miércoles, 3 de octubre de 2018

ESTADOS UNIDOS: Costa Noroeste: Washington y Oregón (I) - Polybius, el videojuego asesino.


ESTADOS UNIDOS: WASHINGTON Y OREGÓN.

Junio 2007
Cráter Lake (Parque Nacional del Lago del Cráter), Oregón

Con una extensión similar a la del continente europeo, la mayoría de visitantes que recibe Estados Unidos se limita a conocer las playas de California y de Florida, los parques nacionales del suroeste o las grandes ciudades de la Costa Este. Y los más aventureros, tal vez se adentren en las Rocosas. Intentaré desviaros de vuestro itinerario mostrándoos la increíble belleza que rodea la salvaje costa del noroeste, que abarca los estados de Oregón, Washington y el norte de California, donde se esconden bellísimos paisajes naturales como el Cráter Lake y misteriosos seres como el Bigfoot.  


Costa del Pacífico (Washington)

Era nuestra tercera aventura en Norteamérica, y las Montañas Rocosas, uno de nuestros sueños, se hicieron realidad. Después de atravesarlas a lo largo de Estados Unidos y Canadá, debíamos cerrar el semi-círculo para ir hasta Seattle, desde donde regresaba nuestro vuelo. Volvimos a traspasar la frontera, y nos preparamos para recorrer una de las zonas más salvajes y espectaculares del continente. 

Aunque apenas tuvimos tiempo de rascar la geografía de estos maravillosos y desconocidos estados, esta pequeña incursión nos sirvió para descubrir unos paisajes increíbles, que todavía se conservan frescos en nuestra retina.

Esta sobrecogedora geografía y sus verdes paisajes tienen un precio para el turista: el agua. Es una región con abundantes lluvias durante todo el año, y así lo pudimos comprobar nada más cruzar la frontera (aunque en Vancouver tienen la misma climatología). El camino se nos había alargado con nuestra visita a la metrópoli de la Columbia Británica, y con el tiempo encima, decidimos pasar la noche en el parking de la estación de tren de Bellingham.

Monte Hood (Oregón)

La falta de descanso y el clima estaban empezando a hacer mella en nuestro ánimo. Volvía a amanecer triste y lluvioso, y el Monte Santa Helena se escondía ante nuestros ojos. Sólo el café gratis que se servía aquel 17 de junio por todas partes nos consoló un poco. En esa fecha los americanos celebran el Día del Padre y lo festejan con esta tradición de ofrecer café. La bebida, calentita, entraba muy bien con ese tiempo fresco y húmedo. Nos abrazamos a los vasos humeantes y dimos gusto a nuestro olfato antes de alegrar a nuestro estómago. Pero la decepción de no poder ver el volcán pesaba todavía sobre nuestro ánimo. Aun así, quedaba una esperanza… Como teníamos que volver a “subir”, habría otra oportunidad para avistarlo antes de irnos (por si no leéis esa crónica, sí, lo vimos, y fue espectacular). 

Monumento Histórico Nacional de Fort Vancouver, Vancouver (Washington)

En Fort Vancouver descubrimos un interesante sitio arqueológico que todavía conservaba edificaciones de un antiguo puesto comercial del siglo XIX, perteneciente a la Hudson´s Bay Company, que se autoabastecía y competía por el comercio de pieles con su rival canadiense, la North West Company. El fuerte, restaurado, muestra edificios de madera que se pueden visitar para conocer los oficios y el modo de vida de las personas que poblaban este asentamiento en los primeros años de 1800.

Aunque no paramos, desde la ventanilla del coche pudimos intuir que Portland, la ciudad más importante y poblada del estado de Oregón, era una agradable urbe con un atractivo skyline (perfil de rascacielos). Famosa por poseer y cuidar de sus numerosos espacios verdes, puede suponer un alto en el camino, aunque no tenga nada especial que ver.


