lunes, 15 de mayo de 2017

SUROESTE DE ESTADOS UNIDOS (I)- Roswell, el comienzo de la era ovni.


SUROESTE DE ESTADOS UNIDOS - (I)



Septiembre de 2004

Yosemite









    





Con la ilusión de unos niños, recorremos el finger que conecta nuestro Jumbo de la British Airways con la terminal de pasajeros del aeropuerto internacional de San Francisco. Un par de percances a la llegada no nos pudo bajar de la nube sobre la que todavía flotábamos, a pesar de que el 747 ya había parado sus motores. Estábamos en Estados Unidos, algo que, hasta entonces, sólo habíamos visto en el cine. La pérdida de un saco de dormir no nos cambió el semblante. Y el ratito en el cuarto de inmigración, sometidos a un suave interrogatorio, tampoco. Habíamos reservado un hotel en Sacramento, pero éramos incapaces de encontrar el papelito de la reserva, ni de recordar el nombre del alojamiento. Tiene delito que ninguno de los dos memorizara el nombre del único hotel que habíamos reservado para las tres semanas de viaje. Lo reservamos porque sabíamos que te exigían una dirección a la llegada, y porque la primera noche sabes dónde vas a caer, pero las maravillas naturales que nos esperaban nos obnubilaron por completo. Tras responder a una serie de preguntas a una agente de fronteras, nos dejaron salir sin problemas. La verdad es que no recuerdo si logramos encontrar la reserva o consideraron que no nos íbamos a convertir en inmigrantes ilegales. El caso es que recogimos nuestro Dodge Stratus blanco para empezar a hacer kilómetros.




A medianoche, y tras pegar un par de trompicones con nuestro compacto, nos encontrábamos dando vueltas por el centro de la capital de California, buscando el barco tipo Mississippi que habíamos reservado. Sin dormir, sin descansar, todavía acostumbrándome al coche automático y a las pequeñas diferencias de las normas de tráfico con respecto a Europa (los semáforos), y moviéndonos en plena noche en un lugar desconocido (en aquella época creo que no había GPS, pero os confieso que hoy en día tampoco lo uso, nunca lo he hecho), me salté un semáforo al estar fijándome en los nombres de las calles. Eso llamó la atención de un coche de policía que patrullaba la zona. Dándome las luces, nos obligó a detenernos a un lado, con la intención de ponernos una multa, por supuesto. Yo, acostumbrado a otra forma de interactuar con la policía española, empecé a gesticular con los brazos para intentar dar explicaciones mientras una potente luz me cegaba apuntándome directamente a la cara. Inmediatamente, cuando me vio moverme, el agente me gritó para decirme que mantuviera las manos inmóviles sobre el volante. Entiendo, que en un país donde la posesión de armas está permitida, los agentes de seguridad actúen de una forma más defensiva que aquí. Y más a esas horas de la noche. Ante la subida de tono del policía, me acojoné un poco, hasta que el hombre comprobó que éramos unos pobres turistas perdidos. Le expliqué que estábamos cansados del viaje y desubicados, y que no encontrábamos nuestro hotel. Lo entendió, y nos dejó ir, perdonándonos incluso la multa. Viendo mi careto descompuesto, creo que no fue difícil convencerle. Cogiendo aire, y agradeciendo de la que nos habíamos librado, volvimos a arrancar para seguir buscando el barco. Tras quince minutos dado vueltas a la misma manzana, de nuevo unas luces se colocaron a nuestra espalda. ¡No me lo podía creer! ¡Otro semáforo! Esta vez la patrulla fue más suave. La linterna volvió a iluminar mi jeta, y esta vez me recibió un sonriente agente, que me resultaba familiar… ¡era el mismo! Jaja El chico nos dio por caso perdido, y creo que decidió que aquella noche tan tranquila le estaba resultando especialmente movidita, así que se aseguró de escoltarnos hasta el barco para que le dejáramos tranquilo de una vez. De nuevo sin multa.

Sobre nuestro mapa gigante de papel teníamos marcada una ruta circular que comenzaba y acababa en San Francisco. Os aseguro que no somos de parar a comer dos horas, ni de tomarnos los desayunos tranquilos, ni de aprovechar la cama, pero, aun así, esa zona del mundo tiene muchísimas cosas que ver, y aunque estéis un mes entero, si queréis profundizar en todos los parques nacionales (de verdad que sufrimos por tener que descartar alguno) es necesario mucho más tiempo.


