ESTADOS UNIDOS: WASHINGTON Y OREGÓN.
Junio 2007
Junio 2007
Con una extensión similar a la del continente europeo, la
mayoría de visitantes que recibe Estados Unidos se limita a conocer las playas
de California y de Florida, los parques nacionales del suroeste o las grandes
ciudades de la Costa Este. Y los más aventureros, tal vez se adentren en las
Rocosas. Intentaré desviaros de vuestro itinerario mostrándoos la increíble
belleza que rodea la salvaje costa del noroeste, que abarca los estados de
Oregón, Washington y el norte de California, donde se esconden bellísimos paisajes
naturales como el Cráter Lake y misteriosos seres como el Bigfoot.
Costa del Pacífico (Washington) |
Era nuestra tercera aventura en Norteamérica, y las Montañas
Rocosas, uno de nuestros sueños, se hicieron realidad. Después de atravesarlas
a lo largo de Estados Unidos y Canadá, debíamos cerrar el semi-círculo para ir
hasta Seattle, desde donde regresaba nuestro vuelo. Volvimos a traspasar la
frontera, y nos preparamos para recorrer una de las zonas más salvajes y
espectaculares del continente.
Aunque apenas tuvimos tiempo de rascar la geografía de estos
maravillosos y desconocidos estados, esta pequeña incursión nos sirvió para
descubrir unos paisajes increíbles, que todavía se conservan frescos en nuestra
retina.
Esta sobrecogedora geografía y sus verdes paisajes tienen un
precio para el turista: el agua. Es una región con abundantes lluvias durante
todo el año, y así lo pudimos comprobar nada más cruzar la frontera (aunque en
Vancouver tienen la misma climatología). El camino se nos había alargado con nuestra visita a la metrópoli de la Columbia Británica, y con
el tiempo encima, decidimos pasar la noche en el parking de la estación de tren
de Bellingham.
Monte Hood (Oregón) |
La falta de descanso y el clima estaban empezando a hacer
mella en nuestro ánimo. Volvía a amanecer triste y lluvioso, y el Monte Santa
Helena se escondía ante nuestros ojos. Sólo el café gratis que se servía aquel
17 de junio por todas partes nos consoló un poco. En esa fecha los americanos
celebran el Día del Padre y lo festejan con esta tradición de ofrecer café. La
bebida, calentita, entraba muy bien con ese tiempo fresco y húmedo. Nos
abrazamos a los vasos humeantes y dimos gusto a nuestro olfato antes de alegrar
a nuestro estómago. Pero la decepción de no poder ver el volcán pesaba
todavía sobre nuestro ánimo. Aun así, quedaba una esperanza… Como teníamos que
volver a “subir”, habría otra oportunidad para avistarlo antes de irnos
(por si no leéis esa crónica, sí, lo vimos, y fue espectacular).
Monumento Histórico Nacional de Fort Vancouver, Vancouver (Washington) |
En Fort Vancouver descubrimos un interesante sitio
arqueológico que todavía conservaba edificaciones de un antiguo puesto
comercial del siglo XIX, perteneciente a la Hudson´s
Bay Company, que se autoabastecía y competía por el comercio de pieles con
su rival canadiense, la North West
Company. El fuerte, restaurado, muestra edificios de madera que se pueden
visitar para conocer los oficios y el modo de vida de las personas que poblaban
este asentamiento en los primeros años de 1800.
Aunque no paramos, desde la ventanilla del coche pudimos
intuir que Portland, la ciudad más importante y poblada del estado de Oregón, era
una agradable urbe con un atractivo skyline
(perfil de rascacielos). Famosa por poseer y cuidar de sus numerosos
espacios verdes, puede suponer un alto en el camino, aunque no tenga nada
especial que ver.
