viernes, 16 de febrero de 2018

KENIA (1) - Amboseli, Aberdare. - Los devoradores de hombres del Tsavo.

KENIA


Noviembre 2004




Kenia es sinónimo de safari, de aventura, de naturaleza, de tribus ancestrales, de sonidos animales, de puestas de sol… de vida.

Los que me hayáis leído un poco, ya conoceréis mis sueños viajeros y sabréis de mi gusto por la naturaleza y por la vida salvaje. Y este país del Este de África siempre había estado en uno de los primeros lugares de la lista, como aspirante principal a mi primera incursión en el continente negro. La infraestructura, el precio y la cantidad y variedad de fauna, le hacían el candidato ideal para disfrutar de la primera experiencia con los grandes mamíferos de la sabana africana. Y os puedo asegurar que este rincón del Valle del Rift superó todas las expectativas de un par de viajeros novatos, excesivamente emocionados con su primer encuentro con los Big Five (Cinco Grandes).


Parque Nacional Amboseli

Para los que os guste sentir la emoción de este tipo de experiencias, tanto Kenia, como la vecina Tanzania (aunque este país pueda resultar un poco más caro), son dos naciones inmejorables para vivir en primera persona el contacto con la maravillosa fauna salvaje africana. A pesar de problemas puntuales, son relativamente estables, y las autoridades han sabido preservar sus tesoros naturales, dedicando mucho esfuerzo y dinero para ponerlos a salvo de cazadores furtivos (que los hay, y muchos) y de turistas 😊. Kenia siempre da lo que promete. Y vuestros trofeos fotográficos incluirán, con total seguridad, leones, guepardos, búfalos, rinocerontes, avestruces,elefantes, jirafas, hipopótamos, ñus, cebras, antílopes, hienas, cocodrilos, facoqueros… así como infinidad de primates, aves y reptiles. Eso sí, el esquivo leopardo requiere una gran dosis de fortuna para ser visto. ¡Suerte con la búsqueda!

Iglesia cristiana en Nairobi
Antes de llegar a las reservas, debíamos pasar por Nairobi para descansar del viaje en nuestro céntrico hotel. En el avión nos habían dado de comer y cenar por partida doble, como si quisieran cebarnos para los leones. Con el estómago más que lleno, decidimos dar un paseo por la capital keniata para tener nuestro primer contacto con el país. Íbamos a estar toda una semana viendo animales, de modo que medio día de ciudad no nos vendría mal. Desde la habitación del Safari Club Hotel había unas excelentes vistas de los rascacielos de la ciudad, y a través del ventanal de cristal, a pesar de la altitud, también se podía intuir el ambiente que se respiraba a pie de calle. Numerosas prostitutas merodeaban por los alrededores de la zona, en la que vendedores y transeúntes daban vitalidad al centro urbano.

Parque Central, Nairobi
Ingenuos, salimos del edificio para mimetizarnos (un poco difícil por nuestro color) con la ciudad. A priori, no había nada destacado que nos interesara especialmente. Se trataba de pasear un poco por las cercanías del hotel. Pero ese paseo duró cinco minutos… los que tardamos en doblar la primera esquina de la calle… Tras ella, una de las visiones más escalofriantes que jamás haya tenido… un cadáver sin cabeza yacía en medio de la acera, a plena luz del día, sin que nadie le prestara atención. La sensación de inseguridad aumentaba a cada paso que dábamos, así que no tentamos a la suerte. Media vuelta, y al hotel. Luego nos aconsejaron no andar solos. Era mejor coger un taxi para moverse por la ciudad. Una ciudad que sólo debe servir de base para explorar los magníficos parques nacionales que tantas hectáreas de terreno ocupan en este país. Llama la atención ver a toda la fauna africana, que llega, literalmente, hasta el centro de la capital. De camino al aeropuerto se pueden ver a jirafas o cebras en el Parque Nacional de Nairobi, con el skyline de la ciudad de fondo. Son imágenes impactantes. De la ciudad, como os decía, apenas pudimos sacar alguna foto del Parque Central, en el que hay un bonito monumento a la libertad y a la independencia del país. Y algo interesante de visitar puede ser, para muchos, la casa (convertida en museo) de la escritora danesa Karen Blixen, cuya vida inspiró a Sidney Pollack para su película Memorias de África.

