ISRAEL - Desierto del Néguev
Junio 2018
Junio 2018
Hay varias formas de enfocar un viaje a Israel y varios
modos de valorarlo. Tierra Santa ha sido, históricamente, el origen de los
conflictos y las discusiones más enquistadas de la Humanidad. Cada religión,
siempre en nombre de Dios, ha puesto esta pequeña porción de terreno como
excusa para imponer sus creencias sobre las del resto de credos. Y por desgracia,
hoy día, este suelo sigue temblando por las luchas entre pueblos, como hace
miles de años. Mi interés en este destino era puramente histórico, aunque sus
ecos del pasado llamaran al turismo religioso. Volvieron a latir tímidamente en
mí unas experiencias espirituales olvidadas, a las que di una segunda
oportunidad. Me dejé seducir por ese aura religiosa que impregna aquella tierra sagrada para tantas confesiones y que es la meta de millones de creyentes que
llegan hasta allí en masa para conectar con Dios. Para la mayoría de ellos, estos
lugares santos representan el final del camino terrenal hacia el cielo. A mí,
debo reconocer, que la aventura (religiosa) me decepcionó.
Hablar de religión y de la situación política del país
hebreo es invocar a la discusión. Respetando todas las creencias religiosas y
afinidades hacia uno u otro pueblo, me limitaré a narrar lo que no deja de ser
una experiencia PERSONAL y unas sensaciones que viví en esta tierra reclamada
por judíos, cristianos y musulmanes, entre otros.
Íbice |
Íbex (Íbice) |
La primera parada en una solitaria y apartada área de
servicio nos sirve para avituallarnos y para ver la realidad de los precios del
país. Sin duda, el más caro de los que hemos visitado, a la altura, o superando
incluso a los nórdicos. Según pudimos corroborar luego con gente que vive allí,
el valor de los bienes no ha dejado de subir en los últimos años. Es una de las
cosas (hubo muchas) que nos sorprendió del país (otra es que casi no hay bicis
normales, son todas eléctricas). Absolutamente todo (bueno, tal vez se libren
los espárragos, no sé por qué 😊) tiene un precio desorbitado. Café, 3-4
euros, botella de agua grande, 2 – 2.5 euros, gasolina 1.75 litro, y la fruta
(menos los plátanos, no hay nada a menos de 4 -5 euros kilo). En cuanto a los
restaurantes (o cualquier puesto de comida), un simple shawarma, 7 euros. Y si
encontráis un hotel por menos de 100, no miréis más, aunque no tenga desayuno y sea muy básico y antiguo. En general, no hay mucho alojamiento. Fuera de
Jerusalén y Tel Aviv, donde tal vez haya pensiones y hostales (muy viejos),
sólo existen grandes hoteles (y no muchos), ya que la mayoría del turismo llega
en grandes grupos de viajes organizados. Tampoco hay muchos restaurantes de
carretera donde parar a comer y continuar la marcha. Otra recomendación
importante es llenar el tanque de gasolina si vais al Néguev, ya que las estaciones
de servicio escasean en esta zona y podéis recorrer muchos kilómetros sin
surtidor alguno al que engancharse.
Es evidente que el gasto militar se come mucho porcentaje de
presupuesto, y eso repercute en la sociedad. Todos los jóvenes deben hacer un
largo servicio militar obligatorio (los chicos 3 años, las chicas 2) y los
menores de 40 años tienen que ir un mes al año para cumplir un servicio. Hay
muchos miembros de seguridad del Estado. El armamento es el más sofisticado del
mundo. Evidentemente, todo esto requiere mucho dinero.
Algo que os llamará la atención es la cantidad de chicos con
cara de niño que van y vienen con metralletas por la calle (si deciden
llevársela a casa de permiso, no pueden despegarse de ella ni aunque salgan de
fiesta o vayan a rezar). Al principio, es chocante, pero enseguida te
acostumbras. Incluso muchos civiles van con la pistola por fuera o armas mucho
más pesadas colgando de su cuello. Es una sociedad muy militarizada, ya que las
relaciones de Israel con sus vecinos son complejas y fían su supervivencia a
su poderío armamentístico.