PN. Yosemite (California)
A las 6 de la mañana, de nuevo con pocas de sueño (compensadas por la ilusión), desayunamos y abandonamos el Delta King ( nos sorprendió la tranquila Sacramento, con su parte vieja muy bien cuidada y su capitolio) para encarar el maravilloso Yosemite. Por allí te tienes que mover en los shuttles gratuitos que ponen a disposición de los visitantes para recorrer el parque. Realmente espectacular. Después de deleitarnos con la naturaleza del parque californiano, compramos allí mismo el camping gas y el saco de dormir que nos faltaba para pasar la noche de acampada, que habíamos reservado nada más entrar.

La siguiente jornada estaría dedicada a las secuoyas más famosas del mundo. Los parques
Parque Nacional Sequoia
nacionales de Sequoia y Kings Canyon. A pesar de que hay osos en Yosemite, la noche transcurrió tranquila, y el animal más grande que vimos fue un asustadizo coyote. Pero si visitáis la zona, tomaros en serio las advertencias y consejos que os dan sobre los plantígrados. Yo, en España, he visto miles de señales de “Peligro ciervo”, “Peligro jabalí”, etc… y nunca he visto ninguno. Pero os aseguro que allí, si veis estas señales, lo más seguro es que os topéis con el animal del dibujito (tuvimos encuentros con osos sí, pero no allí). Es importante dejar la comida sobre las plataformas elevadas dispuestas a tal efecto, para que el animal no sienta la tentación de entrar en vuestra tienda. Estando allí, leímos que un par de días antes, una bestia de estas había arrastrado a un adolescente en Utah desde el interior de su tiendita y lo había matado. Si vais a hacer senderismo, lo ideal es hablar en alto y llevar un palo con un cascabel para que el oso os tenga localizados y rehúse el encuentro. Lo peligroso es que se tope con vosotros por sorpresa. Entonces podría reaccionar violentamente porque os considerará una amenaza. Correr servirá de poco, él lo hará más rápido. Si no veis escapatoria, haceros una pelota, y rezad para que el animal se de media vuelta. Bueno, en los centros de información tendréis explicaciones mucho más detalladas, y protocolos de actuación.



Antes de encarar a los gigantes rojizos, pasamos por “Mariposa Grove”, todavía en Yosemite, donde tuvimos nuestro primer contacto con estos impresionantes árboles. Luego ya, en Kings Canyon podréis deleitaros observando en silencio al “General Grant” o al “General Lee”, o al “General Sherman” en el parque Sequoia. Son los ejemplares más grandes.

Nuestro coche atravesando una secuoya muerta
En Moro Rock hay unas vistas impresionantes a 2000 metros de altura, y el túnel Lug nos permitió hacernos esa famosa foto que tantas veces hemos visto, en la que un coche pasa a través del tronco de una secuoya caída.

Tras tomaros un café en una típica cafetería (sí, es cierto que una camarera amable y sonriente está pendiente de que tu taza esté humeando siempre, y te la rellena las veces que quieras), emprendimos camino a Las Vegas, durmiendo en Lake Isabella. Antes de llegar a la capital del juego, atravesamos el Death Valley con unos paisajes desérticos lunares impresionantes. Pasamos por las Sand Dunes, el Ubehebe cráter, y el Scotty´s castle, una curiosa y preciosa construcción de estilo colonial español. Aunque es uno de los sitios más calurosos del planeta, donde en verano se pueden sobrepasar ampliamente los 50º c, al ser septiembre, no notamos un calor excesivo.

