CABO VERDE- SANTO ANTAO
Julio 2017
Camino de Cha de Igreja a Ponta Do Sol |
Vistas desde Cruzinha |
La llegada a la isla más occidental de Cabo Verde ha de
hacerse en ferry desde San Vicente. Hay dos navieras que realizan el trayecto 4
veces al día, dos por la mañana y dos por la tarde. Son muy puntuales, y en una
horita llegaréis a través de un agitado mar (los que os mareéis, id preparados)
a Porto Novo. Allí os asaltarán numerosos taxistas para llevaros hasta vuestro
alojamiento.
Fontainhas |
Antes de empezar nuestro recorrido por esta maravillosa
isla, hay que decir que los que vayáis en busca de grandes hoteles y playas
paradisiacas, no los encontraréis aquí, ni en la mayoría de las demás islas.
Solamente Sal y Boavista (dicen que Maio puede ser la siguiente en sucumbir a
las garras del turismo de playa) os ofrecerán ese tipo de vacaciones. Santo
Antao es para hacer trekkings, para reconciliarte con la naturaleza, para
deleitarte con sus paisajes montañosos y costeros, para respirar naturaleza,
para sentirte en el fin del mundo…
Vistas desde Cruzinha |
Vistas desde Ponta Do Sol |
Camino a Ribeira Alta |
Formiginhas |
Habíamos reservado cuatro noches en el Hotel Questel Bronq
de Cruzinha. Ribeira Grande, en el interior, es una encrucijada de la que
parten los caminos al norte, sur y costa oriental de la isla, las zonas más
pobladas y accesibles. En 4- 5 días sólo veréis la parte nordeste, pero tendréis
suficiente como para salir maravillados de los encantos de Santo Antao. Si
tenéis más tiempo, Tarrafal, en la costa occidental, es la región más
inaccesible y remota, a la que cuesta llegar, incluso en coche (4x4). Ponta do
Sol es la población más turística. En todas estas localidades hay pequeños
alojamientos en los que podréis hospedaros. Pero yo debo recomendaros el
Questel Bronq por varios motivos: 1.- Los chocitos en sí son una maravilla.
Habitación grande y espaciosa en una construcción muy bonita. Nosotros no la
usamos, pero tiene una pequeña piscina. 2.- El lugar. Decir espléndido es
quedarse corto. El camino hasta allí ya os dejará con la boca abierta, pero las
vistas son insuperables. Detrás, las imponentes montañas, y frente a tu cabañita
blanca, grandiosas vistas de espectaculares acantilados a ambos lados.
Simplemente inmejorable. Ideal para relajarse y desconectar. 3.- Es el punto de partida de (para nosotros)
las dos mejores caminatas de la isla (una de ellas muy poco conocida). 4.- El
dueño es muy amable y atento. Tiene todo tipo de información (muy escasa o
inexistente en la mayoría de establecimientos en Cabo Verde) sobre rutas de
senderismo y os asesorará en todo momento. Habla español. Y 5.- El precio. Los
44 euros que vale la habitación deberían de pagarse sólo por las vistas. El
desayuno incluido es magnífico. Resumiendo, está apartado, pero es lo que
nosotros buscábamos. No hay nada alrededor, pero en Cruzinha, a un kilómetro,
tenéis algún bar y comercio.
Alrededores de Cha de Igreja |
Plaza de Ponta Do Sol |
Camino entre Questel Bronq y Ponta Do Sol |
Camino entre Questel Bronq y Ponta Do Sol |
Camino a Ponta Do Sol |
Típicas casas del Valle de Paul |
Valle de Paul |
Cova Cráter |
Sendero de Cruzinha a Ribeira Alta |
Playa de Cruzinha |
Un último consejo, si no fiais vuestras vacaciones a sólo tumbaros al sol, no dejéis de visitar esta isla porque os encantará.
Asaltos a galeones cargados de oro y plata, motines
pertrechados por infames tripulaciones, ahorcamientos públicos a modo de
advertencia, tesoros escondidos en islas remotas, mapas marcados con una X… Si
le añadimos un poco de ron y una calavera, ¿a qué os suena? Exacto, a una
genuina y clásica historia de piratas, que es la que os traigo hoy.
