
Con el ambiente del far
west deleitando nuestros sentidos, llegamos a Lincoln, territorio por el
que el famoso Billy “El niño” impartía su ley. El pueblo se mantiene como en el
siglo XIX, con las construcciones impecablemente conservadas, y un ambiente
especialmente relajado, que sólo se altera cuando un potente ruido de motores
se acerca por la calle principal. Como si de modernos bandidos se trataran,
“Los pistoleros de Texas” aparcan sus potentes motos y entran en grupo en el
viejo saloon para humedecer sus secas
gargantas. Siguiendo las huellas de William H.Bonney (Billy “El niño”)
aparecemos en Socorro, donde visitamos la bella misión de San Miguel.


Y así llegamos a Flagstaff, la entrada al Gran Cañón. Una soleada población que recorremos ansiosos por la cercanía de la espectacular garganta que ha horadado el río Colorado durante millones de años. Nos acercamos a Tuyasan, el aeropuerto desde donde salen los vuelos panorámicos para ver esta maravilla natural desde el aire. Impacientes, reservamos asiento para una avioneta que sale esa misma tarde a las 17.00h (unos 120 euros en aquella época). También disponéis de helicópteros, pero creo que son más caros. La experiencia fue inolvidable, y nos disipó las dudas que nos habían creado las postales que habíamos visto del Gran Cañón. Según avanzábamos por nuestro recorrido por el suroeste de Estados Unidos e íbamos descubriendo los increíbles paisajes que guardaba, nos aparecían imágenes del Gran Cañón que, tal vez no nos impresionaban demasiado después de todos los Parques Nacionales que habíamos visitado. Teníamos miedo de que las expectativas que habíamos volcado sobre él se diluyeran cuando llegáramos hasta sus miradores. Pero nada más lejos de la realidad. Si habéis leído la presentación de este blog, sabréis a lo que me refiero. Para los que no lo hayan hecho, para evitar empalagaros con los adjetivos más asombrosos que recoge el diccionario y aburriros, sólo deciros que al sentarme al observar su inmensidad sentí que había nacido en el lugar equivocado. Para mí, no hay nada igual en el mundo, y todavía, muchos años después, ningún escenario me ha hecho sentir algo parecido. Es como querer explicar lo que es el amor… por mucho que lo intentes, nunca podrás transmitir con palabras lo que sientes.
Después de disfrutarlo desde las alturas, reservamos un
camping ( Mother Village) y nada más entrar en el Parque Nacional (nosotros lo
hicimos en coche, pero creo que ahora han puesto autobuses internos) nos
topamos por sorpresa con el primer mirador, que nos corta la respiración.
Cuando empieza a caer la luz, montamos la tienda de campaña y nos quedamos observando las estrellas un buen
rato. La noche es perfecta, despejada, y con una temperatura muy agradable. Es
el momento de deleitarnos y sentirnos afortunados por disfrutar de tan mágico
momento. Hasta el suelo de la parcela me parecía un colchón. Todo era perfecto.


Y la siguiente parada es Lake Havasu City. Un lugar en el
que hace mucho calor, húmedo además, que tiene la segunda atracción más
visitada de Arizona (sobra decir cuál es la primera).
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Tal vez muchos de vosotros desconozcáis que el Puente de Londres original no se encuentra en la capital británica, sino en esta población de poco más de 50000 habitantes en medio del desierto. En 1968 se lo vendieron a un millonario americano, que pieza por pieza, lo trasladó hasta Arizona.


Y de ahí, a Los Ángeles. La tranquilidad y la paz de la que
habíamos disfrutado en las solitárias carreteras del desierto se esfumó de un
plumazo al llegar a Anaheim. La entrada nocturna fue una locura total con
cientos de coches circulando a gran velocidad por decenas de circunvalaciones.
Por fortuna, encontramos un motel para descansar, aunque hasta los teléfonos
estaban acelerados aquella noche. Mientras dormíamos, sonó dos veces de
madrugada. Alguien preguntaba por la habitación 224 (la nuestra) para decir a
continuación que se había equivocado. El haber visto ese mismo día numerosos
carteles con personas desaparecidas (sobre todo chicas), no ayudó a quitar
importancia al incidente. Bueno, al final no ocurrió nada y amanecimos para
conocer la ciudad más grande California, cuya primera impresión no resultó muy
acogedora. Se notaba que la gente era más fría al trato, y, sobre todo, por
primera y única vez, nos dio la sensación de cierta inseguridad. Pero eso os lo
contaré en la próxima entrada…
Os devuelvo a Lincoln para conocer mejor a Billy El niño…

Poco se sabe de él hasta que aparecen las primeras huellas
de su pasado a la edad de 14 años. En ese tiempo, la vida de Billy da un giro
de 180 º cuando su madre muere de tuberculosis. Tras su fallecimiento, su
padrastro le abandona, junto a su hermano, para irse a Arizona. De ascendencia
irlandesa, se cree que nació en Nueva York, y que se trasladó a Wichita
(Kansas) y más tarde a Nuevo México, cuando le diagnosticaron la enfermedad a
su madre. Con muy buenos modales y bastante introvertido, el pequeño Billy no
tuvo más remedio que buscarse la vida de friegaplatos para salir adelante. Pero
aquello no le permitía vivir dignamente, así que se vio forzado a cometer
pequeños hurtos para sobrevivir. Esa época en la que deambuló por Nuevo México,
le serviría para aprender de los vaqueros mexicanos todo lo que debía saber
sobre reses y armas, además de adoptar su idioma. Llegó a hablar castellano
perfectamente.



