos kilómetros para tomar fotografías. En Kojnic nos encontramos casas abandonadas y tiroteadas de la época de la guerra, en las que todavía perduran las cicatrices de la barbarie. En el centro de Sarajevo dejamos el coche en un parking público y paseamos esta ciudad tan agradable. Sin grandiosos monumentos que llamen la atención, nos sorprende el ambiente de la capital. Recorremos el Latinska Cuprija, el puente donde un serbio decidió acabar con la vida del archiduque Francisco Fernando y de su esposa embarazada el 28 de junio de 1914, originando así la I Guerra Mundial. El imperio austro-húngaro declaró la guerra a Serbia, dando lugar a una entrada en cadena del resto de países, que sumaron su apoyo a uno y otro bando. Pasando por el ayuntamiento, llegamos al casco antiguo con un centro muy animado. Atravesamos la plaza Sebilj (de las palomas), llena de puestos y restaurantes, y visitamos la catedral católica, muy similar a la de la ciudad francesa de Dijon. A la hora de comer, nos sentamos para pedir un delicioso cevapcici relleno de albóndigas o salchichas con cebolla y crema de queso. Nos aceptaron también euros.

Por una autopista de reciente construcción, nos acercamos a Visoko (1 euro el trayecto). Como éste es el tema que os quiero desarrollar después de contar el viaje, sólo os adelantaré que allí se encuentran lo que muchos piensan que son las pirámides más grandes del mundo, esperando a ser “descubiertas”. Pero luego sabréis más.

A las afueras de Sarajevo nos alojamos en el Motel Konak. La habitación, con un balcón enorme, está genial por los 20 euros que nos cuesta.

Cementerio de la matanza de Srebrenica
Tumbas
La siguiente parada fue sin duda, el lugar más emotivo y escalofriante del viaje. He oído a mucha gente decir que ellos, cuando están de vacaciones, no quieren ver desgracias ni historias tristes, así que eso de visitar campos de concentración o cementerios militares lo dejan a un lado. Yo soy de los que se emocionan paseando en silencio entre las tumbas de unos inocentes, que pagaron con su vida la estupidez humana. Hay que estar allí para tomarte tus minutos de reflexión, y darte cuenta de lo que podemos llegar a hacer por diferencias religiosas, culturales o raciales. Fue lo más impactante de todo el viaje, sin duda. En Srebrenica, un cuidado cementerio aloja las lápidas de 8372 refugiados musulmanes que habían huido de Bratunac y Vlasenica a esta zona supuestamente segura, fuera del alcance del ejército serbio-bosnio de Ratko Mladic. Bajo la protección de un grupo de soldados holandeses de la ONU escasamente armados, creyeron que se encontraban a salvo. Pero aquel verano de 1995, el general serbio, ayudado por grupos paramilitares, asesinó sin piedad, no sólo a hombres, sino a niños, mujeres y ancianos también. La limpieza étnica alcanzó hasta a los más pequeños. Nadie se libró del terrible e infame genocidio. Le dedicaré un capítulo en la sección de historia para enseñaros que todos los bandos cometieron matanzas.

Café bosnio
En el pueblo, muy pequeño y con pobres infraestructuras, tomamos un auténtico café bosnio. A mí (y eso que me gusta el café fuerte) no me convenció el tema de los dos dedos de posos de café en el fondo de la taza. Eso sí, te lo sirven en un vaso y una cafetera muy originales.

Con los posos de café acomodándose en el fondo de mi estómago, preguntamos por la oficina de correos para echar las postales que habíamos escrito la noche anterior. Cuando entramos en aquel edificio semi abandonado, tuvimos que cerciorarnos con una disimulada exploración visual, que, efectivamente, aquello estaba operativo y no eran restos de la guerra. Con un poco de incertidumbre, nos acercamos al mostrador para dejar las postales, pero una funcionaria nos dice un poco seria que no… La verdad es que no parecía una oficina postal. Nos habíamos equivocado… Le preguntamos donde podíamos echarlas, y en esa difícil conversación en la que los lenguajes que se cruzan no se conocen, nos volvió a hacer gestos negativos. El pueblo era pequeño, y no habíamos visto ningún buzón, pero entre las paredes desconchadas de aquel edificio, vimos un cartel de correos. Tenía que ser allí. ¿Por qué no nos quería atender? Pues porque no estábamos en Bosnia. El misterio de este capítulo son las pirámides de Visoko, no los saltos espacio temporales, así que no temáis, no pasamos a través de ninguna puerta interdimensional ni nada por el estilo. Los Balcanes se componen de una mezcla de múltiples naciones y grupos étnicos muy variados, como ya hemos dicho, (serbios, bosnios y croatas principalmente), y tras el acuerdo de Dayton en 1995, partes de Bosnia en las que la mayoría de la población era serbia, quedaron bajo su dominio. Una mujer que hablaba un poco de inglés nos explicó que estábamos en jurisdicción serbia, aunque fuera territorio bosnio, y que nuestros sellos bosnios no tenían validez en la República Srpska. La señora, que al día siguiente tenía que ir a Tuzla, se ofreció muy amablemente a echarnos las postales allí. Y llegaron… llegaron.