Todos estos estereotipos que tenemos desde que, de niños,
nos sentimos atraídos por estas fantásticas aventuras de piratas y
filibusteros, parecía hacerse realidad en plena edad de oro de la piratería, allá por
el siglo XVII. En esa época, los “depredadores” del mar campaban a sus anchas
por los océanos y mares de nuestro planeta. Y Cabo Verde, al igual que las
Canarias o las Azores eran su hábitat natural de caza. Bajo órdenes británicas,
francesas u holandesas, los corsarios asaltaban a los buques españoles que
venían cargados de América con grandes riquezas. En estos archipiélagos se
arremolinaban los bandidos, esperando a que los galeones españoles se hicieran
visibles acercándose hacia la península ibérica, ya que desconocían la ruta que
llevaban hacia el nuevo mundo. Los filibusteros del caribe hacían lo propio,
castigando así, de manera importante, a la flota más poderosa del mundo. Y los
piratas, que actuaban bajo su propia ley, tampoco dejaban de hostigar y atacar
a mercantes, independientemente de la bandera que ondeara en su mástil.
Desde que en el siglo XV se descubriera América, la riqueza
del nuevo continente se convirtió en objeto de deseo de las grandes potencias
europeas. España controlaba esa fortuna, y por aquel entonces, ningún país
osaba a disputársela abiertamente, de modo que el resto de naciones importantes
idearon una estrategia para debilitar al enemigo sin declararle oficialmente la
guerra. Contactaron con marineros sin escrúpulos, que, a cambio de parte del
botín, asaltarían barcos españoles, actuando para la Corona británica o
francesa, fundamentalmente. Las famosas patentes de corso dieron total libertad
a estos mercenarios para actuar al margen de la ley, pero sin castigo por parte
de ésta.
Los míticos Francis Drake, Henry Morgan o William Dampier, utilizaban el abrigo de las islas de Cabo Verde para resguardarse tras cometer alguna fechoría. De hecho, los propios caboverdianos sufrían habitualmente los ataques de los propios piratas, por lo que trasladaron sus ciudades hacia el interior de las islas. Los corsarios hacían escala allí para coger suministros en su camino hacia América y, sobre todo, hacia las indias orientales. Santiago tenía, hasta 1560, el derecho exclusivo de tráfico de esclavos de la costa occidental de África, que llevaban como mano de obra a las américas. Y precisamente, otra de las presas favoritas de los piratas y corsarios eran los barcos de esclavos. La mercancía humana no era su prioridad, ya que no traficaban con ellos. De hecho, cuando necesitaban aumentar o reemplazar hombres, no dudaban en reclutar africanos para completar la tripulación (en muchos barcos, los hombres de raza negra superaban ampliamente a los blancos). Lo que buscaban era hacerse con los propios barcos de los traficantes, ya que solían ser naves muy rápidas, pero con gran capacidad al mismo tiempo. Barbanegra o Bellamy sembraron el terror en los mares con naves de este tipo, apresadas a los esclavistas.