La casa del desierto de Ben-Gurión |
Tumbas de Ben Gurión y su esposa Paula, con vistas. |
Muy cerca de allí descansan los restos de David Ben Gurion y
su esposa Paula. El lugar es un remanso de paz con vistas a un espectacular
cañón. Un bello sendero que discurre entre preciosas paredes de roca por las
que deambulan íbices, te lleva hasta una pequeña explanada donde reposa el
matrimonio. El paseo y las vistas son totalmente recomendables.
Seguíamos conduciendo con nuestro Nissan Micra a través del
desierto. Por cierto, algo que se me olvidaba… Por seguridad, todos los coches
tienen una cajita con código (sí, como una caja fuerte) al lado del volante.
Cada vez que arranquéis el coche hay que meter los cinco dígitos, así que
aseguraos de memorizarlo bien, fotografiarlo, escribirlo, tatuároslo… porque si
lo perdéis, no os hará gracia quedaros tirados, y menos en medio del desierto.
Eso me lleva a haceros otra recomendación: no paguéis el seguro antirrobo (el
de todo riesgo sí), porque es prácticamente imposible que os lo lleven (y menos
un Micra 😊).
A pocos kilómetros de La Casa de Ben-Gurión, se sitúan los restos arqueológicos de Avdat, una antigua ciudad nabatea del siglo tercero antes de Cristo, que fue clave en el comercio en la ruta entre Gaza y Petra. Para los aficionados al cine, aquí se rodó Jesucristo Súperstar.
Avdat |
A pocos kilómetros de La Casa de Ben-Gurión, se sitúan los restos arqueológicos de Avdat, una antigua ciudad nabatea del siglo tercero antes de Cristo, que fue clave en el comercio en la ruta entre Gaza y Petra. Para los aficionados al cine, aquí se rodó Jesucristo Súperstar.
Mirador del Cráter Mitzpe Ramón |
Petroglifo en Mitzpe Ramón |
Vistas del Cráter Mitzpe Ramón |
Restaurante en Mitzpe Ramón |
El alojamiento de aquella noche iba a ser uno de los más
raros en los que nunca hemos dormido. Por muchas explicaciones que dé, será
difícil imaginárselo, así que lo mejor es que veáis la foto del sitio. A simple
vista parece un refugio nuclear, pero este “huevo” nos proporcionó una plácida
y tranquila noche, disfrutando del silencio, la soledad y las estrellas del
desierto. El Silent Arrow (62 euros)
es una magnífica opción para dormir en Mitzpe Ramon.
Silent Arrow (Mitzpe Ramón) |
La mañana amanecía igual de apacible, y mientras yo apuraba
unas horitas más de sueño (es que el conducir cansa 😊)
mi compañera corría 15 kilómetros hasta la Alpaca Farm, una granja de
alpacas a la que las guías ponen puntuación máxima. No os puedo decir si es
merecida o no esa valoración, porque no la visitamos. Después de haber visto
todo tipo de camélidos (llamas, alpacas, vicuñas, guanacos…) en libertad en el
altiplano chileno y de montar en avestruz en Sudáfrica, creímos que la granja
no nos aportaría nada nuevo. Pero si vais en familia, tal vez sea una bonita
experiencia interactuar con estos graciosos animalitos.
Paseo por los miradores del Cráter Mitzpe Ramón |
Tras hacer la compra en el supermercado para llenar de
provisiones nuestro pequeño maletero, nos ponemos de nuevo en marcha hacia el
sur. Nos llaman la atención unos remolinos de polvo que se estaban formando a
lo lejos, al borde de la carretera. Es habitual que haya pequeños tornados
(quizás es exagerado llamarlos así, ya que ni mucho menos tienen su tamaño ni
su fuerza devastadora, pero sí su forma), así que no le dimos más importancia.