Portland (Oregón)

Hotel Timberline Lodge (Oregón)
La primera parada en Oregón no podía haber sido un lugar más siniestro y tétrico. La belleza del Monte Hood nevado esconde una de las historias más escalofriantes que nunca hayamos podido escuchar. Gracias a Stephen King y a Stanley Kubrick, que adaptó su famosa novela a la gran pantalla, hoy todavía son muchos a los que se les pone los pelos de punta al escuchar “El resplandor”. “Pero si sólo es una película…”, diréis los más valientes… e ingenuos… Pues no, amigos, fue un hecho tan real como lo es el Timberline Lodge, donde se rodó la famosa película en 1980. El libro que el gran maestro del suspense y del terror dio vida en 1977 se basa en una experiencia personal del propio escritor, que, durante uno de sus aislamientos para escribir una obra, sufrió una serie de experiencias paranormales que originaron su novela. Pero el alojamiento de Oregón no es el que inspiró ni en el que se alojó Stephen King. El auténtico es el Hotel Stanley, a los pies de las Montañas Rocosas, en Colorado. Hasta allí se trasladó el escritor de Maine en 1974 para inspirarse para su siguiente novela. Según se cuenta, no quería desarrollarla (como casi todas) en su estado natal, de modo que abrió un atlas del país, y dejó caer su dedo en un punto del mapa al azar. Su índice le orientó hasta Boulder. Aquel iba a ser el lugar elegido para ambientar su próximo éxito, y aquel iba a convertirse en su nuevo hogar durante buena parte de las vacaciones que empleó en dar vida a su inquietante obra. Construido en 1909 por un magnate de la automoción y la construcción, el establecimiento surgió de la necesidad de ofrecer un alojamiento de calidad para los adinerados visitantes de la Costa Este. Stanley, el empresario que dio vida a este lujoso hotel, había viajado desde Massachussets hasta las Rocosas para respirar aire fresco. Aquejado de tuberculosis, en Estes Park, a más de 2000 metros de altitud, consiguió mejorar su salud. Pero la falta de establecimientos de calidad en la zona le animó a erigir un hotel digno de la alta sociedad de Nueva Inglaterra, a la que esperaba atraer con los bellos y salvajes paisajes de Colorado y las propiedades curativas del aire limpio de las Rocosas. A pesar de visitas ilustres como Roosevelt o el emperador Hirohito, la corta temporada de apertura (sólo en verano, ya que no disponía de calefacción) hizo que la manutención de un edificio de semejante tamaño fuera demasiado cara en comparación con los ingresos. Así entró en declive, una decadencia que le llevaría hasta los años 70. El hotel, medio abandonado, sufría una mala reputación por culpa de los rumores que situaban a numerosos espectros deambulando por sus tenebrosos pasillos, con especial presencia en la habitación 217, donde una camarera se había electrocutado en una noche de tormenta (aunque no murió), en 1911. A pesar de que las Rocosas, ya declaradas Parque Nacional, (gracias entre otros al propio Stanley), ya gozaban de cierta reputación como destino turístico, los aristócratas para los que se había edificado no consideraban estos salvajes paisajes como una propuesta vacacional, y los viajeros que hasta allí llegaban no podían pagar los precios que un hotel de alto standing ofertaba.

Hotel Stanley (Colorado)
Pero el destino del Hotel Stanley cambió con la llegada de un, por entonces, ya conocido (había publicado Carrie y El misterio de Salem´s Lot), pero todavía con la etiqueta de prometedor, Stephen King. Con el hotel vacío, ya que eran los últimos días antes de cerrar por temporada, el escritor llegaba en Halloween junto a su esposa y dos hijos. El ambiente era el idóneo para crear la atmósfera de angustia y pánico que buscaba. Y no tuvo que crear ni imaginarse nada, ni siquiera perseguirlo, porque el terror vino a él… Voces de niños, sonidos de piano y extraños sueños y terribles pesadillas en las que sus hijos eran perseguidos por inquietantes figuras, inspiraron a King para “El Resplandor”, en la que cambiando los nombres (Hotel Overlook), creó su primer superventas que le catapultó a la fama y le consolidó como un referente en el género del terror cuando publicó su libro tres años más tarde. Se cuenta que no sólo cambió el nombre del hotel, sino también el de su protagonista (Jack Torrance), que, sin duda, tenía mucho de autobiográfico, en opinión de muchos. El hotel consiguió una fama paralela a la de Stephen King, y al contrario que en sus orígenes, los espectros que merodeaban por sus habitaciones (hay dos que no se alquilan a clientes por los fenómenos que perturban el descanso a los huéspedes), han servido para devolverle el esplendor (no resplandor 😊) y convertirlo en un lugar fantasmagórico al que acuden en peregrinación numerosos curiosos y aficionados al misterio, así como cazafantasmas de todos los rincones del planeta.

Camino del Monte Hood (creo)






                                                                                                        
          
Nosotros, como viajeros humildes, tampoco podíamos pagar los precios del Timberline Lodge, así que nos conformamos con asomarnos al hall para sacar unas fotos y sentir el escalofrío en el lugar donde se rodó la película de Kubrick. El emplazamiento, en un entorno similar al de las Rocosas, y el hotel, muy parecido al Stanley, nos trasladaba el horror y la tensión que pudo sentir King en su estancia en Colorado. Además, el día oscuro y lluvioso le daba el toque final ideal para sumergirnos de lleno en una historia de terror y sentirnos como protagonistas de una novela del genio de Maine (aunque despejó de golpe).