Pero a pesar de la intensa actividad llevada a cabo por los
más deshonrados y despiadados piratas, hay uno que todavía inquieta nuestras
mentes del siglo XXI: William Kidd o Capitán Kidd. ¿Y por qué? Porque todavía
hoy en día, muchos cazatesoros siguen el rastro de un enclave secreto que
guarda una inmensa fortuna. Y algunos opinan que las arenas de la isla de Maio,
en concreto, puede custodiar tan ansiado alijo. Pero para llegar hasta él,
retrocedamos primero más de 300 años, y situémonos a finales del siglo XVII
para conocer al Capitán Kidd…
Nacido en Escocia, este avezado marinero no tardó en
destacar en el arte de la navegación. Como capitán de barco, empezó asaltando
posesiones francesas en el Caribe con el beneplácito de los gobernadores de las
pequeñas islas británicas. Trasladado a Nueva York, donde se casó, su fama
llamó la atención del mandatario de la colonia británica, que le encargó
ampliar sus presas hasta los piratas. Pero esta vez, la patente de corso
vendría firmada por el mismísimo Rey de Inglaterra, Guillermo III, que pondría
a su disposición un fabuloso buque: el Adventure
Galley. El nuevo destino de Kidd era el Índico, donde los piratas estaban
atacando naves mogolas que transportaban delicadas mercancías hacia Inglaterra. Los
comerciantes indios y el propio imperio británico, preocupados por las pérdidas
ocasionadas por los asaltos, decidieron cortar de raíz el problema. Kidd era el
hombre adecuado para volver a asegurar la ruta comercial. Bajo esta premisa, el
capitán dobló el Cabo de Buena Esperanza, y se dirigió hacia la India para dar
caza a los piratas. Pero después de casi dos años patrullando las aguas del
Índico, no aparecía ningún barco pirata o de bandera francesa al que pudiera
atacar. Con la tripulación al borde del amotinamiento, Kidd tenía que
ofrecerles algo con lo que apaciguarles.
No está documentado, pero se cree que comenzó a atacar
barcos neutrales o incluso amigos, para poder sobrevivir. Los rumores de las
andanzas de Kidd llegaron a Inglaterra, que no dudó en emitir una orden de
captura contra él cuando apresó al Quedah
Merchant, un mercante cargado de finas sedas, oro y joyas, que, aunque de
bandera armenia, poseía salvoconducto francés, todo lo que necesitaba el
desesperado capitán para justificar el asalto. Presionado por su tripulación y
creyéndose legitimado, no dudó en apropiarse del navío y de todas las
pertenencias que en él se hallaban. Cometiera o no más pillajes, aquel,
convenció a las autoridades británicas de que, efectivamente, Kidd se había
rebelado contra la Corona. Presionados por los comerciantes indios, los
británicos necesitaban ofrecer a éstos un culpable de, si no todas, parte de
las pérdidas ocasionadas a los mercaderes por parte de los piratas.
Y aquí comienza la leyenda del tesoro del Capitán Kidd. Hay tantas versiones y emplazamientos como islas emergen en el mundo, pero trataré de contar las más documentadas…
Cuando volvió a Nueva York y se enteró de que estaba en
busca y captura, escondió el tesoro del Quedah Merchant en una pequeña isla
de la costa de Nueva York. Apresado por las autoridades de Boston, Kidd intentó
ofrecer el tesoro enterrado en la isla Gardiners como pago por su indulto. Pero
la oferta no convenció a los británicos, que después de hacerse con las
valiosas piezas, no cambiaron el veredicto que le había señalado como culpable
de actos de piratería. Hasta aquí la Historia…
Pero la leyenda dice, que en la isla Gardiners sólo se
encontraba una pequeña parte del botín. Kidd, antes de ser ahorcado, intentó
negociar con el resto del tesoro. La ruptura de relaciones comerciales con la
India supondría una mayor pérdida económica que lo que valdría la carga del Quedah Merchant en posesión de Kidd, de tal manera que no hicieron caso a la última propuesta del condenado, y a modo de
escarmiento y ejemplo para futuros piratas, le colgaron al borde del Támesis,
donde su cuerpo se balanceó durante dos años, a la vista de cualquier
embarcación que entraba por la desembocadura del río en Londres. Tantas eran
las ganas de ajusticiarle, que, en un primer intento, cuando se rompió la soga
(en este caso se pospone la ejecución durante unos días), le colocaron otra
enseguida para volver hacia las escaleras del patíbulo.
Ahora comienzan las especulaciones sobre tan famoso tesoro.