Carretera en el Valle de la Muerte
Famoso letrero en la entrada a Las Vegas
   


















Ya en el estado de Nevada, la entrada a Las Vegas fue como si nos hubiéramos metido en una autopista espacial, en la que nos pasaban coches por todos los lados a la velocidad de la luz. No es que fuera un tráfico intenso ni caótico, pero acostumbrados a las tranquilas y despobladas carreteras del desierto, aquella vuelta a la civilización nos pareció impactante. Llegamos al atardecer, y lo primero era buscar alojamiento para esa noche. El New York New York fue el elegido. Nos alojamos en una buena habitación de la planta 23 de alguno de los rascacielos del skyline neoyorkino que simulan las fachadas del hotel. Vistas magníficas. Duchita y a patearnos la zona de megahoteles y casinos, que son la atracción principal de la ciudad. Durante más de cinco horas anduvimos explorando estos increíbles complejos de temáticas tan variopintas como la edad media, piratas, Venecia, romanos, Egipto, etc… Puedes entrar en cada uno de estos hoteles a mirar sin miedo, y explorar sin problemas. Las Vegas tiene ese ambiente curioso que todo el mundo debería respirar. Por la noche, hay una explosión de movimiento increíble. Nosotros echamos nuestro dólar en una tragaperras (del Caesar creo recordar) para hacer la gracia, pero nada, no le imprimimos suficiente fe a la palanquita. No nos hicimos millonarios. Antes de abandonar la ciudad del pecado, se nos pasó por la cabeza hacer una locura, que como todos vosotros sabréis, sólo puede realizarse en este lugar. Sí, casarse sobre la marcha, y nunca mejor dicho, sobre la marcha del rey del rock. Hay cientos de capillas temáticas (en los hoteles también), donde por unos ¿300 dólares más o menos? (corregidme este dato) puedes casarte vestido de Elvis Presley. Mi ilusión era hacerlo de escocés, con el sonido de las gaitas acompañando nuestros pasos hacia el altar, pero me di cuenta de que aquel día no me había depilado (es broma). Lo cierto es que, en aquella época no teníamos claro las repercusiones legales de aquel enlace. Ni siquiera sabíamos si era válido en otro país (creo que se puede convalidar o algo así), o si en el futuro podría causarnos problemas, así que, aunque como cachondeo era para partirte el culo con los amigos, el tema legal nos frenó.

Todavía solteros, salimos de Las Vegas para visitar la presa Hoover en el lago Mead. Espectacular entorno, con unas instalaciones con look futurista (han pasado 13 años).


A pesar de estar en medio del desierto, a la altura del Valle de Fuego, un parque estatal que alberga paisajes con tierra rojiza muy bonitos, una tormenta eléctrica nos sorprendió en medio de la nada. Rayos, truenos, granizo, cortina de agua que te impedía ver nada… ¡¡Parecía el fin del mundo!! De verdad, nunca habíamos visto algo tan violento. Afortunadamente, el cielo se volvió a abrir, y pudimos disfrutar de las maravillas que nos aguardaban en el Valley of Fire (fuego casi nos hace a nosotros la tormenta). Para recuperarnos del susto, paramos a comer en una zona llamada Mouse Tank, donde unos graciosos ratones canguro se nos unieron en el almuerzo. Abandonamos el Valle de Fuego después de ver lo que parecía ser el rodaje de una película.

Y ahora… me vais a permitir que haga un salto en el recorrido, para dejar los parques nacionales de Utah y Colorado para otro capítulo, en el que me gustaría hablaros de otro tema de los indios. Me estoy dando cuenta de que es un relato muy amplio, aunque esté intentando resumirlo lo máximo posible, así que, aunque no sea lo más correcto, nos trasladaremos varios días después en el tiempo, para continuar la aventura desde Nuevo México. Perdonad.

Nuevo México nos sorprendió muy gratamente. Es un sitio al que nadie iría expresamente, pero de lo más auténtico y agradable del viaje. Recorrimos la parte norte, y por supuesto, las cuevas de Carlsbard o las White Sands tuvimos que dejarlas para otra ocasión. Es imposible abarcarlo todo. Nuestra primera parada en este estado fue Taos. El primer amanecer en Nuevo México nos sorprendió con una bella estampa de varios globos aerostáticos flotando sobre el pequeño cañón que un río había formado en un paisaje árido. Desde el Gorge Bridge, el segundo puente colgante más grande del país (1965), pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares de la garganta, a 200 metros de altura.

Taos Pueblo
Taos Pueblo era uno de los reclamos para venir a Nuevo México. La arquitectura milenaria de este pequeño poblado de los indios pueblo atrajo nuestro interés. Con algo más de mil personas viviendo entre sus paredes de adobe, estas estructuras nos muestran como fue la vida de estas tribus muchos siglos atrás. Hoy en día siguen viviendo sin luz ni agua corriente. El lugar histórico es muy genuino, pero también muy caro. En aquella época pedían 10 dólares por cada foto que sacaras (sí, no se me ha escapado el cero).