Pero a medida que nos acercábamos, esos remolinos de tierra eran cada vez más
anchos y ruidosos. Pero un ruido metálico… como si arrastrarán objetos pesados
en sus entrañas arenosas. Y efectivamente, lo hacían… Más bien los artefactos
metálicos arrastraban al remolino… ¡¡Era una columna de tanques en maniobras!!
La verdad es que fue impactante ver a aquellos monstruos con cremalleras rodar
por el desierto. Cuando paramos a hacer unas fotos, efectivamente, a pie de
carretera, una señal te avisa del peligro de cruzarte con estas columnas de
blindados. Casi como espías, hicimos alguna foto medio a escondidas, hasta que
los soldados de los carros de combate nos hicieron señas. Bajamos la cámara rápidamente,
pero seguían llamando nuestra atención. Cuando llegaron a nuestra altura, nos
dimos cuenta de que sólo nos saludaban efusivamente. Seguimos sacándoles fotos
mientras los militares avanzaban con sus vehículos entre sonrisas y algarabía.
En esta zona del Néguev hay varias bases militares, así que no es raro cruzarse
con convoyes del ejército. Nosotros aprovechamos la parada en el arcén para
“juguetear” con un tanque que señalaba la entrada a uno de estos cuarteles.
Impresionante máquina.
Tanques israelís |
Antes de llegar a Eilat, había un parque nacional que
habíamos metido casi de relleno. Calculando el tiempo que nos llevaría visitar
la ciudad costera bañada por el Mar Rojo, buscamos otras atracciones cercanas
con las que completar ese día. Lo que había leído de Timna era muy sugerente,
pero lo que ofrece este parque desértico es mucho más de lo que seguramente
esperáis, y de lo que (injustamente) destacan las guías. A unos 30 kilómetros
al norte de Eilat se encuentra, probablemente, el área protegida más bonita y
sorprendente del país. Bonita, por sus increíbles formaciones rocosas, y
sorprendente porque no imaginaba que pudiera encontrar tan lejos de Egipto un
legado de los faraones del Nilo tan apasionante. Y repito, me parece increíble
que a esta joya no la dediquen más de media columna en todas las guías.
Pilares de Salomón (Parque Nacional Timna) |
Pilares de Salomón |
Pilares de Salomón |
The Arches (Los Arcos) Parque Nacional Timna |
Ahora sí, coged vuestra botella de agua fresca y preparaos
para descubrir un lugar fascinante, totalmente diferente a todo lo que habéis
visto y veréis en Israel. La conducción dentro de los límites del parque no
revierte dificultad alguna, ya que está perfectamente señalizado. Este lugar
alberga la mina de cobre más antigua del mundo, que ya era explotada por los
egipcios allá por el milenio tres antes de Cristo. Los faraones habían oído
hablar de la riqueza del enclave, y no dudaron en mandar expediciones para
explotarlo. Fruto de esta ocupación, hoy día se conservan petroglifos egipcios
de hace 4000 años y un templo (semiderruido) dedicado a la diosa de la fertilidad
Hathor, protectora de las minas, de quien se decía, que te podía destruir si la
mirabas directamente a los ojos. Es emocionante ver en un paisaje tan desolado
y desierto (en el sentido humano de la palabra) un relieve de Ramsés III que
representa una ofrenda del poderoso faraón a la diosa. Digo emocionante, porque
te ves allí sólo, subiendo y bajando rocas y escaleras, entre inabarcables
paisajes, descubriendo en paredes solitarias antiguas inscripciones egipcias a
las que nadie parece darles la importancia que merecen. Puedes, incluso,
adéntrate en las entrañas de las minas.