Primero habría que preguntarse si realmente existe. ¿Fue un intento a la
desesperada para salvar su vida? Tal vez el dinero que desenterró el gobernador
de Boston fuera todo lo que le quedaba después de repartir las riquezas entre
sus hombres. Y si le damos credibilidad a esa afirmación… ¿dónde podría haberlo
guardado? Aquí las opciones se disparan… Si se enteró de que le perseguían en
Nueva York, lo lógico es que llevara el tesoro con él en todo momento. Oak
Island, en Canadá, es un pozo inaccesible, al que todavía no se ha podido
llegar, a pesar de numerosos y baldíos intentos, que incluso han costado la
vida a varias personas. Se han encontrado piezas, pero nadie puede asegurar que
sean del tesoro de Kidd. Algunos lo atribuyen a templarios, a vikingos o
incluso…. a los Romanos. Otro misterio que merece un capítulo aparte.
La República Dominicana se postula como otro posible
emplazamiento, ya que Kidd podría haber sobornado al gobernador de la isla
caribeña para que le permitiera guardar allí las joyas y monedas. En
Madagascar, donde tuvo que abandonar el Adventure
Galley, han encontrado piezas de plata que aseguran son de Kidd. En los años
70, un aspirante a actor reconvertido en cazatesoros, enfocó su búsqueda en una
remota isla de Vietnam. En la Universidad de California (UCLA) investigó esta
historia. Y dio con un abogado retirado aficionado a reliquias de piratas. En
una subasta, este hombre adquirió en 1929 un escritorio que perteneció a Kidd,
y un día, de forma fortuíta, dio con un tubo de latón escondido en el mueble.
Dentro de él, dibujado un mapa, que marcaba con una X en una isla el lugar del
escondite. La situaba en el Mar de China. Siguiendo con la investigación, el
afortunado dueño del mapa consiguió un cofre con otro mapa más detallado, que
coincidía con el primero. Y le siguió otro cofre de costura que
perteneció a la mujer de Kidd, en el que había otro tercer mapa escondido, con
el dibujo de la misma isla, pero con las coordenadas. Nuestro moderno
aventurero, Richard Knight, guiándose por los mapas que había encontrado el
abogado, intentó descifrar las coordenadas. La longitud no estaba muy clara, y
se añadía el problema que, en aquella época, los marineros no se guiaban
exclusivamente por el meridiano de Greenwich. Los franceses tenían el suyo, y
los españoles utilizaban el de Cádiz y Tenerife. Esta complicación multiplicaba
considerablemente el punto exacto del posible refugio del tesoro. Pero de entre
todos los candidatos, Knight encontró una isla en Vietnam que era exactamente
igual a la dibujada en los mapas. Convencido de que allí le esperaba su
fortuna, decidió reunir permisos y dinero para excavar. Pero el gobierno
comunista de Vietnam, recién salido de una guerra contra Estados Unidos no
estaba dispuesto a colaborar. Descartada la opción diplomática, se decantó por
entrar ilegalmente en compañía de un chico americano que también buscaba
aventura. Pero el episodio acabó con los dos intrusos entre rejas, acusados de
espionaje.
Y la otra opción que nos ha traído esta apasionante
historia, es la de que el Capitán Kidd hubiera enterrado su tesoro en Cabo
Verde. Analizando minuciosamente los paisajes de la isla de Maio y la
“ficticia” isla del mapa, hay gente que las encuentra casi gemelas, incluso en
las formas y distancias de las montañas. Y asumiendo que la pequeña isla fue
refugio habitual del famoso pirata, se ha instaurado en la creencia de muchos
habitantes y navegantes, la certeza de que Kidd dejó allí su tesoro camino a
Nueva York.
Son sólo simples conjeturas, y probablemente la tranquila
isla no esconda más que preciosas playas aún por descubrir, pero sí os aseguro
una cosa… Cuando llegué a Santo Antao, antes de conocer esta leyenda (y tengo
testigos jeje), comenté que (y estamos en el siglo XXI), aquellos salvajes e
inhóspitos acantilados serían el cobijo perfecto para que unos piratas
escondieran un tesoro. Quién sabe… tal vez no esté el de Kidd, pero si camináis
por esas solitarias playas, a lo mejor os encontráis con alguna otra pieza
codiciada escondida en alguna de esas cavidades a las que sólo llegan las agitadas
olas del mar. Un tesoro pirata, un dinosaurio volador, una batalla entre caballeros medievales… Allí, en la isla indómita, todo es posible…