Taos
Taos (no confundir con el anterior), es otra pequeña localidad con estructuras de adobe preciosas, en la que la combinación de colores como el azul, el rojo o el amarillo, hace que los edificios resulten especialmente atractivos. Muy bonitos. Tras tomarnos un café y comprar algo de artesanía local (nos gustó más la de los navajo, pero es cuestión de gustos), nos acercamos hasta una alejada y tranquila capilla dedicada a los veteranos de Vietnam. Era sencilla, pero muy bonita.

Y ya en Santa Fe, una ciudad mucho más grande, nos volvió a enamorar esa arquitectura de adobe que nos había conquistado en Taos. Son edificios mucho más grandes, y tal vez por eso impresionen más. Con un cielo azul despejado por completo, esos edificios nos invitaban a fotografiarlos una y otra vez como si fueran modelos gustándose para el reportaje. La catedral de St. Francis, la plaza de los gobernadores, la capilla de Loretto … todo precioso. Y fue aquí, amigos, donde nuestro viaje cambió de rumbo…

Siempre solemos llevar un itinerario establecido con las cosas que queremos ver. Como nosotros decimos… marcamos “puntos gordos” que no nos podemos perder, y luego el resto de cosas… Pero muchas veces, la información que nos ha ayudado a organizar el viaje no nos muestra todas los atractivos que un sitio puede ofrecerte. Sobre el terreno descubres infinidad de lugares que no conocías antes de salir de casa. Por eso, si tenemos tiempo, o nos da la sensación de que un lugar puede tener cosas que a lo mejor se nos han escapado, recurrimos a “la cultura de la postal”. Nos acercamos al stand de una tienda de recuerdos, y revisamos todas las postales del lugar, para ver si nos dejamos algo. Y os aseguro que muchas veces hemos descubierto sitios estupendos de esa forma. He de reconocer que aquel día no sé si nos acercamos con esa intención, o fue simplemente para buscar una bonita imagen para mandar a casa. Inciso…

Todavía mandamos postales de papel, sí : ) Y viajamos sin conexión a internet, totalmente desconectados. Sin ordenador. Por tener, no tenemos ni internet en el móvil. Es decir, a la vieja usanza.

El caso es que allí nos apareció el misterio… Una postal de Roswell. Ya sabíamos de sobra lo que era Roswell, donde estaba, y lo que significaba, pero era un viaje “ordinario”. Con más tiempo, por supuesto que me encantaría explorar más en profundidad lugares misteriosos, pero los días no dan para todo. ¿Qué íbamos a quitar? ¿el Gran Cañón? ¿Los Ángeles? Quedaba muy lejos de nuestra ruta. Pero como íbamos bien de tiempo, incluso adelantados al itinerario, nos dijimos… ¡que narices! Igual no tenemos esta oportunidad en la vida. ¡¡Es Roswell!! Y aunque distaban más de 300 kilómetros de distancia entre punto y punto (más otros 300 de vuelta) no nos lo pesamos, y enfilamos como un cohete hacia el lugar donde se puede decir que empezó el fenómeno Ovni.

Tras unas horas conduciendo, llegamos al anochecer. Las luces iluminaban la ciudad al fondo, y a medida que nos acercábamos, no sé si debido a los nervios, la sugestión, o el cansancio (o todo al mismo tiempo) os prometo que sentimos algo muy raro. Una especie de inquietud injustificada que no sé explicar, y que me acompañó durante toda la noche. Sentí mi cuerpo raro, extraño (no me abdujeron, no seáis morbosos). Sólo recuerdo haber sentido algo parecido en Salem. Allí no era yo, en el ambiente parecía flotar algo que te inquietaba también. Nos alojamos en el Frontier Inn por 43 dólares, con un buen desayuno. De momento era el mejor en el que habíamos dormido en cuanto a relación calidad/precio. Otro inciso…