Puente otomano de Visegrad
Después de un pequeño susto (casi atropellamos a una anciana que cruza sin mirar), sacamos foto a una iglesia ortodoxa, e intentamos encontrar el camino a Vlasenica. Los carteles están en cirílico, pero nos apañamos bastante bien. Repostamos en Rogatica, famosa por su cuadra Borike de caballos monteses, una raza autóctona de Bosnia de la que quedan muy pocos ejemplares (he leído que apenas un centenar). La última parada (bueno penúltima) en la ruta de Bosnia iba a ser Visegrad, para ver su imponente puente otomano sobre el río Drina. Lo menciona el premio Nobel de literatura Ivo Andric en una de sus novelas. El puente es espectacular, pero no debéis despreciar el paisaje que rodea a esta localidad. En unos merenderos que hay a los pies de esta fabulosa estructura, y con un día radiante, nos comemos el famoso cevapcici, que ya nos había enganchado por completo. Nos aprovisionamos en un supermercado, y antes de pasar a Serbia, descubrimos un bonito monasterio entre las montañas. Dobrun data de 1343, y es de los más antiguos de Bosnia.

Y hasta aquí Bosnia-Hercegovina. Los que lleguéis hasta este olvidado país de los Balcanes, descubriréis un lugar virgen para el turismo, amable con el viajero, seguro y muy barato. Es dónde mejor comimos. Animaos, os encantará.

Os dejo para que exploréis las pirámides de Visoko…

PIRAMIDES DE VISOKO



¿Pirámides más antiguas y más grandes que las de Egipto en el corazón de la vieja Europa? Pues habrá que esperar para resolver esta cuestión, o creer a una de las dos corrientes que se enfrentan por aceptar o rechazar la autenticidad de estas supuestas construcciones.

Formación de Visoko
La comunidad científica fue tremendamente escéptica ante este “pintoresco” descubrimiento. Tal vez el hecho de que su artífice fuera un millonario (americano de origen bosnio), no dio credibilidad a un hallazgo que podía revolver el orgullo de los arqueólogos. Como en tantos otros casos de la historia, muchos pensaron que sólo se trataba del capricho de un excéntrico multimillonario que se aburría con sus negocios en Houston, y quiso pasar a la historia como uno de los grandes descubridores y mecenas de todos los tiempos. Santuola (cuevas de Altamira) y Shlieman (Troya) ya fueron víctimas de la envidia y la desconfianza del mundo científico, que desprestigiaron a unos personajes aficionados al arte rupestre y a la arqueología, que demostraron que para descubrir tesoros ocultos no hace falta tener ojos de científico. Pero, ¿puede Visoko, efectivamente, ser el simple capricho de un millonario con excesivo entusiasmo? Intentaremos adivinar que se esconde bajo la vegetación de las colinas que rodean esta pequeña población de Bosnia central.



Aunque la curiosa forma triangular de las colinas que rodean Visoko resultan extrañamente perfectas a ojos de cualquier humano, sólo Semir Osmanagich se interesó de verdad en averiguar qué se escondía en las entrañas de aquellas desconcertantes montañas. La naturaleza es caprichosa, pero aquella silueta incitaba a la curiosidad. Con más deseos que certezas, Sam se volcó para demostrar que, bajo aquella vegetación, se hallaba una construcción artificial levantada por una civilización desconocida. Tras hacer públicas sus hipótesis, el mundo académico no tardó en tildar el descubrimiento de fraude. La Asociación de Arqueólogos Europeos emitió un comunicado en el que denunciaban el engaño, y reclamaban los recursos que el gobierno bosnio estaba destinando a un proyecto fantasma, para otros más serios y reales que se estaban descuidando en el país balcánico.