Portland (Oregón) |
Hotel Timberline Lodge (Oregón) |
Hotel Stanley (Colorado) |
Camino del Monte Hood (creo) |
Nosotros, como viajeros humildes, tampoco podíamos pagar los precios del Timberline Lodge, así que nos conformamos con asomarnos al hall para sacar unas fotos y sentir el escalofrío en el lugar donde se rodó la película de Kubrick. El emplazamiento, en un entorno similar al de las Rocosas, y el hotel, muy parecido al Stanley, nos trasladaba el horror y la tensión que pudo sentir King en su estancia en Colorado. Además, el día oscuro y lluvioso le daba el toque final ideal para sumergirnos de lleno en una historia de terror y sentirnos como protagonistas de una novela del genio de Maine (aunque despejó de golpe).
Dejando atrás las sombras del Timberline Lodge, el tiempo empieza a mejorar, el cielo se tiñe de
azul y el paisaje se torna más seco y desértico, dando por finalizado este tenebroso
capítulo.
Rápidos de Benhalm Falls (Oregón) |
Cráter Lake (Oregón) |
Toda la suerte que nos faltó en el Santa Helena nos sonrió
en el Cráter Lake, donde pudimos observar y maravillarnos con esta joya que la
naturaleza nos ha regalado. Creo que he visto pocos paisajes a la altura de
este, y desde luego, por su singularidad, es un lugar mágico que te deja sin
palabras. El azul intenso del agua de la caldera, con la nieve amontonada en su
orilla, nos proporcionó un momento inolvidable.
Cráter Lake (Oregón) |
Y absortos en aquel magnífico escenario, desplegamos nuestro
mapa de carreteras para planificar la vuelta hacia Seattle. Pero nuestra
ansia viajera y nuestra mirada curiosa nos dirigió hacia el sur del plano,
donde, detrás de una línea continua que delimitaba la frontera de estado,
aparecía California. Aunque habíamos recorrido casi todo el territorio años
atrás, tuvimos que sacrificar el salvaje norte para dedicarle más tiempo a los
parques nacionales del sur, así que, que mejor ocasión que aquella para recorrer los
bosques de Secuoyas del norte de California… en busca del Bigfoot.
POLYBIUS, EL JUEGO ASESINO.
Seguramente, los que seáis de mi generación (1975), habréis sisado a vuestra madre algún duro de las vueltas del pan para ir a echar una partida a la sala recreativa del barrio. En tiempos en los que no existían consolas ni lonjas donde reunirse la juventud, estos centros repletos de máquinas recreativas eran el lugar de encuentro entre los chavales cuando se cansaban de dar patadas al balón o de corretear entre ruinas de casas abandonadas o edificios en obras, allá por los maravillosos años 80. A nuestros padres, ciertamente, no les gustaba nada que frecuentáramos estos “antros” donde, aparte de los macarras del barrio, sólo se amontonaba humo de tabaco y adicción al juego. Y puede que fuera así, pero como el primer cigarrillo que te fumas escondido dentro de una tubería de agua o la primera revista erótica que ojeas con tu mejor amigo, aquellos arcades tenían la etiqueta de “prohibido”, colgada por unos progenitores responsables que no querían que sus hijos cayeran poco menos que en la delincuencia. Y como todo lo censurado, aquellos negocios ejercían de imán para unos adolescentes que estaban descubriendo el mundo de los videojuegos.
Aunque mi destreza con ellos era nula, pues sí, como todos,
me eché unas partiditas a escondidas, aunque nunca grabara mi nombre en el
ranking de los récords. Ni siquiera me acuerdo que mote tenía. Tal vez ni había
pensado en un “nombre de guerra” porque era muy malo compitiendo. Había cantidad de juegos
entre los que elegir, pero no recuerdo haber visto nunca el Polybius… porque seguramente no se trajo a España, y
porque, tal vez, sólo sea una leyenda urbana, aunque muchos aseguran haber probado
el “juego maldito”.
¿Puede estar programado un videojuego para matar?
Todo comienza en 1981, en los suburbios de Portland, Oregón.
