Después de visitar el museo UFO de Roswell, arrancamos de
nuevo y volvemos a la carretera con la música “country” acompañándonos en
nuestra aventura. La sensación de libertad era fabulosa… carreteras
interminables y solitarias, con montañas y grandes ranchos flanqueando el
caluroso asfalto. Maravilloso. Y precisamente, dimos un volantazo para
acercarnos a uno de estos ranchos para ver como trabajaban los auténticos
cowboys. Después de pedirles permiso y charlar un rato con ellos, no nos
pusieron pegas para sacar fotos mientras seleccionaban las reses. Una estampa
que parecía de otro tiempo, pero que en esas tierras es todavía una forma de
vida habitual.
Con el ambiente del far
west deleitando nuestros sentidos, llegamos a Lincoln, territorio por el
que el famoso Billy “El niño” impartía su ley. El pueblo se mantiene como en el
siglo XIX, con las construcciones impecablemente conservadas, y un ambiente
especialmente relajado, que sólo se altera cuando un potente ruido de motores
se acerca por la calle principal. Como si de modernos bandidos se trataran,
“Los pistoleros de Texas” aparcan sus potentes motos y entran en grupo en el
viejo saloon para humedecer sus secas
gargantas. Siguiendo las huellas de William H.Bonney (Billy “El niño”)
aparecemos en Socorro, donde visitamos la bella misión de San Miguel.
Y del recuerdo del más conocido forajido del salvaje oeste,
a la mítica ruta 66 que une Chicago con Los Ángeles. Enganchamos la legendaria
vía para llegar a Hollbrook, Arizona. Los moteros disfrutarán especialmente de
este tramo por el aura que desprende. No os decepcionará.
Como tampoco lo hará el “Meteor Cráter”, un agujero de 1.2
kilómetros de diámetro que permanece en mitad del desierto de Arizona desde
hace 50.000 años, cuando un meteorito de 50 metros de largo impactó sobre esta
zona del planeta, con una potencia 150 veces más fuerte que la bomba nuclear de
Hiroshima.
Y así llegamos a Flagstaff, la entrada al Gran Cañón. Una soleada población que recorremos ansiosos por la cercanía de la espectacular garganta que ha horadado el río Colorado durante millones de años. Nos acercamos a Tuyasan, el aeropuerto desde donde salen los vuelos panorámicos para ver esta maravilla natural desde el aire. Impacientes, reservamos asiento para una avioneta que sale esa misma tarde a las 17.00h (unos 120 euros en aquella época). También disponéis de helicópteros, pero creo que son más caros. La experiencia fue inolvidable, y nos disipó las dudas que nos habían creado las postales que habíamos visto del Gran Cañón. Según avanzábamos por nuestro recorrido por el suroeste de Estados Unidos e íbamos descubriendo los increíbles paisajes que guardaba, nos aparecían imágenes del Gran Cañón que, tal vez no nos impresionaban demasiado después de todos los Parques Nacionales que habíamos visitado. Teníamos miedo de que las expectativas que habíamos volcado sobre él se diluyeran cuando llegáramos hasta sus miradores. Pero nada más lejos de la realidad. Si habéis leído la presentación de este blog, sabréis a lo que me refiero. Para los que no lo hayan hecho, para evitar empalagaros con los adjetivos más asombrosos que recoge el diccionario y aburriros, sólo deciros que al sentarme al observar su inmensidad sentí que había nacido en el lugar equivocado. Para mí, no hay nada igual en el mundo, y todavía, muchos años después, ningún escenario me ha hecho sentir algo parecido. Es como querer explicar lo que es el amor… por mucho que lo intentes, nunca podrás transmitir con palabras lo que sientes.
Después de disfrutarlo desde las alturas, reservamos un
camping ( Mother Village) y nada más entrar en el Parque Nacional (nosotros lo
hicimos en coche, pero creo que ahora han puesto autobuses internos) nos
topamos por sorpresa con el primer mirador, que nos corta la respiración.
