Noviembre 2004
Kenia es sinónimo de safari, de aventura, de naturaleza, de
tribus ancestrales, de sonidos animales, de puestas de sol… de vida.
Los que me hayáis leído un poco, ya conoceréis mis sueños viajeros
y sabréis de mi gusto por la naturaleza y por la vida salvaje. Y este país del
Este de África siempre había estado en uno de los primeros lugares de la lista,
como aspirante principal a mi primera incursión en el continente negro. La
infraestructura, el precio y la cantidad y variedad de fauna, le hacían el candidato ideal
para disfrutar de la primera experiencia con los grandes mamíferos de la sabana
africana. Y os puedo asegurar que este rincón del Valle del Rift superó todas
las expectativas de un par de viajeros novatos, excesivamente emocionados con
su primer encuentro con los Big Five (Cinco Grandes).
Parque Nacional Amboseli |
Para los que os guste sentir la emoción de este tipo de experiencias,
tanto Kenia, como la vecina Tanzania (aunque este país pueda resultar un poco
más caro), son dos naciones inmejorables para vivir en primera persona el
contacto con la maravillosa fauna salvaje africana. A pesar de problemas
puntuales, son relativamente estables, y las autoridades han sabido preservar
sus tesoros naturales, dedicando mucho esfuerzo y dinero para ponerlos a salvo
de cazadores furtivos (que los hay, y muchos) y de turistas 😊. Kenia siempre da lo que promete. Y vuestros trofeos fotográficos incluirán, con
total seguridad, leones, guepardos, búfalos, rinocerontes, avestruces,elefantes, jirafas,
hipopótamos, ñus, cebras, antílopes, hienas, cocodrilos, facoqueros… así como
infinidad de primates, aves y reptiles. Eso sí, el esquivo leopardo requiere
una gran dosis de fortuna para ser visto. ¡Suerte con la búsqueda!
Iglesia cristiana en Nairobi |
Parque Central, Nairobi |
Marcha de ñus, con el Kilimanjaro de fondo. (Amboseli) |
Nuestro primer safari comenzó en el impresionante Parque
Nacional de Amboseli, cercano a la frontera tanzana. Bernard, nuestro guía, que
aprendió castellano en seis meses, y al que le encantaban las galletas (de todo
tipo) y los cacahuetes, nos recogía en el hotel, para llevarnos en unas cuatro
horas, hasta la entrada del parque. Y aquel día, hace casi 14 años, conocimos a
una pareja de Girona con la que todavía nos une una estrecha amistad. Santi y
Gloria, que ya han formado una familia, seguro que disfrutaran recordando aquel
estupendo viaje (la foto de portada va por ti, Santi ).
Más adelante se nos unirían Roberto y Yoli (Madrid), cuya luna de miel nos
acercó, igualmente, su amistad. África y su hermano quizás también lean esta
aventura .
Parque Nacional Amboseli |
De camino a nuestro primer safari descubrimos el engorroso
mundo del regateo. Odio regatear. Hay gente que le encuentra encanto, pero reconozco
que no tengo paciencia ni ganas para esto. Me cuentan que, en algunos países, a
los propios vendedores les encanta “jugar” a esto, y que, si no entras a la
“disputa”, les rompes el encanto de la venta. Bueno, al segundo intento, en la
entrada del parque, intentamos atinar un poco más, y conseguimos el escudo y la
lanza masáis por mejor precio que las figuritas del mercadillo.
Amboseli |
Amboseli parece el típico paisaje africano. Sabanas con la
elegante silueta de las acacias en el horizonte y grandes manadas de animales
caminando en grupo al amanecer sobre un árido terreno, seco por la escasez de
lluvias. Si se trata de tu primer contacto con los Parques Nacionales de Kenia,
te irás maravillado de él, pero pensando, seguramente, que los siguientes serán
parecidos. Pues no, son totalmente diferentes a Amboseli. O más bien, Amboseli
es completamente distinto al resto. Es paradójico que represente la esencia de
Kenia, y a la vez, que sea tan especial por su singularidad paisajística. Una
característica tan especial, que sólo apreciamos después de visitar el resto de
parques.
Amboseli |
En una primera aproximación de dos horas, pudimos ver ñus,
elefantes, cebras o búfalos entre otros animales. Una bonita experiencia antes
de recogernos en el hotel y disfrutar de un relajante paseo nocturno por los
alrededores de las chozas, donde nos protegimos con una buena dosis de Relec
(recordad que, antes de ir, hace falta vacunarse de la fiebre amarilla) y
enfundando nuestra cama con la mosquitera, para dormir tranquilos.
Amboseli |
El despertar de la siguiente jornada fue de lo más mágico.