A los barrios de esta gran ciudad norteamericana llega un arcade que pronto
comienza a llamar la atención de los adolescentes, que llegan en masa para
echar monedas al Polybius. Su
adicción es tal, que los chicos guardan largas colas para poder hacerse con sus
mandos y pilotar una nave espacial que se mueve entre figuras y luces
estroboscópicas, que van girando la pantalla. El nombre, que traducido del
alemán significa “Pérdida de los sentidos”, ya da una pista de las posibles
consecuencias y lesiones que podría producir al sujeto que interactuara con esta
maquinita. Se cuenta que los adolescentes sufrían mareos, vómitos, ataques
epilépticos, pérdida de memoria, alucinaciones, tics nerviosos, amnesia y
pesadillas, entre otros síntomas. Entre disparo y disparo, Polybius mandaba mensajes subliminales que
volvían agresivos y totalmente dependientes a los jugadores, y que inducían,
incluso, al suicidio. De hecho, un chico parece que murió mientras jugaba a él.
Aquello precipitó su retirada tras sólo unos meses en
funcionamiento, cuando los famosos “Hombres de Negro”, que hacían frecuentes
incursiones en las salas recreativas para controlar el supuesto experimento, se
llevaron todas las unidades del juego para siempre, y lo convirtieron así en un mito,
en el que hoy en día muchos creen, y al que muchos persiguen.
Los programas de control mental por parte del gobierno
americano a través de la CIA no son nuevos. El famoso proyecto secreto MK Ultra se inició en los años 50, y no
fue (oficialmente), hasta 1973 cuando se abandonó. Probablemente, muchos países,
a lo largo del planeta, dispongan de personal asignado a este tipo de experimentos
secretos. ¿Puede haber sido Polybius
el protagonista de uno de estos ensayos con humanos? Mucha gente cree que sí, y
hay varias personas en Portland que hoy en día aseguran que lo han visto y que
han llegado a jugarlo. Unos tienen recuerdos borrosos sobre él, debido a los
años que han pasado, pero también se encuentran individuos que lo tienen fresco
en su memoria, a pesar del poco tiempo que estuvo en el mercado. E incluso hay
coleccionistas que juran poseer un ejemplar del “juego asesino”, aunque muchas
veces se traten de imitaciones y falsificaciones que intentan perpetuar la
leyenda de Polybius. Periodistas
e investigadores locales están intentando probar la existencia de este
juego recreativo, pero hasta ahora, nadie ha conseguido dar con uno auténtico.
Y tampoco, hasta ahora, se ha logrado encontrar en ninguna revista especializada reseña o
crítica alguna a tal juego, ni en ningún periódico de la época ninguna noticia
que hiciera referencia a esas supuestas muertes. ¿Habrán hecho tan bien su trabajo
los “Men in Black” (Hombres de Negro), borrando cualquier rastro que pudiera delatar a su "arma mental secreta"? ¿O será una simple leyenda urbana
alimentada por los nostálgicos del misterio?
Puede que se trate de una mezcla de las dos… A diferencia de
Polybius, sí que hay noticia
(verídica, contrastada y confirmada), de un juego de 1980 con el que murieron
dos chicos de un infarto. Berzerk ostenta
el triste honor de ser el primer videojuego de la historia “que se cobra una
vida humana”. Aunque, por supuesto, eso no quiere decir que el juego la
provocara. Simplemente, la casualidad y la adicción de esos chicos a este entretenimiento les produjo el
ataque al corazón (posiblemente ya enfermo). Cualquiera de vosotros puede buscar y encontrar en internet
una cascada de casos de muertes en los últimos años por estar 12,18,24 o 40
horas seguidas con el mando frente a una pantalla, sin que el título del videojuego fuera relevante.. Nadie achacaría el fallecimiento al juego. Más bien “el acusado” estaba en
el sitio equivocado en el momento equivocado.
¿Pueden, a través de la programación de un videojuego,
“jugar” (nunca mejor dicho) y manipular nuestra mente? Seguramente sí. ¿Lo
están haciendo, o intentándolo? Tal vez...