Marcha de ñus, con el Kilimanjaro de fondo. (Amboseli)

Nuestro primer safari comenzó en el impresionante Parque Nacional de Amboseli, cercano a la frontera tanzana. Bernard, nuestro guía, que aprendió castellano en seis meses, y al que le encantaban las galletas (de todo tipo) y los cacahuetes, nos recogía en el hotel, para llevarnos en unas cuatro horas, hasta la entrada del parque. Y aquel día, hace casi 14 años, conocimos a una pareja de Girona con la que todavía nos une una estrecha amistad. Santi y Gloria, que ya han formado una familia, seguro que disfrutaran recordando aquel estupendo viaje (la foto de portada va por ti, Santi ). Más adelante se nos unirían Roberto y Yoli (Madrid), cuya luna de miel nos acercó, igualmente, su amistad. África y su hermano quizás también lean esta aventura .
Parque Nacional Amboseli

De camino a nuestro primer safari descubrimos el engorroso mundo del regateo. Odio regatear. Hay gente que le encuentra encanto, pero reconozco que no tengo paciencia ni ganas para esto. Me cuentan que, en algunos países, a los propios vendedores les encanta “jugar” a esto, y que, si no entras a la “disputa”, les rompes el encanto de la venta. Bueno, al segundo intento, en la entrada del parque, intentamos atinar un poco más, y conseguimos el escudo y la lanza masáis por mejor precio que las figuritas del mercadillo.


Amboseli

Amboseli parece el típico paisaje africano. Sabanas con la elegante silueta de las acacias en el horizonte y grandes manadas de animales caminando en grupo al amanecer sobre un árido terreno, seco por la escasez de lluvias. Si se trata de tu primer contacto con los Parques Nacionales de Kenia, te irás maravillado de él, pero pensando, seguramente, que los siguientes serán parecidos. Pues no, son totalmente diferentes a Amboseli. O más bien, Amboseli es completamente distinto al resto. Es paradójico que represente la esencia de Kenia, y a la vez, que sea tan especial por su singularidad paisajística. Una característica tan especial, que sólo apreciamos después de visitar el resto de parques.


Amboseli

En una primera aproximación de dos horas, pudimos ver ñus, elefantes, cebras o búfalos entre otros animales. Una bonita experiencia antes de recogernos en el hotel y disfrutar de un relajante paseo nocturno por los alrededores de las chozas, donde nos protegimos con una buena dosis de Relec (recordad que, antes de ir, hace falta vacunarse de la fiebre amarilla) y enfundando nuestra cama con la mosquitera, para dormir tranquilos.

Amboseli


El despertar de la siguiente jornada fue de lo más mágico. Muy amablemente, los empleados del complejo, van puerta por puerta despertando a los huéspedes al grito de “Jambo, Jambo” (“hola” en swahili). Eran las 6 de la mañana, y aprovechamos esos breves instantes matutinos en los que el Kilimanjaro se dejó ver, para fotografiar la bella montaña antes de que ésta se cubriera de niebla para el resto del día. Los animales, con la silueta del volcán de fondo, avanzaban lentamente en fila india dejando atrás cadáveres de compañeros que habían sido presa de los grandes felinos. En el safari matutino añadimos a la jirafa y al león a nuestra lista de “vistos”. Lo pasamos como niños catalogando y avistando animales en nuestras guías y cuadernos de viajes. Tras desayunar y descansar un rato en el porche, salimos de nuevo para el safari vespertino. En una zona de charcas y lagos, subimos a un montículo, que hacía de mirador. Era la primera vez que nos bajábamos de la furgoneta, y tras esquivar a un lagarto enorme, disfrutamos de una magnífica panorámica desde el observatorio, antes de disfrutar de una bellísima puesta de sol. Desde nuestra chocita, sentados en el exterior, nos dedicamos a comer galletas (las que se habían librado de Bernard) mientras disfrutábamos de la noche de la sabana. No se veía nada, y tal vez algún felino estuviera a cuatro metros de nuestra posición y ni nos enteramos, pero el espectáculo de los sonidos nocturnos nos hipnotizó para toda la vida.