Cuando empieza a caer la luz, montamos la tienda de campaña y nos quedamos observando las estrellas un buen
rato. La noche es perfecta, despejada, y con una temperatura muy agradable. Es
el momento de deleitarnos y sentirnos afortunados por disfrutar de tan mágico
momento. Hasta el suelo de la parcela me parecía un colchón. Todo era perfecto.
A las 05.30h nos despertamos para ver el amanecer. Aunque
hay cientos de coreanos, ello no nos impide gozar del espectáculo que el astro
Sol y el Gran Cañón nos ofrecen. Ahora han construido un mirador de suelo de
cristal que te pone literalmente flotando sobre el vacío. Debe ser
espectacular, aunque dicha construcción produjo una polémica importante debido
a que rompía el paisaje natural del entorno. Hay muchas rutas de trekking para
bajar al fondo del cañón, pero informaros bien porque es fácil perderse si no
conocéis bien el lugar. Hay unos 250 rescates al año de gente que se pierde o
se despeña. Hay una especialmente bella que os conduce en unas tres horas hasta
las cataratas de Havasu, en una reserva india. Un lugar inolvidable (ojalá la
pueda hacer algún día).
Con la “resaca” del Gran Cañón, seguimos por la Ruta 66
hasta Williams, un pueblo encantador que parece sacado de los años 50. A la salida visitamos un decorado del far west y nos paramos a comer en un
merendero. Tened cuidado (hay carteles pintados hasta en el suelo avisando)
porque hay muchas serpientes venenosas por los alrededores.
Y la siguiente parada es Lake Havasu City. Un lugar en el
que hace mucho calor, húmedo además, que tiene la segunda atracción más
visitada de Arizona (sobra decir cuál es la primera).
Tal vez muchos de vosotros desconozcáis que el Puente de Londres original no se encuentra en la capital británica, sino en esta población de poco más de 50000 habitantes en medio del desierto. En 1968 se lo vendieron a un millonario americano, que pieza por pieza, lo trasladó hasta Arizona.
Y de nuevo entrábamos en California por el Parque Nacional
de Joshua Tree, llamado así por el árbol de Josué, una especie muy peculiar de
cactus, que se encuentra casi exclusivamente en esta zona. El lugar es
excepcional, y para los amantes de la botánica, podéis encontrar ocotillos
(otro cacto), chollas y numerosas plantas autóctonas, junto con animales como
el famoso correcaminos, con su inseparable “amigo” el coyote. Otra de las atracciones
son las formaciones rocosas, que adoptan figuras increíbles como la “Skull
Rock” que parece una calavera. Podría ser, siguiendo con los dibujos animados,
el hogar de “Los Picapiedra”.
Tras atravesar este bonito paisaje, llegamos a Yucca Valley,
un municipio en el valle de San Bernardino, donde podemos fotografiar al rey de
los cactus, el saguaro. Sí, el típico que dibujamos cuando somos niños y que
sale en las pelis del oeste, pero gigante, de varios metros de altura, alzándose fácilmente hasta los 12 metros sobre la tierra, e incluso los 18. El ejemplar más
alto registrado llegó hasta casi los 24.
Y de ahí, a Los Ángeles. La tranquilidad y la paz de la que
habíamos disfrutado en las solitárias carreteras del desierto se esfumó de un
plumazo al llegar a Anaheim. La entrada nocturna fue una locura total con
cientos de coches circulando a gran velocidad por decenas de circunvalaciones.