Dejando atrás las sombras del Timberline Lodge, el tiempo empieza a mejorar, el cielo se tiñe de azul y el paisaje se torna más seco y desértico, dando por finalizado este tenebroso capítulo.

Rápidos de Benhalm Falls (Oregón)
La ruta seguía hasta Bend para acceder al Monumento Volcánico de Newberry, una reserva que aglutina yacimientos arqueológicos, grutas y tubos de lava, bosques petrificados, cascadas y bellos lagos, rodeados de grandes extensiones de pinos. Lástima que estuviera cerrado el día que llegamos (en aquella época no abrían domingos, lunes y martes). Optamos por hacer un sendero que llevaba a los rápidos de Benhalm Falls. Y rápido salimos de allí, ya que los mosquitos (como siempre digo, mosquitas, que son las que pican), a falta de más víctimas a las que chupar la sangre, ya que era un paraje solitario, se concentraron todos en atacarnos a nosotros. Yo debo desprender un olor especial que atrae a todos estos pequeños bichejos porque me dejaron como al hombre elefante.

En una ubicación indeterminada entre Bend y el Cráter Lake, dimos con nuestros cuerpos destrozados por el cansancio y los mosquitos, en un motel “anónimo” por 50 dólares. Sólo necesitaba tener una cama, con eso era suficiente.



Cráter Lake (Oregón)

El Cráter Lake (Lago del Cráter) se sitúa en el parque nacional del mismo nombre, y se formó hace miles de años cuando un volcán erupcionó y se hundió, formando una caldera con unas increíbles aguas de color azul intenso, que se consideran las más transparentes y puras del país, ya que no hay afluentes que mueran en ella, ni conductos que permitan evacuaciones, así como tampoco contaminantes que la ensucien. El lugar es sagrado para los indios klamath, de los que hoy en día apenas quedan poco más de 2000 individuos.

Toda la suerte que nos faltó en el Santa Helena nos sonrió en el Cráter Lake, donde pudimos observar y maravillarnos con esta joya que la naturaleza nos ha regalado. Creo que he visto pocos paisajes a la altura de este, y desde luego, por su singularidad, es un lugar mágico que te deja sin palabras. El azul intenso del agua de la caldera, con la nieve amontonada en su orilla, nos proporcionó un momento inolvidable. 


Cráter Lake (Oregón)

Y absortos en aquel magnífico escenario, desplegamos nuestro mapa de carreteras para planificar la vuelta hacia Seattle. Pero nuestra ansia viajera y nuestra mirada curiosa nos dirigió hacia el sur del plano, donde, detrás de una línea continua que delimitaba la frontera de estado, aparecía California. Aunque habíamos recorrido casi todo el territorio años atrás, tuvimos que sacrificar el salvaje norte para dedicarle más tiempo a los parques nacionales del sur, así que, que mejor ocasión que aquella para recorrer los bosques de Secuoyas del norte de California… en busca del Bigfoot.

POLYBIUS, EL JUEGO ASESINO.




Seguramente, los que seáis de mi generación (1975), habréis sisado a vuestra madre algún duro de las vueltas del pan para ir a echar una partida a la sala recreativa del barrio. En tiempos en los que no existían consolas ni lonjas donde reunirse la juventud, estos centros repletos de máquinas recreativas eran el lugar de encuentro entre los chavales cuando se cansaban de dar patadas al balón o de corretear entre ruinas de casas abandonadas o edificios en obras, allá por los maravillosos años 80. A nuestros padres, ciertamente, no les gustaba nada que frecuentáramos estos “antros” donde, aparte de los macarras del barrio, sólo se amontonaba humo de tabaco y adicción al juego. Y puede que fuera así, pero como el primer cigarrillo que te fumas escondido dentro de una tubería de agua o la primera revista erótica que ojeas con tu mejor amigo, aquellos arcades tenían la etiqueta de “prohibido”, colgada por unos progenitores responsables que no querían que sus hijos cayeran poco menos que en la delincuencia. Y como todo lo censurado, aquellos negocios ejercían de imán para unos adolescentes que estaban descubriendo el mundo de los videojuegos.