Muy amablemente, los empleados del complejo, van puerta por puerta despertando
a los huéspedes al grito de “Jambo, Jambo” (“hola” en swahili). Eran las 6 de
la mañana, y aprovechamos esos breves instantes matutinos en los que el
Kilimanjaro se dejó ver, para fotografiar la bella montaña antes de que ésta se
cubriera de niebla para el resto del día. Los animales, con la silueta del
volcán de fondo, avanzaban lentamente en fila india dejando atrás cadáveres de
compañeros que habían sido presa de los grandes felinos. En el safari matutino
añadimos a la jirafa y al león a nuestra lista de “vistos”. Lo pasamos como
niños catalogando y avistando animales en nuestras guías y cuadernos de viajes.
Tras desayunar y descansar un rato en el porche, salimos de nuevo para el
safari vespertino. En una zona de charcas y lagos, subimos a un montículo, que
hacía de mirador. Era la primera vez que nos bajábamos de la furgoneta, y tras
esquivar a un lagarto enorme, disfrutamos de una magnífica panorámica desde el
observatorio, antes de disfrutar de una bellísima puesta de sol. Desde nuestra
chocita, sentados en el exterior, nos dedicamos a comer galletas (las que se
habían librado de Bernard) mientras disfrutábamos de la noche de la sabana. No
se veía nada, y tal vez algún felino estuviera a cuatro metros de nuestra
posición y ni nos enteramos, pero el espectáculo de los sonidos nocturnos nos
hipnotizó para toda la vida.
Amboseli |
La despedida de este parque tan especial fue verdaderamente mágica. Amboseli te seduce a través de la mirada y del oído. Verás los mismos animales que en cualquier otro parque de Kenia, pero no sobre ese escenario tan fascinante, y, sobre todo, no los verás tan mezclados. En Amboseli, los animales parece que se reúnen para socializarse y pastar, creando auténticas manadas mixtas, en las que gacelas, cebras, y ñues, por ejemplo, conforman una bandera de colores extraordinaria sobre el césped de esta tierra salvaje.
Treetops (Aberdare) |
Un paisaje que contrastaba con nuestro próximo destino: el Parque
Nacional de Aberdare. Situado a 100 kilómetros al norte de Nairobi, las
montañas y la selva húmeda de este entorno te sumergen en otro ambiente mágico
rodeado de animales. La espesa vegetación puede que te dificulte un poco la
visión de fauna, pero afortunadamente existe un hotel al que no sólo acuden
huéspedes humanos. En el Treetops
vivimos una de las experiencias más emocionantes de nuestros viajes. Inaugurado
en 1932, el alojamiento se construyó sobre y alrededor de árboles, fundiéndose
así con el entorno verde. La sensación de sentirte en una cabaña de troncos te
traslada a la niñez. Puesto que las habitaciones son muy pequeñas, sólo se
permite llevar una pequeña bolsa con lo justo para pasar la noche. El Treetops, más que un hotel, es un
teatro, y las estancias, más que habitaciones, son los palcos desde donde
observar el espectáculo de la naturaleza. Porque sí, si sois de los que amáis
la vida animal y habéis llegado hasta aquí en busca de ella, estoy seguro de
que sacrificaréis vuestro sueño por sentir la magia de África.
Parque Nacional de Aberdare |
La llegada a este magnífico santuario se hace con las máximas precauciones, ya que no debemos olvidar que es como una pequeña isla rodeada de animales, algunos de ellos peligrosos. Del coche al hall sin entretenerse mucho. La presencia de facoqueros (o “pumbas” como a ellos les gusta llamarlos) y búfalos (realmente agresivos) en las proximidades de la entrada, ya nos indica que se trata de un lugar realmente excepcional para la observación de fauna.
Restaurante del Treetops |
Anocheciendo desde el Treetops |
Pero si aquel ratito entre viejos tomos resultó excitante,
lo que vino después fue, sencillamente, insuperable. Después de observar
durante largo tiempo la charca en la que beben los animales, decidimos ir a
dormir (descansar, mejor dicho), esperando con ansia el sonido de la campana.