Por fortuna, encontramos un motel para descansar, aunque hasta los teléfonos
estaban acelerados aquella noche. Mientras dormíamos, sonó dos veces de
madrugada. Alguien preguntaba por la habitación 224 (la nuestra) para decir a
continuación que se había equivocado. El haber visto ese mismo día numerosos
carteles con personas desaparecidas (sobre todo chicas), no ayudó a quitar
importancia al incidente. Bueno, al final no ocurrió nada y amanecimos para
conocer la ciudad más grande California, cuya primera impresión no resultó muy
acogedora. Se notaba que la gente era más fría al trato, y, sobre todo, por
primera y única vez, nos dio la sensación de cierta inseguridad. Pero eso os lo
contaré en la próxima entrada…
Os devuelvo a Lincoln para conocer mejor a Billy El niño…
En la noche del 18 de febrero de 1878, en una arboleda
cercana a Lincoln, Nuevo México, un grupo de hombres cabalgaba en medio de la
oscuridad. Al frente de ellos se encontraba John Tunstall, un refinado
caballero inglés que había emigrado al oeste americano en busca de fortuna.
Había comprado un rancho y abierto un pequeño almacén donde vendía sus
productos. Pero aquella fatídica noche, su sueño se apagó a la luz de la luna.
Un jinete se acercó a él y le disparó causándole la muerte. Los vaqueros que le
acompañaban eran chicos huérfanos o descarriados a los que el granjero
británico les había ofrecido una vida digna trabajando para él. Ente ellos se
encontraba el joven Henry McCarthy (Billy “El niño”).
Poco se sabe de él hasta que aparecen las primeras huellas
de su pasado a la edad de 14 años. En ese tiempo, la vida de Billy da un giro
de 180 º cuando su madre muere de tuberculosis. Tras su fallecimiento, su
padrastro le abandona, junto a su hermano, para irse a Arizona. De ascendencia
irlandesa, se cree que nació en Nueva York, y que se trasladó a Wichita
(Kansas) y más tarde a Nuevo México, cuando le diagnosticaron la enfermedad a
su madre. Con muy buenos modales y bastante introvertido, el pequeño Billy no
tuvo más remedio que buscarse la vida de friegaplatos para salir adelante. Pero
aquello no le permitía vivir dignamente, así que se vio forzado a cometer
pequeños hurtos para sobrevivir. Esa época en la que deambuló por Nuevo México,
le serviría para aprender de los vaqueros mexicanos todo lo que debía saber
sobre reses y armas, además de adoptar su idioma. Llegó a hablar castellano
perfectamente.
En su periplo sin rumbo, llegó hasta el Condado de Lincoln,
donde Tunstall le adoptó como a un hijo y le ofreció un trabajo, aparte de un
caballo y un Winchester 73. Mucho más de lo que nadie jamás había hecho por él.
Pero Lincoln, en aquella época, era una ciudad fronteriza llena de
oportunidades para el que quisiera arriesgarse. El problema era que el pastel
ya estaba repartido. Murphy y Dolan eran dos propietarios que poseían
prácticamente todo el pueblo, incluso a las autoridades. Nadie osaba a hacerles
la competencia. Entonces llegó el ingenuo Tunstall, que todavía, desde su
perspectiva europea, no creía que alguien fuera a asesinar por mantener el
monopolio del comercio en una ciudad. Asustar, amedrentar, amenazar, algún
pequeño golpe… pero no matar. Está claro que la vida en el oeste no casaba con
las maneras inglesas. La flema británica no servía en las salvajes tierras
americanas, y los dos miembros del Ring of Santa Fé (una especie de mafia que
dominada el estado) ordenaron al Sheriff Brady que quitara de en medio a
Tunstall.
Los chicos del ranchero inglés conocían de sobra quién se
hallaba detrás de tan cobarde acto, de modo que, huérfanos de nuevo, decidieron
tomarse venganza. Una mañana, el paseo del Sheriff de Lincoln y su ayudante
acabó en tragedia. Acribillados a tiros, cayeron a plomo en plena calle. En
este punto hay dos versiones: unos dicen que el asesinato fue premeditado, y
otros que fue espontaneo. Cuando “Los Reguladores” (así se hacían llamar los
hombres de Tunstall) se encontraban desayunando tranquilamente en el pueblo,
vieron pasar a Brady, y no dudaron en ir a por él. De una u otra forma, aquella
acción desencadenó una guerra abierta entre los dos bandos, que no tendría
tregua durante muchos meses.