Tal vez muchos tengáis la imagen errónea que nos ofrecen las películas americanas del típico motel de carretera peligroso, sucio y hecho polvo en el que algo malo te va a pasar. Nada más lejos de la realidad. Hombre, alguno habrá así, pero hay que buscarlos mucho. No es para nada lo habitual. Para nosotros fue una experiencia inmejorable alojarnos en este tipo de establecimientos, en los que casi siempre, la calidad de las habitaciones (con microondas, nevera, fogón, camas enormes…) mejora la de muchos hoteles. Son muy limpios, baratos, con buenos desayunos y, sobre todo, “cómodos”. No sabéis lo que se agradece en un viaje de este tipo que llegues con el coche, des tu nombre, y en dos minutos tienes tus maletas, que estarán a un metro desde el maletero de tu coche a la habitación, colocadas al lado de tu cama con el mínimo esfuerzo.

Después de desayunar unos deliciosos donuts (no os podéis imaginar la cantidad de variedades que podéis comer), la luz del día nos enseñó otra cara de Roswell. Esa extraña angustia de la noche anterior desapareció, para transformarse en una alegre sonrisa al ver el aspecto de la ciudad. Los pequeños cabezones verdes y grises habían invadido el pueblo. ¡¡Estaban por todas partes!! En las fachadas de los edificios, en los carteles de los comercios, en las calles, en los cielos, en las farolas… ¡¡era una auténtica invasión!! Bueno, es evidente que los ciudadanos de Roswell saben que tienen una gallina de huevos de oro entre sus manos, y han decidido exprimirla. Todo lo que envuelve a esta vieja localidad agrícola tiene forma de alien. Y cada vez más personas intentan ganarse la vida con la historia del platillo estrellado. Todo esto ha hecho que el centro de la ciudad parezca un pequeño circo de seres espaciales, pero merece la pena vivirlo. Os aseguro que no conozco nada igual en el mundo. Hicimos un recorrido por toda la ciudad, y visitamos el museo dedicado al incidente. Es curioso ver las maquetas de los extraterrestres. Y aunque se haya frivolizado un poco el tema... si pasáis cerca de allí (aunque no sean 300 kilómetros) os lo recomiendo si sois amantes del misterio. Roswell sólo hay uno, y os sentiréis orgullosos de haberlo pisado, aunque tenga ese ambiente “friki”. Para los más estudiosos del tema, supongo que podréis recorrer los lugares del impacto, pero nosotros no disponíamos de más tiempo. ¿Me arrepiento de ese giro? En absoluto. Lo volvería a hacer, pero con más tiempo para indagar.

Bueno, si os parece, haré un alto en el camino para no cansaros a vosotros tampoco. El siguiente tramo del viaje ocupará otra entrada. Espero que os haya entretenido, y que saquéis billete para la siguiente etapa.



INCIDENTE ROSWELL

La noche del 2 de julio de 1947, una intensa tormenta rompe el silencio del desierto en los alrededores de Corona, Nuevo México. El ranchero Mac Brazel, preocupado por su ganado, sale al amanecer en su caballo para verificar que los rayos no han alcanzado a sus reses, y que su propiedad no ha sufrido daños. En su inspección, se topa con restos metálicos dispersados a lo largo de cientos de metros en el interior de su finca. Con trabajo todavía por hacer, decide recoger el material, y guardarlo en una de sus casetas de utensilios. Dos días más tarde, le comunica al sheriff del condado que está en posesión de lo que parecer ser un artefacto hecho pedazos. Brazel estaba acostumbrado a recoger de vez en cuando globos sonda que el ejército lanzaba desde la cercana base militar de Roswell. Allí se alojaba el 509 Escuadrón de Bombarderos de la Fuerza Aérea, los famosos aviones que transportaron y lanzaron las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. En aquel entonces, la única unidad de élite del mundo capaz para actuar con armas nucleares. Pero aquel hallazgo no se parecía a ninguno de los anteriores.




Tres días más tarde, los titulares de los periódicos cubren sus portadas con la impactante noticia de que el ejército había recuperado un platillo volante en un rancho de Nuevo México. El sorprendente anuncio colapsa las líneas del condado, y las mentes de muchos ciudadanos, que no saben si se enfrentan a una nueva guerra, o a una invasión extraterrestre. Nueve años atrás, Orson Wells había perturbado la tranquila vida de muchas personas, adaptando para la radio el clásico de H.G Wells “La guerra de los mundos”. Oyentes que no habían sintonizado la radionovela desde el comienzo, creyeron que la narración del famoso director de cine era una noticia auténtica, y entraron en pánico, convirtiendo Nueva York y Nueva Jersey en un caos, en el que los habitantes de estas metrópolis trataban de esconderse del supuesto ataque marciano.