Aunque mi destreza con ellos era nula, pues sí, como todos, me eché unas partiditas a escondidas, aunque nunca grabara mi nombre en el ranking de los récords. Ni siquiera me acuerdo que mote tenía. Tal vez ni había pensado en un “nombre de guerra” porque era muy malo compitiendo. Había cantidad de juegos entre los que elegir, pero no recuerdo haber visto nunca el Polybius… porque seguramente no se trajo a España, y porque, tal vez, sólo sea una leyenda urbana, aunque muchos aseguran haber probado el “juego maldito”.




¿Puede estar programado un videojuego para matar?


Todo comienza en 1981, en los suburbios de Portland, Oregón. A los barrios de esta gran ciudad norteamericana llega un arcade que pronto comienza a llamar la atención de los adolescentes, que llegan en masa para echar monedas al Polybius. Su adicción es tal, que los chicos guardan largas colas para poder hacerse con sus mandos y pilotar una nave espacial que se mueve entre figuras y luces estroboscópicas, que van girando la pantalla. El nombre, que traducido del alemán significa “Pérdida de los sentidos”, ya da una pista de las posibles consecuencias y lesiones que podría producir al sujeto que interactuara con esta maquinita. Se cuenta que los adolescentes sufrían mareos, vómitos, ataques epilépticos, pérdida de memoria, alucinaciones, tics nerviosos, amnesia y pesadillas, entre otros síntomas. Entre disparo y disparo, Polybius mandaba mensajes subliminales que volvían agresivos y totalmente dependientes a los jugadores, y que inducían, incluso, al suicidio. De hecho, un chico parece que murió mientras jugaba a él. 




Aquello precipitó su retirada tras sólo unos meses en funcionamiento, cuando los famosos “Hombres de Negro”, que hacían frecuentes incursiones en las salas recreativas para controlar el supuesto experimento, se llevaron todas las unidades del juego para siempre, y lo convirtieron así en un mito, en el que hoy en día muchos creen, y al que muchos persiguen.


Los programas de control mental por parte del gobierno americano a través de la CIA no son nuevos. El famoso proyecto secreto MK Ultra se inició en los años 50, y no fue (oficialmente), hasta 1973 cuando se abandonó. Probablemente, muchos países, a lo largo del planeta, dispongan de personal asignado a este tipo de experimentos secretos. ¿Puede haber sido Polybius el protagonista de uno de estos ensayos con humanos? Mucha gente cree que sí, y hay varias personas en Portland que hoy en día aseguran que lo han visto y que han llegado a jugarlo. Unos tienen recuerdos borrosos sobre él, debido a los años que han pasado, pero también se encuentran individuos que lo tienen fresco en su memoria, a pesar del poco tiempo que estuvo en el mercado. E incluso hay coleccionistas que juran poseer un ejemplar del “juego asesino”, aunque muchas veces se traten de imitaciones y falsificaciones que intentan perpetuar la leyenda de Polybius. Periodistas e investigadores locales están intentando probar la existencia de este juego recreativo, pero hasta ahora, nadie ha conseguido dar con uno auténtico. Y tampoco, hasta ahora, se ha logrado encontrar en ninguna revista especializada reseña o crítica alguna a tal juego, ni en ningún periódico de la época ninguna noticia que hiciera referencia a esas supuestas muertes. ¿Habrán hecho tan bien su trabajo los “Men in Black” (Hombres de Negro),  borrando cualquier rastro que pudiera delatar a su "arma mental secreta"? ¿O será una simple leyenda urbana alimentada por los nostálgicos del misterio?




Puede que se trate de una mezcla de las dos… A diferencia de Polybius, sí que hay noticia (verídica, contrastada y confirmada), de un juego de 1980 con el que murieron dos chicos de un infarto. Berzerk ostenta el triste honor de ser el primer videojuego de la historia “que se cobra una vida humana”. Aunque, por supuesto, eso no quiere decir que el juego la provocara. Simplemente, la casualidad y la adicción de esos chicos a este entretenimiento les produjo el ataque al corazón (posiblemente ya enfermo). Cualquiera de vosotros puede buscar y encontrar en internet una cascada de casos de muertes en los últimos años por estar 12,18,24 o 40 horas seguidas con el mando frente a una pantalla, sin que el título del videojuego fuera relevante.. Nadie achacaría el fallecimiento al juego. Más bien “el acusado” estaba en el sitio equivocado en el momento equivocado. 


¿Pueden, a través de la programación de un videojuego, “jugar” (nunca mejor dicho) y manipular nuestra mente? Seguramente sí. ¿Lo están haciendo, o intentándolo? Tal vez...