Petroglifos egipcios (Parque Nacional Timna) |
Templo de Hathor (Timna) |
Los puntos más importantes del recorrido son la Spiral Hill, el Champiñón (una roca con forma de hongo), el Champiñón y medio, the Charriots (los Carros) con los petroglifos
egipcios, the Arches (Arcos),
espectaculares arcos naturales de roca, el Templo de Hathor (del que apenas
queda la base) y Salomons Pillars (lo Pilares de Salomón), unas “puertas” de
pilares de roca gigantes que te sobrecogen, y te encogen, porque allí, a sus
pies, te dará la sensación de que si esas columnas tuvieran vida, te comerían
de un bocado como a un gusano del desierto. Hay que acercarse y asomarse a su
interior para sentirte un diminuto en un país de gigantes.
Champiñón y Medio (Timna) |
Champiñón (Timna) |
La Esfinge (Timna) |
Paisaje desértico al sur del Néguev |
Timna es una de esas agradables irrupciones que aparecen en
todos los viajes. Nosotros (las horas de carretera dan para muchos juegos),
solemos hacer una lista de “sorpresas” y “decepciones” en cada viaje, y me
gustaría trasladar esa lista a mis entradas. Ya sé que, como todo, los gustos
son muy personales, pero de esta forma proporcionamos más material para
debatir, y eso es positivo. Ya adelanto, que Timna, está en la lista de la
izquierda, la de las sorpresas agradables.
Por fin llegábamos a Eilat. Aunque esta turística ciudad no
era el objetivo principal de llegar hasta el punto más al sur del país (que
también), no podíamos dejar de pasar la oportunidad de pasear por sus playas (nunca
me ha gustado tumbarme al sol) y vivir el ambiente del Benidorm de Israel,
donde la gente va a veranear y a bucear en las cristalinas aguas del hermoso Mar
Rojo. ¿Qué ofrece Eilat? Cosas buenas y cosas no tan buenas… aunque siempre
depende del tipo de turismo que te guste. A nosotros no nos gusta pasar días
tirados en la arena, así que lo de las playas, nos interesa más bien poco.
Dicho esto, tengo que decir que, aunque sí seáis de poneros bañador, no os
esperéis encontrar los típicos arenales del Mediterráneo español. Allí son
estrechas, pequeñas y llenas de piedritas, nada de arena fina. En cuanto a los
servicios, ahí sí tendréis para elegir hoteles, restaurantes, bares, etc…
ambiente, el que queráis. Y calor, también. Es húmedo, y, por lo tanto, más
pegajoso. Se aguanta mucho mejor el del desierto. A pesar de proliferar
negocios veraniegos para todo tipo de turistas, tuvimos suerte de ir en
temporada baja-media, y aunque había gente, no nos agobió como podría pensar en
un principio.
Eilat |
Sin grandes monumentos que visitar (más bien ninguno), si no
eres de playa, puedes acercarte al acuario para ver el espectáculo de los
animales marinos. Es caro, pero dicen que merece la pena. Nosotros llegamos
tarde (los horarios son muy cortos, cierran a las 16.00h) y no pudimos entrar,
aunque creo que tampoco lo hubiéramos hecho. Nos conformamos con sacarle una
foto al edificio futurista que se sumerge sobre el mar y sobresale del agua
como si fuera una nave espacial.
Acuario de Eilat |
Hay una cosa en Eilat que no había visto en ninguna otra
ciudad del mundo (y los habrá, supongo). El aeropuerto internacional está en el
centro de la urbe. Y cuando digo centro, es que puedes ir andando, cruzar una
calle y entrar como si fuera un centro comercial, o salir con las maletas y
toparte directamente con las tiendas de la avenida principal. Es chocante ver
a los aviones despegar y aterrizar, literalmente, desde el centro de la ciudad. Y
más, teniendo en cuenta, que tienen todo un desierto para colocarlo (de hecho,
hay otro, varios kilómetros más allá, pero que no utilizan las compañías
aéreas).
Tras dar varios paseos por las playas y las avenidas de la
ciudad, fuimos a buscar nuestro alojamiento, que debo decir, fue todo un
acierto. El Motel Sunset Inn (42 euros) se rodea de vegetación para aislarse
del cemento y del ruido de la ciudad, y crear así un apacible entorno donde
descansar y relajarse, en pleno centro.