Temiéndose que ocurriera algo parecido, o tratando de ocultar algún secreto militar, a la mañana siguiente esos titulares fueron rectificados, y la nota de prensa que había pasado un comandante del propio batallón 509 (recordemos, el más importante del país), fue desmentida, y sustituida por otra que atribuía el incidente a un globo meteorológico. Para dar más fuerza a su versión, mostraron inmediatamente al Mayor Jesse Marcel, (que había sido designado y enviado al rancho de Brazel junto con oficiales de inteligencia para investigar el accidente) al lado de la basura en la que se había convertido el supuesto globo de la prueba. Los fotógrafos de la prensa pudieron tomar imágenes de la escena, y todo pareció volver a la normalidad… pero, ¿hasta cuándo?...


Pues hasta finales de los años 70, cuando el incidente Roswell volvió a llamar la atención de los ufólogos. Aquella historia en Nuevo México había dejado muchos cabos sueltos, y muchos testigos. Arqueólogos, personal sanitario del ejército, altos mandos de las fuerzas aéreas, periodistas, ingenieros, civiles… demasiadas bocas que silenciar. Se puede decir que la verdadera investigación del caso Roswell, comenzó 30 años más tarde. La gente que vivió en primera persona aquel extraño suceso empezó a perder el miedo y a arrepentirse de su silencio. Muchos sintieron la necesidad de compartir aquella pesada carga. En su lecho de muerte, confesaron a familiares y periodistas, lo que para ellos fue sin duda, una experiencia con seres de otro mundo.



Ante la polémica y la presión, el gobierno se vio forzado a realizar un informe de casi mil páginas, en el que trabajó durante dos años, donde se reconocía que se había producido un encubrimiento para intentar proteger proyectos secretos militares. En concreto, el proyecto Mogul, un súper globo, lanzado al espacio, que se utilizaría para espiar a los soviéticos. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría se estaba incubando entre las dos grandes super potencias, y en bases como Roswell y la famosa Área 51, se desarrollaban importantes sistemas espías para adelantarse a las acciones del “enemigo”. Los famosos aviones U-2 y Blackbird rodaron por primera vez sobre las pistas de la base secreta de Nevada. En las páginas de este trabajo, se podían encontrar explicaciones para todas las teorías conspiranoicas con las que les acusaban los incisivos investigadores.


Las conclusiones parecían convencer a los más escépticos. Aunque desde el punto de vista racional se puede pensar que sería mucha coincidencia que una nave tripulada por alienígenas se fuera a estrellar siempre justo al lado de instalaciones militares, esa misma lógica que nos dice que pasa así porque seguramente se traten de experimentos militares, también se nos desinfla cuando analizamos las actuaciones del ejército. Si Mogul era tan importante, ¿se puede perder tan fácil sin que aparentemente nadie lo busque? Brazel estuvo en posesión de los restos varios días. Si sólo era un globo sonda… ¿por qué sobrevolaron la zona en busca de tripulantes? ¿No tenían un plan b para decir que el objeto del experimento era otra cosa? ¿Por qué el propio Marcel, el alto rango militar encargado de la investigación, aseguraba haber visto un artefacto con forma de platillo? ¿Por qué aquella descoordinación en los primeros días del incidente? Se hace difícil creer que algo tan secreto no esté mejor controlado.


Otro de los miedos del gobierno se basaba en la confianza de su gente. La posibilidad de que, efectivamente, la nave siniestrada se tratara de un auténtico platillo volante, pero terrestre, era una opción muy válida. Los alemanes ya habían fabricado aparatos voladores con forma discoidal, y los científicos germanos traídos en la operación Paper Clip (entre los que se encontraba el famoso Von Braun, padre del V-2 y principal artífice del programa espacial americano), podrían suponer una ofensa para un pueblo recién salido de una horrible guerra, que les había causado un terrible sufrimiento. Sería muy difícil explicar cómo más de cien científicos que habían desarrollado armas mortíferas que habían acabado con miles de vidas de soldados estadounidenses, ahora vivían con un excelente trabajo, una magnífica casa, y sin pagar por ninguno de sus “crímenes”, bajo la protección de su propio gobierno. Aunque sus investigaciones fueran en favor de sus intereses, ese cambio de bandera no sería bien recibido por gran parte de la población. Algunos eran alemanes obligados a trabajar para Hitler, pero otros muchos eran nazis convencidos.