Un timbre te avisa de la llegada de animales al abrevadero. Sea la hora que
sea, te llamarán cuando algún “bicho” se acerque al hotel. Hay un código asignado
a cada especie (una campanada, dos, tres…) para saber si te interesa ver el
animal que te anuncian o prefieres cerrar los ojos a la espera de una presa
mayor. Obviamente, igual a estas alturas ya habrás visto varios elefantes, pero
tal vez las tres campanadas del rinoceronte te hagan saltar de la cama a las 2
de la mañana. Por supuesto, existe la posibilidad de desconectar los avisos y
dormir placenteramente, pero es una delicia salir a las tantas de la madrugada,
en pijama, y con tu taza de café caliente, a observar desde los balcones de
madera (tras la cristalera si tenéis frío), el increíble y frenético movimiento
que se produce en la charca, iluminada por un potente foco. A escasos metros
por debajo de tu posición, y completamente a salvo, podréis disfrutar de los
“Cinco Grandes”. Es indispensable mantenerse en silencio para poder percibir el
sonido de cada trago y de cada respiración de cada uno de los animales que
sacian su sed. Ellos están completamente ajenos a la actividad del hotel,
concentrándose única y exclusivamente en refrigerarse y sacudirse el calor
africano.
En la próxima entrada continuaremos de safari…
LOS LEONES DEVORADORES DE HOMBRES DEL TSAVO
Un estallido seco rompía la tranquilidad de la noche africana. Un rifle derribaba al segundo león, cuya vida se apagaba, como los sonidos de la sabana. Su último rugido acompañaba al eco del disparo, que, flotando sobre el páramo, se llevaba las pesadillas del Tsavo hacia el otro mundo. Pero la bala no acababa con la presa, sino con el cazador…
Tras una larga y tortuosa persecución, el teniente coronel
John Henry Patterson había logrado, por fin, dar caza a Fantasma y Oscuridad.
En 1898, el imperio británico se impuso como prioridad unir el Lago Victoria, en Uganda, con la costa keniata, para enriquecer el comercio. Para ello, no dudó en invertir grandes cantidades de dinero y esfuerzos en una línea de ferrocarril que conectara ambos países. Al frente de este despliegue, Patterson dirigía las obras y velaba por la seguridad del proyecto. A su cargo, centenares de trabajadores africanos e indios construían vías para que las locomotoras europeas transportaran las futuras mercancías y minerales. El plan iba sobre ruedas, hasta que las obras llegaron a la zona de lo que hoy es el Parque Nacional de Tsavo. Un río dificultaba el tramo, viéndose obligados a levantar un puente sobre él para superar la barrera acuática. Pero el caudal no iba a ser el mayor problema para los hombres de Patterson… dos demonios del infierno emergerían del Tsavo para llevarse las almas de los trabajadores hasta lo más profundo del averno. Así consideraban los obreros a estas dos bestias que sembraron el pánico durante más de nueve meses de interminables muertes.
Ni el fuego, ni las barreras de arbustos, ni las trampas, ni
la exhaustiva vigilancia parecían amedrentar a este par de leones, que no
dudaban en asaltar los campamentos en busca de su alimento predilecto: la carne
humana.
El imperialismo británico ha dado grandes historias sobre
felinos de devoradores de hombres. En la exótica India, el leopardo de
Rudraprayag mató a 125 personas en ocho años. Sin salir del subcontinente
indio, el tigre de Chowgrah devoró a 65 humanos en un periodo de 5 años, y a
otro ejemplar de su misma especie, pero en este caso hembra, se le han llegado
a atribuir 400 muertes, ni más ni menos. Todos estos reportes surgieron durante
la primera mitad del siglo XX, al igual que el de Kenia. Pero, ¿qué es lo que
hace tan aterrador y misterioso el caso de los leones sin melena del Tsavo?
Pues eso precisamente: la falta de pelo en estos dos enormes ejemplares macho, además de su modo de cazar. Luego desvelaremos una teoría tan
sorprendente como apasionante, pero, antes, pongamos algo de luz sobre el
desconcertante comportamiento de estas fieras, y algunas cifras sobre la mesa para
calibrar el terror que desplegaron sobre unos indefensos y aterrados trabajadores
de ferrocarril.
Hablar de números, en estos casos en los que depende de
quién los aporte, éstos fluctúan al alza o a la baja, es aventurarse en el
terreno de la especulación. El héroe que acabó con los “demonios” habló de 135
víctimas, y la compañía del ferrocarril bajó la cifra a 28. Es evidente, que al
primero le vendría muy bien unos asesinos voraces y feroces para dar más valor
a su gesta, y agrandar así su leyenda. A los segundos no les interesaba una
publicidad tan mala ni unos trabajadores aterrados, que como así fue, se
negaran a trabajar por miedo a ser capturados por las zarpas del diablo. Una
estimación más fiable nos la puede dar la ciencia moderna. Según estudios
recientes, analizando los cuerpos de los dos leones, han llegado a la
conclusión de que la cifra más probable o aproximada podría ser la de 35,
igualmente sobrecogedora.