Eilat |
Si no era Eilat el objetivo, ¿por qué atravesar todo el
desierto e ir hasta el punto más al sur del país? Aparte de, como he descrito,
disfrutar de lugares increíbles del Néguev, esta travesía nos acercaba a uno de
los desiertos más bellos del mundo: el de Wadi Rum. Hace muchos años, en nuestro viaje
a Egipto, visitamos la península del Sinaí (hoy en día sería complicado por su
situación inestable, debido a los conflictos armados) y a través de Aqaba (Mar
Rojo) llegamos a Jordania para ver una de las maravillas del mundo, Petra, un
lugar que todo el mundo debería ver antes de morir, como se suele decir. Pero es evidente que el tiempo no perdona, y no da para todo. En su día nos
conformamos con ver la antigua ciudad nabatea y Amman (más bien Petra, porque
la capital tiene poco interés turístico. Aún dejando maravillas como la ciudad
romana de Jerash o el castillo cruzado de Kerak, volvimos más que satisfechos,
pero con una gran espina clavada llamada Wadi Rum. Cada vez que veía fotos de
este sublime desierto, miraba atrás y me arrepentía de no haber sacado un par
de días más para pisar esas maravillosas arenas rojizas. Ese desierto propio de
Marte me llamaba desde el pasado y desde la distancia una y otra vez. Y ahora,
tenía la oportunidad de enmendar mi “error” y conocer aquel paisaje que tanto
espacio ocupaba en mi cabeza.
Eilat |
Os lo contaré en la próxima entrada…
CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ: LOS ORÍGENES
Hablar del conflicto que enfrenta a judíos y palestinos en
Israel, es, tal vez, incitar a la polémica. Todos, de algún u otro modo,
tenemos preferencias o simpatías hacia uno u otro bando en mayor o menor
medida. Puede que haya alguien situado en un punto medio de esa frontera de
guerra donde haya encontrado el equilibrio, pero, desde que tengo uso de razón,
no me he topado con nadie al que esta disputa le sea indiferente. Creo que,
aunque, por supuesto, todos deseemos la paz y la convivencia de ambos pueblos,
hasta que ese día llegue, sólo veremos blanco o negro.
Oriente Medio, origen de las batallas más crueles de nuestra historia, es de nuevo el escenario de una lucha sin cuartel que lleva años originando muertes, pobreza y odio, y que se expande más allá de Jerusalén. Enquistado bajo Tierra Santa, el conflicto ha logrado expandirse y condicionar la política internacional, convirtiéndolo en la punta de lanza de cada uno de los “ejércitos” en lucha. La ciudad santa me recuerda a Verdún, aquella batalla en suelo francés acaecida durante la I Guerra Mundial, en la que los atrincherados soldados alemanes y aliados morían a cientos de miles sin conquistar un solo metro al enemigo. Jerusalén, como los bosques de Lorena, se enroca en una partida de ajedrez que parece destinada a acabar en unas tablas eternas.
Entrar en debate llevaría muchas horas de apasionada
discusión, de modo que aquí, de lo que se trata es de contar acontecimientos,
tratando de ordenarlos para que los que tengan alborotada la cabeza con esta
controversia puedan resolver semejante enredo.
Los medios de comunicación, muchas veces, nos mandan
información tergiversada o incompleta del conflicto, confundiendo aún más a los
que vemos el problema desde la distancia. No es cuestión de discutir sobre
quién dispara primero o quién hace más daño o quien ocupa más terreno (que sí que
lo es, tal vez, pero no aquí). Como amante de la Historia, nada mejor que
recurrir a ella para resolver, con datos del pasado, dudas del presente.
Retrocedamos al origen de todo…
El terreno que se disputan judíos y árabes estaba ocupado
por tribus dispersas que se adentraron desde los desiertos del Este, allá por
el 3000 a. C, aproximadamente. Situado entre Egipto y el valle del Tigris y el
Éufrates, donde surgieron las primeras civilizaciones, esta zona de paso fue
tomada por los cananeos, que la convirtieron en su hogar. Los hebreos, que
seguían llegando desde el río Jordán, se hicieron fuertes y se impusieron al
resto de tribus y a los propios cananeos hacia el año 1240 a. C. Pero el nuevo
hogar de los israelitas se vería amenazado por un “Pueblo del Mar”, los
filisteos, contra los que lucharon para poder seguir asentados en tierras
fértiles.