A medida que empezaron a surgir testigos del accidente, se fueron desclasificando más archivos secretos en los años 90. Las personas que aseguraban haber visto cadáveres entre los restos del aparato, afirmaron con total rotundidad, que no se trataba de humanos. Decenas de testigos, que no se conocían entre sí, coincidieron en la descripción de aquellos humanoides. Niños, granjeros, enfermeras, médicos militares, oficiales, el dueño de la funeraria… gente de un amplio segmento social, que no tenía nada que ganar, y todo que perder, con sus declaraciones. Cierto es que las décadas de los años 20 y 30 fueron muy productivas en cuanto a relatos de ovnis y extraterrestres, pero se hace difícil pensar en una sugestión colectiva de tal nivel. Las explicaciones que da el informe para esos seres podrían resultar convincentes cuando se visionan las pruebas con maniquíes que utilizaba el ejército en sus vuelos experimentales .Y el supuesto ser que habría sobrevivido al impacto, formaría parte de otra prueba con monos. El problema con los muñecos es que, aunque coincidía con los testimonios en la ausencia de pelo y apenas rasgos faciales, su altura de 1.80 (hechos así para simular perfectamente la corpulencia de los pilotos) estaba muy lejos del apenas metro que levantaban aquellas pequeñas criaturas. Pero, sobre todo, hay algo que los saca inmediatamente de la lista de sospechosos: no llegaron a usarse hasta 1953. La opción de los monos queda descartada por el pelo, su aspecto, y porque se me hace complicado pensar que tanta gente confunda primates con esos seres. Y aunque se trata de eso, de fe, médicos y enfermeras (con rango de teniente) que confunden un mono o un cadáver humano carbonizado de un accidente, con un alienígena, cuando lo está manipulando con sus propias manos, es incomprensible. O que el propio piloto que llevó los restos de Roswell a Fort Worth, no sepa distinguir una nave de un globo meteorológico, vuelve a ser igual de increíble. Sería una conspiración, a la inversa. Parece que un gran número de personas (arriesgando sus trabajos y sus propias vidas, e incluso la de sus familias), se empeñan en instaurar una verdad, que como poco, sólo les podría acarrear desprestigio.


El hijo de Brazel, el ranchero que encontró los escombros, y cirujano militar, sigue sosteniendo la versión de su padre. Los materiales mágicos que le pareció manipular aquella noche, pueden proceder de tecnología extraterrestre, o de nuestra propia manufactura. Sabemos que muchos de los avances que se nos presentan, llevan años desarrollados o descubiertos. El chico guardó esas varillas y trozos de metal durante muchos años, hasta que los dio a conocer. Al día siguiente, representantes del ejército se presentaron en su casa para confiscárselos. Había una pequeña viga que le resultó particularmente curiosa. Estaba grabada con extraños símbolos, una especie de jeroglíficos que adornaban su superficie. La versión oficial era que se trataba de una sencilla cinta adhesiva del globo, que había sido proporcionada por una empresa de juguetes, y que esos símbolos de una supuesta raza extraterrestre, eran simples dibujos de nubes y flores infantiles. Pero, si esto es cierto, ¿por qué ese empeño en arrebatárselo?


La última y controvertida versión del incidente, es que se trató de humanos del futuro que habrían llegado a través de un viaje en el tiempo.


Como en muchos de los enigmas, el desarrollo de la historia se ha ido envenenando tanto por ambas partes, que para muchos quizá esté agonizando. A lo mejor algún día sabremos lo que pasó en Roswell. Hasta entonces, como el santo grial, es cuestión de creer o no creer. Y como el legendario cáliz, sólo el tiempo dictará sentencia, y sólo él nos dirá si fue una realidad, una confusión, o permanecerá en el limbo de las grandes leyendas de nuestra historia.


Os dejo una pequeña encuesta para saber vuestra opinión sobre el caso.


Gracias por participar.