Huido de nuevo, “Los Reguladores” se dispersaron y muchos
huyeron del estado. Billy, sin embargo, decidió quedarse. Tal vez por amor… se
había enamorado de una joven mexicana llamada Paulita, y aunque la familia de
la chica no aprobaba su relación con un forajido, él no tiró la toalla. La
guerra del Condado de Lincoln había traspasado fronteras y llegado a oídos del
mismísimo presidente de Estados Unidos Rutherford B. Hayes. El republicano
nombró a un nuevo gobernador para que atajara el problema. Lew Wallace prometió
indulto a los miembros de las bandas enfrentadas que todavía se encontraran en
territorio del condado. Billy se comprometió a colaborar con la justicia. A
cambio de declarar como testigo en otros juicios pendientes, obtendría el
perdón. Confiado en la palabra del gobernador, se entregó, pero éste incumplió
su promesa y le encerró. Fue el único hombre envuelto en el conflicto que fue
castigado.

Pat Garret, que aquel día se encontraba fuera de la ciudad,
no tardó en volver a encontrarle en su casa junto a su compañera. Parece ser
que Billy nunca supo que el hombre que le disparó a bocajarro fue su antiguo
conocido. Unos dicen que fue con una escopeta en el estómago, otros de un
disparo en el corazón… y otros… que William H. Bonney no murió aquella noche
del 14 de julio de 1881. Unas palabras atribuidas a su supuesto verdugo decían
que el sheriff dudaba de si el hombre que había matado en plena noche era Billy
“El niño”. Y aquí está el verdadero misterio de esta historia…
En 1948 aparece un anciano de 88 años en Texas que dice ser
Billy “El niño”. Brushy Bill Roberts asegura que él es el famoso forajido y que
antes de morir quiere volver al Condado de Lincoln para que le den el prometido
indulto. Las pruebas de ADN del 2003 no pudieron ofrecer resultados porque
dicen que la que se creía que era la madre de Billy, en realidad era su tía, y que se quemaron los huesos, etc, etc… Curiosamente, un
personaje tan conocido en la época se lanzó a una fosa común sin poner nombre a
su lápida. Roberts dice que aquella noche, Pat Garret mató a otro hombre
(coincide con sus supuestas declaraciones a sus ayudantes) y que él huyo a
México. Un experto en análisis facial determinó que se trataban de los mismos
rostros.
Podríamos pensar que Pat Garret dijo que se trataba de Billy
para cerrar ya el asunto y mantener su reputación intacta, sabiendo que iba a
huir al otro lado de la frontera, o incluso en un posible pacto entre los dos
para simular su muerte. Desde luego, la incógnita se mantendrá para los más
románticos, y la certeza de su defunción oficial se impondrá entre los menos incrédulos.
Fuera cual fuera el final de Billy “El Niño”, reconozco que
es un personaje que me ha conquistado a medida que he ido conociéndole. Nos lo
querían presentar como un frío y despiadado pistolero que no le temblaba el
pulso a la hora de apretar el gatillo. 21 asesinatos en 21 años de vida (sin
contar mexicanos) añadía la macabra leyenda… No están más de 4 demostrados. Pero en el fondo, sólo era un pobre chico que
intentó buscar, sin éxito, un lugar en el mundo. Un mundo corrupto y salvaje
que no le dio ninguna oportunidad. Un mundo violento que no hacía más que
empujarle fuera de la ley, a pesar de sus voluntariosos intentos por cumplirla.
Lo cierto es que él nunca quiso ser famoso, a pesar de que
era el candidato perfecto para fabricar historias de legendarios forajidos que
entretuvieran a la gente de la época: huérfano, tremendamente ágil con el
revólver y con cara de niño (realmente lo era). Aún hoy en día, se mantiene un
fuerte interés por la figura de Billy “El Niño”. Hasta ahora, la única foto que
se creía que existía de él (por cierto, debido a ella se pensó que era zurdo,
pero se manejaba con la derecha) llegó a alcanzar un precio de 2´3 millones de
dólares en una subasta. Hace unos años apareció otra supuesta imagen suya, que
alguien había comprado en un rastrillo de segunda mano por 1 dólar, y que se ha
tasado en 5 millones. Cómo veis, al chico que sólo intentaba buscarse el pan de
cada día, lo convirtieron ya, desde el siglo XIX cuando vendían periódicos
contando sus “hazañas”, en una máquina de sacar dinero, que hoy, 140 años
después, sigue dando beneficios y muchas horas de debate.
Con el tiempo, he descubierto que, quizás, William H. Bonney
fuera el forajido con más valores y principios de todos los que galopaban por
el salvaje oeste. Es de esos casos en los que te apetece ponerte del lado del
“malo”, porque como en la vida actual, los papeles están invertidos. Y es
también un caso en el que deseas que la historia del viejo Brushy Bill Roberts
fuera real, y que verdaderamente pudiera encontrar el camino de la paz que
tanto buscó durante su juventud, y morir en paz a los 90 años.
Os recomiendo una película buenísima (si no la habéis visto
ya), que narra de forma bastante fiel la vida de Billy “El Niño”: Arma Joven (Young Guns) (1988)
¡Que disfrutéis de la peli, y de la entrada del blog!