Amboseli

La despedida de este parque tan especial fue verdaderamente mágica. Amboseli te seduce a través de la mirada y del oído. Verás los mismos animales que en cualquier otro parque de Kenia, pero no sobre ese escenario tan fascinante, y, sobre todo, no los verás tan mezclados. En Amboseli, los animales parece que se reúnen para socializarse y pastar, creando auténticas manadas mixtas, en las que gacelas, cebras, y ñues, por ejemplo, conforman una bandera de colores extraordinaria sobre el césped de esta tierra salvaje.  



Treetops (Aberdare)

Un paisaje que contrastaba con nuestro próximo destino: el Parque Nacional de Aberdare. Situado a 100 kilómetros al norte de Nairobi, las montañas y la selva húmeda de este entorno te sumergen en otro ambiente mágico rodeado de animales. La espesa vegetación puede que te dificulte un poco la visión de fauna, pero afortunadamente existe un hotel al que no sólo acuden huéspedes humanos. En el Treetops vivimos una de las experiencias más emocionantes de nuestros viajes. Inaugurado en 1932, el alojamiento se construyó sobre y alrededor de árboles, fundiéndose así con el entorno verde. La sensación de sentirte en una cabaña de troncos te traslada a la niñez. Puesto que las habitaciones son muy pequeñas, sólo se permite llevar una pequeña bolsa con lo justo para pasar la noche. El Treetops, más que un hotel, es un teatro, y las estancias, más que habitaciones, son los palcos desde donde observar el espectáculo de la naturaleza. Porque sí, si sois de los que amáis la vida animal y habéis llegado hasta aquí en busca de ella, estoy seguro de que sacrificaréis vuestro sueño por sentir la magia de África.

Parque Nacional de Aberdare 


La llegada a este magnífico santuario se hace con las máximas precauciones, ya que no debemos olvidar que es como una pequeña isla rodeada de animales, algunos de ellos peligrosos. Del coche al hall sin entretenerse mucho. La presencia de facoqueros (o “pumbas” como a ellos les gusta llamarlos) y búfalos (realmente agresivos) en las proximidades de la entrada, ya nos indica que se trata de un lugar realmente excepcional para la observación de fauna.

Restaurante del Treetops
Pero el momento tan esperado, todavía se haría de rogar. Antes de que la noche cayera sobre Aberdare, disfrutaríamos de una entretenida cena en la que intercambiaríamos experiencias con viajeros procedentes de todos los rincones del mundo. Accedimos a través de una puerta flanqueada por cuernos de marfil de elefante a un bello comedor en el que nos esperaba una deliciosa cena. Acabada ésta, un empleado nos enseñó, amablemente, los libros de huéspedes de los años 50, en los que destacadas personalidades mundiales habían dejado su marca. La mayoría, por supuesto, eran miembros de la realeza y la política británica, ya que este país africano fue parte del imperio británico hasta su independencia en 1963. Teníamos en nuestras manos libros con una historia increíble.


Anocheciendo desde el Treetops


Pero si aquel ratito entre viejos tomos resultó excitante, lo que vino después fue, sencillamente, insuperable. Después de observar durante largo tiempo la charca en la que beben los animales, decidimos ir a dormir (descansar, mejor dicho), esperando con ansia el sonido de la campana. Un timbre te avisa de la llegada de animales al abrevadero. Sea la hora que sea, te llamarán cuando algún “bicho” se acerque al hotel. Hay un código asignado a cada especie (una campanada, dos, tres…) para saber si te interesa ver el animal que te anuncian o prefieres cerrar los ojos a la espera de una presa mayor. Obviamente, igual a estas alturas ya habrás visto varios elefantes, pero tal vez las tres campanadas del rinoceronte te hagan saltar de la cama a las 2 de la mañana. Por supuesto, existe la posibilidad de desconectar los avisos y dormir placenteramente, pero es una delicia salir a las tantas de la madrugada, en pijama, y con tu taza de café caliente, a observar desde los balcones de madera (tras la cristalera si tenéis frío), el increíble y frenético movimiento que se produce en la charca, iluminada por un potente foco. A escasos metros por debajo de tu posición, y completamente a salvo, podréis disfrutar de los “Cinco Grandes”. Es indispensable mantenerse en silencio para poder percibir el sonido de cada trago y de cada respiración de cada uno de los animales que sacian su sed. Ellos están completamente ajenos a la actividad del hotel, concentrándose única y exclusivamente en refrigerarse y sacudirse el calor africano.