Acusados por la ley, pusieron precio a la cabeza de “Los
Reguladores”, obligándoles a huir de Lincoln. Billy, por entonces, no era ni
mucho menos el líder de la banda. Era uno más, y todos le tenían aprecio por su
personalidad y su cara de niño. Con el Marshall
pisándole los talones, Wiiliam H.Bonney (otro de sus nombres) aprovechó su
relación con los mexicanos para esconderse entre ellos. La mayoría de los
blancos les despreciaban, pero Billy no. Ello hizo que le protegieran y le
mantuvieran a salvo de sus perseguidores. Pero curiosamente fue él quien se
metió en la boca del lobo. Le habían llegado noticias de que estaban presionando
a McSween, socio de Tunstall, y “Los Reguladores” no dudaron en acudir en su
ayuda. Pero la casa del ranchero se convirtió en una trampa de ratas.
Acorralados durante 5 días, y con McSween ya muerto, aquel día comenzó la
leyenda de Billy “El Niño”. Su valentía y personalidad durante el tiroteo salvó
al grupo de una tragedia mayor. Aquel chico imberbe parecía tener las ideas muy
claras, y no estaba dispuesto a transigir.
Huido de nuevo, “Los Reguladores” se dispersaron y muchos
huyeron del estado. Billy, sin embargo, decidió quedarse. Tal vez por amor… se
había enamorado de una joven mexicana llamada Paulita, y aunque la familia de
la chica no aprobaba su relación con un forajido, él no tiró la toalla. La
guerra del Condado de Lincoln había traspasado fronteras y llegado a oídos del
mismísimo presidente de Estados Unidos Rutherford B. Hayes. El republicano
nombró a un nuevo gobernador para que atajara el problema. Lew Wallace prometió
indulto a los miembros de las bandas enfrentadas que todavía se encontraran en
territorio del condado. Billy se comprometió a colaborar con la justicia. A
cambio de declarar como testigo en otros juicios pendientes, obtendría el
perdón. Confiado en la palabra del gobernador, se entregó, pero éste incumplió
su promesa y le encerró. Fue el único hombre envuelto en el conflicto que fue
castigado.
Traicionado, no tardó mucho en escaparse de la cárcel donde
le recluían, y junto con sus compañeros sobrevivió en el desierto como
cuatrero. Pero la justicia no se había olvidado de él. Llevaban tiempo
intentando arrestarle, pero en esa vasta región del Condado de Lincoln (como
Irlanda de grande) era muy difícil dar con su paradero. A eso había que añadir
que la mayoría de los agentes de la ley no sabían ni tan siquiera como era
Billy físicamente. Así que recurrieron a un hombre que le conocía
perfectamente: Pat Garret. Este antiguo cazador de búfalos llegó a compartir
hoguera con nuestro protagonista, y no dudó en apresarlo cuando se vio en la
obligación. De nuevo entre rejas, Billy fue condenado a muerte, pero de nuevo
logró zafarse de la horca. Irónicamente, había avisado a sus carceleros de que
había logrado escapar de sus anteriores cautiverios gracias al tamaño de sus
manos. Éstos se tomaron el comentario a risa, pero efectivamente, una de las
hipótesis más creídas es que, al tener muñecas anchas y manos pequeñas, logró
escurrirse las esposas y librarse de sus guardianes a base de tiros. En aquella
época ya existían esposas regulables, pero en Lincoln, una localidad apartada, todavía
no habían llegado, y la talla única proporcionó a Billy una vía de escape.
