Hace bastantes años (en 1999) asistí al estreno de una
película que me dejó mentalmente “noqueado”. Nunca tuve, ni antes ni después de
aquella noche, una sensación parecida con ningún otro film. Salí de la sala de
cine sin saber si me había gustado o no Eyes
Wide Shut. La obra de Stanley Kubrick me provocó varios minutos… horas…
días enteros de reflexión intentando averiguar y analizar el impacto que había
causado en mí aquella película. Y después de tantas cavilaciones e
introspecciones, me di cuenta de que, efectivamente, el estreno del director
americano protagonizado por Tom Cruise y Nicole Kidman me había seducido de una
forma tan extraña, que ni yo mismo me había dado cuenta de que había caído
rendido a sus encantos.