En la próxima entrada continuaremos de safari…


LOS LEONES DEVORADORES DE HOMBRES DEL TSAVO
 


Un estallido seco rompía la tranquilidad de la noche africana. Un rifle derribaba al segundo león, cuya vida se apagaba, como los sonidos de la sabana. Su último rugido acompañaba al eco del disparo, que, flotando sobre el páramo, se llevaba las pesadillas del Tsavo hacia el otro mundo. Pero la bala no acababa con la presa, sino con el cazador…


Tras una larga y tortuosa persecución, el teniente coronel John Henry Patterson había logrado, por fin, dar caza a Fantasma y Oscuridad.




En 1898, el imperio británico se impuso como prioridad unir el Lago Victoria, en Uganda, con la costa keniata, para enriquecer el comercio. Para ello, no dudó en invertir grandes cantidades de dinero y esfuerzos en una línea de ferrocarril que conectara ambos países. Al frente de este despliegue, Patterson dirigía las obras y velaba por la seguridad del proyecto. A su cargo, centenares de trabajadores africanos e indios construían vías para que las locomotoras europeas transportaran las futuras mercancías y minerales. El plan iba sobre ruedas, hasta que las obras llegaron a la zona de lo que hoy es el Parque Nacional de Tsavo. Un río dificultaba el tramo, viéndose obligados a levantar un puente sobre él para superar la barrera acuática. Pero el caudal no iba a ser el mayor problema para los hombres de Patterson… dos demonios del infierno emergerían del Tsavo para llevarse las almas de los trabajadores hasta lo más profundo del averno. Así consideraban los obreros a estas dos bestias que sembraron el pánico durante más de nueve meses de interminables muertes.


Ni el fuego, ni las barreras de arbustos, ni las trampas, ni la exhaustiva vigilancia parecían amedrentar a este par de leones, que no dudaban en asaltar los campamentos en busca de su alimento predilecto: la carne humana.


El imperialismo británico ha dado grandes historias sobre felinos de devoradores de hombres. En la exótica India, el leopardo de Rudraprayag mató a 125 personas en ocho años. Sin salir del subcontinente indio, el tigre de Chowgrah devoró a 65 humanos en un periodo de 5 años, y a otro ejemplar de su misma especie, pero en este caso hembra, se le han llegado a atribuir 400 muertes, ni más ni menos. Todos estos reportes surgieron durante la primera mitad del siglo XX, al igual que el de Kenia. Pero, ¿qué es lo que hace tan aterrador y misterioso el caso de los leones sin melena del Tsavo? Pues eso precisamente: la falta de pelo en estos dos enormes ejemplares macho, además de su modo de cazar. Luego desvelaremos una teoría tan sorprendente como apasionante, pero, antes, pongamos algo de luz sobre el desconcertante comportamiento de estas fieras, y algunas cifras sobre la mesa para calibrar el terror que desplegaron sobre unos indefensos y aterrados trabajadores de ferrocarril.


Hablar de números, en estos casos en los que depende de quién los aporte, éstos fluctúan al alza o a la baja, es aventurarse en el terreno de la especulación. El héroe que acabó con los “demonios” habló de 135 víctimas, y la compañía del ferrocarril bajó la cifra a 28. Es evidente, que al primero le vendría muy bien unos asesinos voraces y feroces para dar más valor a su gesta, y agrandar así su leyenda. A los segundos no les interesaba una publicidad tan mala ni unos trabajadores aterrados, que como así fue, se negaran a trabajar por miedo a ser capturados por las zarpas del diablo. Una estimación más fiable nos la puede dar la ciencia moderna. Según estudios recientes, analizando los cuerpos de los dos leones, han llegado a la conclusión de que la cifra más probable o aproximada podría ser la de 35, igualmente sobrecogedora.



Los felinos se adentraban, incluso a plena luz del día, en los campamentos de los trabajadores, y arrastraban a estos, literalmente, desde el interior de las tiendas de campaña. Aprovechando la hierba alta de los campos de Tsavo, las fieras se podían acercar sigilosamente, camuflándose entre el marrón de la pradera, hasta tocar prácticamente a su víctima, antes de que ésta se percatara de la presencia del depredador.