A lo largo de los años posteriores, con los cananeos ya
desaparecidos, la independencia israelí se vio interrumpida varias veces a
causa de la irrupción de pueblos expansionistas más potentes, que obligaron a
los hebreos a huir de su tierra. Asirios, persas, macedonios… pero sobre todo
babilonios, empujaron al pueblo israelí más allá de sus fronteras. Sin embargo,
regresaron, y no sería hasta la dominación romana cuando fueron de nuevo
expulsados. Sometidos por los romanos tras una revuelta, el exilio judío sería
casi definitivo…
El emperador Adriano, que odiaba a los judíos, bautizó de
nuevo el país con el término “Palestina”, que no es otra cosa que la traducción
en latín de “Filistea”, el antiguo enemigo de los hebreos. Los que actualmente
se llaman “palestinos”, de hecho, son descendientes de cristianos, judíos y
otras tribus, que simplemente se convirtieron al islam (la mayoría) cuando los
musulmanes invadieron Palestina en el siglo VII, derrotando al imperio bizantino,
heredero de los romanos. Comparten genes. Tras 400 años asentada, la población
musulmana fue creciendo hasta convertirse en mayoritaria. Angustiados por la
pérdida de Tierra Santa, los cristianos decidieron emprender una serie de
cruzadas a partir del siglo XI para asegurarse los lugares de peregrinación. En
esa lucha sin cuartel contra los árabes, la cruz cristiana logró, durante breves
periodos de tiempo, implantarse en Jerusalén, que caería más tarde a manos de
Saladino. A pesar de todo, los cristianos seguían manteniendo posiciones en
Israel (sobre todo en la costa), y unos pocos europeos y judíos desafiaban el
dominio árabe. En el siglo XVI el imperio otomano conquistó el territorio, que
permanecería bajo su dominio hasta 1917, en las postrimerías de la I Guerra
Mundial, cuando los británicos impondrían su mandato. Durante la ocupación
otomana del siglo XIX, numerosos judíos que eran perseguidos en Europa,
anhelaban regresar a su tierra. En esa época, la diáspora judía volvió en
grandes oleadas de inmigrantes hacia su patria. Compraron tierras a los árabes
ricos y a las autoridades otomanas, y poco a poco se fueron asentando de nuevo,
en lo que, un día, fue su hogar. Este regreso, sin embargo, no fue visto con
buenos ojos por parte de la población musulmana, que notaba como su “enemigo”
iba ganando terreno y poder poco a poco.
Por su parte, los británicos, en su afán por derrotar a los turcos en la I Guerra Mundial, alentaban a los países árabes a sublevarse contra los otomanos. Los árabes podían ser el mejor de los aliados para el gran imperio británico. A cambio de su apoyo, los ingleses intentaron frenar la llegada de judíos a Palestina. Sin embargo, los hebreos, no se habían olvidado de su tierra prometida. Para comprometer aún más la situación británica en Oriente Medio, los judíos, a pesar de las prohibiciones de volver a su tierra, apoyaron a los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. La diáspora judía en Europa, Sudamérica y sobre todo en Estados Unidos, donde se habían afianzado como una comunidad numerosa e influyente, presionó y proporcionó medios económicos para ayudar a la victoria aliada frente al Eje. Los británicos se encontraban entre la espada y la pared, sin saber qué solución dar para satisfacer a ambas partes.
