Cuando, desde la comodidad de nuestro nido, empezamos a
soñar con volar por el mundo para descubrir esos maravillosos lugares que
tantas horas ocupan en nuestros sueños, siempre tenemos un destino que nos
invita a abrir las alas antes de aprender a planear. Ese que tenemos en nuestro
horizonte, y por el cual no descansaremos hasta aterrizar sobre él. Seguro que
todos vosotros habéis pensado en el típico “test express”, que llamo yo. Aquel
que leéis o escucháis en muchas entrevistas a personajes públicos, y que nos
sirve para conocer un poco más a la persona con unas rápidas cuestiones.
¿Cantante favorito? ¿Película? ¿Hobbys?... ¿País que te gustaría visitar? Estoy
seguro de que, si habéis llegado a mi blog, esta última interrogante la tenéis
muy clara… En mi caso había dos puntos geográficos, que hasta que no conocí, no
pude calmar mi ansiedad viajera (luego experimenté una recaída, porque cuando
empiezas, siempre quieres más) Pero después de recorrer Escocia y el suroeste
de Estados Unidos, pude cumplir mis sueños. A partir de ahí, el mapamundi se
abrió ante mí, y tuve la oportunidad de disfrutar de otros lugares increíbles
en los que, como un ingenuo pez, no dejo de picar el anzuelo del viajero, que
me atrapa una y otra vez. Pero muchos años después, aquel viaje a Norteamérica
sigue colmando todas mis aspiraciones y ocupando el primer lugar de mi lista. Para
mi estreno con este blog, he elegido el viaje de mi vida. En el test anterior
podríamos añadir otra pregunta para atinar un poco más: ¿Qué es lo más
impresionante o mágico que has visto en tu vida? Pues en mi caso, el Gran
Cañón.
Y cómo en este blog se trata también de hablar de temas un
poco más misteriosos que se nos cruzan en el camino, en este primer capítulo,
el incidente Roswell nos acompañará en esta travesía por el sudoeste de Estados
Unidos. Para mí, el santo grial de los enigmas.
Así que, con estos ingredientes, os invito a conocer ese
territorio que tanto tiene que ofrecernos. ¿Un billete?