Los felinos se adentraban, incluso a plena luz del día, en los campamentos de los trabajadores, y arrastraban a estos, literalmente, desde el interior de las tiendas de campaña. Aprovechando la hierba alta de los campos de Tsavo, las fieras se podían acercar sigilosamente, camuflándose entre el marrón de la pradera, hasta tocar prácticamente a su víctima, antes de que ésta se percatara de la presencia del depredador.
Patterson, acuciado por la preocupación de sus trabajadores,
se propuso acabar con la pesadilla costara lo que costara. Él mismo, un
excelente tirador, fue en busca de las bestias. Apostado en los árboles, las
batidas nocturnas no parecían dar resultado, hasta que, por fin, aquel 9 de
diciembre, su persecución encontró a su objetivo. Su constancia dio sus frutos.
El primero de los leones, cayó tras endosarle cinco disparos. Apenas 20 días
después, el segundo corría la misma suerte después de que nueve balas de plomo
atravesaran su piel. Se cuenta, que el animal, antes de morir, aun
desangrándose, tuvo la osadía de perseguir a Patterson.
A la hora de analizar la extraña conducta de esta pareja de
leones macho, podemos recurrir a varios razonamientos más o menos comprensibles,
que expliquen dicho hábito. El primero podría ser una epidemia de peste bovina
que diezmara la población de presas del león. Aunque factible, es difícil de
creer que esta enfermedad fuera tan letal para acabar con tanta población de
antílopes. La despensa de África siempre está llena. Además, este brote habría
empujado al resto de felinos a hacer lo mismo que nuestros protagonistas. ¿Por
qué sólo actuaron así dos? Las cremaciones de los trabajadores hindúes del
ferrocarril bien pudieron levantar el apetito de los leones. El olor a carne
quemada convertía los alrededores de los campamentos en un escaparate ideal
donde conseguir comida fácilmente. Y otra explicación la podríamos encontrar en
la ruta de esclavos que iba hasta Zanzíbar (Tanzania). Este cruel peregrinaje
hacia la esclavitud se cobraba la vida de muchos africanos, cuyos cadáveres
abandonaban por el camino, convirtiéndose en carnaza para los animales.
Pero estas dos últimas teorías atribuyen a los leones una capacidad carroñera que apenas exhibían en sus incursiones a los campamentos. Allí cazaban humanos, se los llevaban, los descuartizaban y los devoraban. Algunos científicos sugieren que a uno de los leones le faltaban piezas claves de la dentadura (o que las tenía dañadas), lo que le dificultaba enormemente la caza de sus presas naturales. Por este motivo, su compañero, habría elegido capturas más fáciles a las que dirigirse, es decir, el hombre.
Sin embargo, hay otro motivo mucho más sugerente y
emocionante para interpretar esta conducta tan agresiva. Y es que esta pareja
de leones del Tsavo fueran animales de otro tiempo… Gracias a las pinturas
rupestres, sabemos que el león de las cavernas carecía de la inconfundible
melena que hoy lucen los leones macho de nuestra época. También sabemos que
eran un poco más grandes que los nuestros, con un tono de piel más pálido, que
vivían en cavernas y que no tenían miedo al ser humano. Estos ejemplares eran
más grandes de lo habitual, es evidente que no temían hacer frente a los
hombres del ferrocarril, y lo más llamativo es que arrastraban a sus víctimas
hasta una cueva (más tarde se encontrarían en la gruta los restos humanos). Es
decir, eran y actuaban como los leones de las cavernas. Por lo tanto, la
pregunta es obvia… ¿Pudieron ser Fantasma
y Oscuridad, los últimos ejemplares
de esta especie prehistórica? Tal vez no, pero sí un desarrollo de aquella. La
evolución viva entre el león de las cavernas y el león moderno. A pesar de que los leones del Tsavo se caracterizan, precisamente, por la falta de melena, podría ser ésta la prueba más clara de que esta población de felinos procediera del antiguo león europeo de las cavernas.
Actualmente, los cuerpos disecados de los dos machos
devoradores de hombres se exponen en el Museo Field de Historia Natural de
Chicago. Y si queréis conocer un poco más sobre estos increíbles leones,
Patterson plasmó su aventura en el libro Los
devoradores de hombres de Tsavo (1907). Y más moderna es la película que
interpretan Michael Douglas y Val Kilmer Los
demonios de la noche (1996).
Hoy, el Parque Nacional de Tsavo es la reserva más extensa
de Kenia, y una de las áreas protegidas más antiguas del país. Aunque no es la
zona más visitada, se puede hacer turismo dentro de sus límites. No suele estar
dentro de los itinerarios más habituales de los safaris, pero si sois uno de
los afortunados que llegan hasta allí, volveos si sentís que el pasto se
balancea a vuestras espaldas, porque tal vez nuevos demonios del Tsavo anden al
acecho de una nueva víctima…