Pat Garret, que aquel día se encontraba fuera de la ciudad,
no tardó en volver a encontrarle en su casa junto a su compañera. Parece ser
que Billy nunca supo que el hombre que le disparó a bocajarro fue su antiguo
conocido. Unos dicen que fue con una escopeta en el estómago, otros de un
disparo en el corazón… y otros… que William H. Bonney no murió aquella noche
del 14 de julio de 1881. Unas palabras atribuidas a su supuesto verdugo decían
que el sheriff dudaba de si el hombre que había matado en plena noche era Billy
“El niño”. Y aquí está el verdadero misterio de esta historia…
En 1948 aparece un anciano de 88 años en Texas que dice ser
Billy “El niño”. Brushy Bill Roberts asegura que él es el famoso forajido y que
antes de morir quiere volver al Condado de Lincoln para que le den el prometido
indulto. Las pruebas de ADN del 2003 no pudieron ofrecer resultados porque
dicen que la que se creía que era la madre de Billy, en realidad era su tía, y que se quemaron los huesos, etc, etc… Curiosamente, un
personaje tan conocido en la época se lanzó a una fosa común sin poner nombre a
su lápida. Roberts dice que aquella noche, Pat Garret mató a otro hombre
(coincide con sus supuestas declaraciones a sus ayudantes) y que él huyo a
México. Un experto en análisis facial determinó que se trataban de los mismos
rostros.
Podríamos pensar que Pat Garret dijo que se trataba de Billy
para cerrar ya el asunto y mantener su reputación intacta, sabiendo que iba a
huir al otro lado de la frontera, o incluso en un posible pacto entre los dos
para simular su muerte. Desde luego, la incógnita se mantendrá para los más
románticos, y la certeza de su defunción oficial se impondrá entre los menos incrédulos.
Fuera cual fuera el final de Billy “El Niño”, reconozco que
es un personaje que me ha conquistado a medida que he ido conociéndole. Nos lo
querían presentar como un frío y despiadado pistolero que no le temblaba el
pulso a la hora de apretar el gatillo. 21 asesinatos en 21 años de vida (sin
contar mexicanos) añadía la macabra leyenda… No están más de 4 demostrados. Pero en el fondo, sólo era un pobre chico que
intentó buscar, sin éxito, un lugar en el mundo. Un mundo corrupto y salvaje
que no le dio ninguna oportunidad. Un mundo violento que no hacía más que
empujarle fuera de la ley, a pesar de sus voluntariosos intentos por cumplirla.
Lo cierto es que él nunca quiso ser famoso, a pesar de que
era el candidato perfecto para fabricar historias de legendarios forajidos que
entretuvieran a la gente de la época: huérfano, tremendamente ágil con el
revólver y con cara de niño (realmente lo era). Aún hoy en día, se mantiene un
fuerte interés por la figura de Billy “El Niño”. Hasta ahora, la única foto que
se creía que existía de él (por cierto, debido a ella se pensó que era zurdo,
pero se manejaba con la derecha) llegó a alcanzar un precio de 2´3 millones de
dólares en una subasta. Hace unos años apareció otra supuesta imagen suya, que
alguien había comprado en un rastrillo de segunda mano por 1 dólar, y que se ha
tasado en 5 millones. Cómo veis, al chico que sólo intentaba buscarse el pan de
cada día, lo convirtieron ya, desde el siglo XIX cuando vendían periódicos
contando sus “hazañas”, en una máquina de sacar dinero, que hoy, 140 años
después, sigue dando beneficios y muchas horas de debate.
Con el tiempo, he descubierto que, quizás, William H. Bonney
fuera el forajido con más valores y principios de todos los que galopaban por
el salvaje oeste. Es de esos casos en los que te apetece ponerte del lado del
“malo”, porque como en la vida actual, los papeles están invertidos. Y es
también un caso en el que deseas que la historia del viejo Brushy Bill Roberts
fuera real, y que verdaderamente pudiera encontrar el camino de la paz que
tanto buscó durante su juventud, y morir en paz a los 90 años.
Os recomiendo una película buenísima (si no la habéis visto
ya), que narra de forma bastante fiel la vida de Billy “El Niño”: Arma Joven (Young Guns) (1988)
¡Que disfrutéis de la peli, y de la entrada del blog!