Finalizada la guerra (1945), los árabes dejaron bien claro a los
británicos que no iban a permitir que los judíos les comieran un terreno que consideraban suyo, y que
la convivencia no iba a resultar placentera. Arrinconados, los europeos
prometieron a los árabes que la inmigración judía no iría a más. Los judíos, decepcionados,
comenzaron a cometer actos terroristas contra los británicos, que culminaron
con el atentado al Hotel Rey David de Jerusalén, sede del Mandato Británico de
Palestina, en el que el grupo paramilitar Irgún mató a 96 personas. El acto se
produjo en respuesta a la Operación Agatha, en la que los británicos arrestaron
a 2500 judíos sospechosos de terrorismo. La Agencia Judía fue asaltada para
confiscar documentos en lo que se conoce como el Shabat Negro, ocurrido el 29
de junio de 1946.
Agobiados, los británicos decidieron traspasar el problema a
la ONU, que decidió partir el territorio en dos partes casi iguales, algo a lo
que se negaron desde el primer segundo los países árabes, que amenazaron con
emprender una guerra contra los judíos si aquella propuesta fructificaba. Para
ellos, el Estado israelí no debía existir. Algo que, por otro lado, no pudieron
impedir, a pesar de la coalición histórica formada por estos países, que se
sentían amenazados por los judíos, mucho menores en número. A los iniciales asesinatos de judíos por
parte de los árabes, siguió la guerra. La advertencia de la Liga Árabe no tardó
en cumplirse. Al día siguiente de proclamarse el Estado de Israel (14 de mayo de 1948), Transjordania (Jordania actualmente),
Irak, Siria, Líbano y Egipto, con la ayuda de voluntarios de Arabia Saudí, Libia y Yemen, lanzaron
sus ejércitos contra el recién creado Israel.
Los israelís, contra todo pronóstico y tal vez subestimados por sus enemigos, lograron derrotar a los árabes, que replegaron posiciones. Los refugiados y las persecuciones se produjeron en ambas partes. Quizás no sea tan conocido el éxodo judío de los países árabes, pero se calcula que casi un millón de judíos repartidos por Oriente Medio y norte de África fueron perseguidos, asesinados, expulsados y confiscados de tierras y bienes por parte de estas naciones árabes durante las siguientes décadas posteriores al nacimiento de Israel. Los refugiados huyeron hacia Estados Unidos y hacia su nuevo país, sobre todo, que se dedicó a “recolectar” a los suyos para traerlos a su nueva patria. En operaciones encubiertas dignas de películas de Hollywood, trasladaron a miles de judíos para rescatarlos de países como Etiopía, Irak, Marruecos o Yemen.
La Guerra del Sinaí (1956), la de los Seis Días (1967) o la
de Yom Kipur (1973) dieron como vencedor a Israel, que con los años recibiría
un importante apoyo por parte de Estados Unidos. El “hermano” americano le
proporcionaría el armamento y los aviones más modernos, gracias a los cuales han podido superar a sus vecinos árabes, a los que arrebató el Sinaí (Egipto),
el sur del Líbano, los Altos del Golán (Siria) y gran parte de Cisjordania
(Jordania). Devolvió los terrenos al Líbano y Egipto, pero sigue manteniendo
los que conquistó a sirios y jordanos. Hoy día, las relaciones con Egipto y
Jordania parecen haberse calmado.
Ahora, los palestinos de la franja de
Gaza y Cisjordania se sienten presionados y desplazados por los colonos judíos, y vigilados
de cerca por las autoridades hebreas. Israel controla Cisjordania pero no así
Gaza, donde hoy en día se producen los enfrentamientos más graves. Líbano y Siria
siguen encendiendo las sirenas de alarma israelís. Rodeado de países árabes,
Israel intenta mantener su integridad territorial apelando al orgullo del ejército hebreo… "Masada nunca volverá a
caer", una promesa autoimpuesta a sangre y fuego, que recuerda la última derrota judía a manos de un ejército
extranjero (romanos).
No sé que deparará el futuro, pero me temo que, tras
milenios de luchas, éste no se presenta nada halagüeño. Nadie va a renunciar a
Tierra Santa sin derramar hasta la última gota de sangre. Recemos (el que lo
haga) por la paz.