Objetos extraídos de los túneles
Conocedor de que el apoyo de la comunidad científica internacional era importante, Osmanagich intentó reclutar arqueólogos para su causa. Nombró al neozelandés Timothy G Mooon como jefe del proyecto, y especialistas de diversos países dieron su apoyo a aquel magnífico descubrimiento. Pero los escépticos superaban ampliamente a los que creían en las pirámides artificiales. El rechazo no amedrentó al empresario, que redobló sus esfuerzos para conseguir pruebas. Numerosos voluntarios de todo el mundo se acercaron a Visoko para colaborar en las excavaciones. Con enorme ilusión y escasos medios, se internaban entre los Kilómetros de túneles que atraviesan el interior del montículo, para sacar a la luz pruebas definitivas del origen milenario de aquellas pirámides. Los túneles son reales (nosotros mismos nos asomamos a ellos), pero según los arqueólogos más ortodoxos, pueden tener su origen en antiguas minas de oro, cavidades excavadas en la edad media, en el neolítico, o incluso durante la guerra de Bosnia. Y de eso es de lo que precisamente se quejan los arqueólogos más reputados. Según ellos, Osmanagich no sigue las mínimas reglas de excavación del mundo arqueológico que permitan asegurar el recinto y la autenticidad de los objetos que de él se extraigan. Y esa mala metodología origina contaminación en las pruebas.



Hay todo tipo de estudios (geológicos, sedimentarios, radar, carbono-14…) y los resultados siguen arrojando más dudas que respuestas. Según a que fuentes se consulten, cada una defenderá su postura, negando evidencias, o poniendo cualquier tipo de pegas y obstáculos a las teorías contrarias. El conglomerado, los bloques de arenisca o las terrazas halladas bajo la superficie de la Pirámide del Sol (la más grande con 220 metros de altura y casi medio kilómetro de base, y la más estudiada) tienen un origen artificial para los creyentes, y natural para los que piensan que Visoko es una farsa. Es difícil, para un ignorante del tema como yo, posicionarse a un lado u otro, cuando ambas causas son expuestas por científicos y profesionales de reconocida trayectoria internacional. Si bien es cierto que la corriente más fuerte nos arrastra hacia el lado escéptico, no se debería descartar la opción más fantástica, la de que, efectivamente, sean construcciones hechas por el hombre. El carbono-14 confirmó una datación de hasta 34000 años de antigüedad, dejando como adolescentes a sus hermanas del valle del Nilo. Muchos consideran los cálculos erróneos por estar contaminados, y otros atribuyen los restos y las piezas de los túneles a la cultura Vinca que surgió en los Balcanes alrededor del 5000 A.C.

Parece ser que el conjunto de las seis pirámides está perfectamente alineado con los puntos cardinales, y que se han detectado extrañas energías y ultrasonidos que proceden de esta misteriosa forma.

Se dice que se plantaron árboles a lo largo de toda la superficie de la pirámide, y que debido a que la estructura artificial de la misma impidió extenderse a las raíces, éstas sólo pudieron sujetar a los árboles de la parte de abajo. Y que el ejército aseguraba, que, durante la guerra, cuando las bombas impactaban sobre su superficie, se oían unas extrañas vibraciones y ecos metálicos que retumbaban como si fuera una campana.

Osmanagich va más allá, y se atreve a poner nombre a esa enigmática civilización, y asegura que tuvieron algo que ver con las pirámides de Egipto, de los mayas o de China, y que las de Visoko son la madre de todas las demás.

Tal vez alguno de vosotros, si vais de voluntarios, tengáis la suerte de encontrar la clave definitiva. Nosotros recorrimos los alrededores de las supuestas pirámides (evidentemente tan cerca no distingues las formas) y nos detuvimos en la del Sol, donde compramos un libro sobre las excavaciones por 10 euros. No hay indicaciones para llegar allí (por lo menos en aquella época), y no os vais a encontrar un complejo con el recorrido marcado.

No sé lo que esconde Visoko. Lo que nosotros nos encontramos fue un recinto y unas excavaciones un tanto precarias. Por supuesto no entiendo de arqueología, pero me dio la sensación de que aquello estaba un poco “verde”. Tal vez necesiten más inversión y más medios para trabajar con más profundidad. Y quién sabe si algún día demuestren al mundo que allí se asentó una antigua civilización, a la cual debamos incluir en nuestros libros de historia.

Han pasado algunos años, y parece que las investigaciones no acaparan titulares en los medios de comunicación.

Estaremos pendientes de Visoko…

Os dejo la encuesta para saber vuestra opinión.