Patterson, acuciado por la preocupación de sus trabajadores, se propuso acabar con la pesadilla costara lo que costara. Él mismo, un excelente tirador, fue en busca de las bestias. Apostado en los árboles, las batidas nocturnas no parecían dar resultado, hasta que, por fin, aquel 9 de diciembre, su persecución encontró a su objetivo. Su constancia dio sus frutos. El primero de los leones, cayó tras endosarle cinco disparos. Apenas 20 días después, el segundo corría la misma suerte después de que nueve balas de plomo atravesaran su piel. Se cuenta, que el animal, antes de morir, aun desangrándose, tuvo la osadía de perseguir a Patterson.



A la hora de analizar la extraña conducta de esta pareja de leones macho, podemos recurrir a varios razonamientos más o menos comprensibles, que expliquen dicho hábito. El primero podría ser una epidemia de peste bovina que diezmara la población de presas del león. Aunque factible, es difícil de creer que esta enfermedad fuera tan letal para acabar con tanta población de antílopes. La despensa de África siempre está llena. Además, este brote habría empujado al resto de felinos a hacer lo mismo que nuestros protagonistas. ¿Por qué sólo actuaron así dos? Las cremaciones de los trabajadores hindúes del ferrocarril bien pudieron levantar el apetito de los leones. El olor a carne quemada convertía los alrededores de los campamentos en un escaparate ideal donde conseguir comida fácilmente. Y otra explicación la podríamos encontrar en la ruta de esclavos que iba hasta Zanzíbar (Tanzania). Este cruel peregrinaje hacia la esclavitud se cobraba la vida de muchos africanos, cuyos cadáveres abandonaban por el camino, convirtiéndose en carnaza para los animales.



Pero estas dos últimas teorías atribuyen a los leones una capacidad carroñera que apenas exhibían en sus incursiones a los campamentos. Allí cazaban humanos, se los llevaban, los descuartizaban y los devoraban. Algunos científicos sugieren que a uno de los leones le faltaban piezas claves de la dentadura (o que las tenía dañadas), lo que le dificultaba enormemente la caza de sus presas naturales. Por este motivo, su compañero, habría elegido capturas más fáciles a las que dirigirse, es decir, el hombre.


Sin embargo, hay otro motivo mucho más sugerente y emocionante para interpretar esta conducta tan agresiva. Y es que esta pareja de leones del Tsavo fueran animales de otro tiempo… Gracias a las pinturas rupestres, sabemos que el león de las cavernas carecía de la inconfundible melena que hoy lucen los leones macho de nuestra época. También sabemos que eran un poco más grandes que los nuestros, con un tono de piel más pálido, que vivían en cavernas y que no tenían miedo al ser humano. Estos ejemplares eran más grandes de lo habitual, es evidente que no temían hacer frente a los hombres del ferrocarril, y lo más llamativo es que arrastraban a sus víctimas hasta una cueva (más tarde se encontrarían en la gruta los restos humanos). Es decir, eran y actuaban como los leones de las cavernas. Por lo tanto, la pregunta es obvia… ¿Pudieron ser Fantasma y Oscuridad, los últimos ejemplares de esta especie prehistórica? Tal vez no, pero sí un desarrollo de aquella. La evolución viva entre el león de las cavernas y el león moderno. A pesar de que los leones del Tsavo se caracterizan, precisamente, por la falta de melena, podría ser ésta la prueba más clara de que esta población de felinos procediera del antiguo león europeo de las cavernas.


Actualmente, los cuerpos disecados de los dos machos devoradores de hombres se exponen en el Museo Field de Historia Natural de Chicago. Y si queréis conocer un poco más sobre estos increíbles leones, Patterson plasmó su aventura en el libro Los devoradores de hombres de Tsavo (1907). Y más moderna es la película que interpretan Michael Douglas y Val Kilmer Los demonios de la noche (1996).
Hoy, el Parque Nacional de Tsavo es la reserva más extensa de Kenia, y una de las áreas protegidas más antiguas del país. Aunque no es la zona más visitada, se puede hacer turismo dentro de sus límites. No suele estar dentro de los itinerarios más habituales de los safaris, pero si sois uno de los afortunados que llegan hasta allí, volveos si sentís que el pasto se balancea a vuestras espaldas, porque tal vez nuevos demonios del Tsavo anden al acecho de una nueva víctima…