domingo, 20 de agosto de 2017

ESTADOS UNIDOS - SUROESTE - Los Ángeles, San Francisco y Big Sur. - La fuga de Alcatraz.



ESTADOS UNIDOS - SUROESTE (4) - San Francisco , Los Ángeles y Big Sur
Golden Gate

A pesar de las inquietantes llamadas nocturnas a nuestra habitación, el cansancio acumulado fue un gran aliado para dormir plácidamente aquella noche. A las 7 de la mañana ya estábamos en pie para conocer la ciudad de Los Ángeles. En Anaheim visitamos la impresionante Crystal Church, una imponente edificación de cristal que es capaz de albergar casi 3000 asientos para que los fieles católicos acudan a rezar a esta moderna iglesia.



De allí enfilamos directamente a buscar el cartelito de
Cartel de Hollywood
Hollywood. No perdimos el tiempo en intentar subir, ya que, aparte de ser difícil dar con el camino, habíamos oído que 
 estaba prohibido acceder hasta él. Objeto de numerosos actos de vandalismo, se han instaurado grandes medidas de seguridad para evitar que se deteriore. Inaugurado en 1923 para una promoción inmobiliaria, originalmente se anunciaba como HOLLYWOODLAND. Después de construir la urbanización se iba a retirar, pero el boom del cine en Los Ángeles animó a las autoridades a conservar el cartel, aunque sin el “LAND”. El famoso emblema no sólo atraía a los vándalos, sino también a suicidas, que lo elegían como trampolín para acabar con sus frustradas vidas. Curioso es el caso de la actriz Peg Entwistle, que decidió dar el salto a Hollywood desde Broadway. Con un pequeño papel secundario como único triunfo en la meca del cine, y desanimada por las malas críticas y la falta de oportunidades, decidió acabar con su existencia lanzándose desde la letra “H”. Lamentablemente, el éxito le esperaba unos días más tarde en la puerta de su casa. Como si de un relato de Historias de la cripta se tratara, apenas unas horas después de su muerte, le llegaba una carta ofreciéndole un papel protagonista, en el que encarnaría a una mujer que se volvía loca y acababa suicidándose.

Edificio de Walt Disney
Después de buscar un buen lugar desde donde captar el letrero en la distancia, nos dimos una vuelta por el centro de la ciudad. No hay muchos edificios emblemáticos, pero podéis acercaros hasta el Ayuntamiento, o a la sala de conciertos de Walt Disney, un edificio diseñado por Frank Gehry, que guarda un asombroso parecido con otra de sus más famosas obras, el Museo Guggenheim de Bilbao, que ha puesto a nuestra ciudad en el mapa turístico internacional.
Teatro chino de Kodak (actualmente Dolby, con otro aspecto)
Pero el objetivo en los Ángeles no era su skyline (rascacielos), sino El Paseo de la Fama de Hollywood, y el Teatro Kodak (Teatro Dolby actualmente). En el primero es una maravilla pasear por la acera salpicada de estrellas de cine. Tomaos vuestro tiempo para buscar a vuestro actor/actriz o cantante favorito para guardarlo en vuestra cámara. En el segundo encontraréis las huellas en barro de muchos de estos actores, a los que a más de uno les habrán entregado su merecida estatuilla en la ceremonia de entrega de los Oscar, que se celebra cada año en el Teatro Dolby.


Estrella en el Paseo de la Fama

Solvang es una encantadora ciudad danesa situada en el Condado de Santa Bárbara. Con las casas y molinos típicos del país europeo, es una réplica perfecta de un pueblo nórdico.

Misión de Sata Bárbara
Y en el mismo condado, la Misión Santa Bárbara es una de las edificaciones religiosas del llamado “Camino Real”, un recorrido por la costa californiana sembrado de misiones españolas, que el mallorquín Fray Luis de Junípero utilizó para evangelizar a los indios. Situadas a media jornada de camino entre una y otra, estas misiones del siglo XVIII recuerdan la presencia de los españoles en la zona. Pasamos por la de San Luis Obispo antes de llegar a Morro Bay, donde cogemos un motel para descansar.

Misión San Carlos Borromeo en Carmel
El embarcadero, lleno de pequeños yates, con la imponente Morro Rock (roca) de fondo, es una imagen relajante que te invita a la contemplación. El recorrido por el Big Sur es realmente espectacular. Paisajes costeros abruptos e indómitos entre San Simeón y Carmel, que os harán parar varias veces por el camino para acercaros a los miradores que asoman al Pacífico. El punto más popular es la cascada McWay, en el Parque Estatal de Julia Pfeiffer Burns. Aunque es de difícil acceso, el salto de agua, que desemboca directamente en el mar, es de una belleza salvaje espectacular. Pero sigamos el orden de sur a norte…
Cascada McWay en el Big Sur

En San Simeón, la mansión del magnate de la prensa William Hearst es una casa enorme, lujosamente decorada, en la que se pueden encontrar valiosas piezas de arte de varias épocas de nuestra historia. En su día, el Castillo Hearst albergaba el zoo privado más grande del mundo, y la piscina, con azulejos de cristal de Murano, está presidida por un templo romano auténtico, que fue traído piedra a piedra desde Europa. En aquella época la entrada costaba 24 dólares. Después de atravesar el Bosque de Los Padres, pasamos por el fotogénico puente de Bixby Creek. En Seaside, cerca de Monterrey, nos alojamos en un hotel regentado por una señora hindú.

Finalizado el maravilloso recorrido por el Big Sur nos acercamos al Mistery Spot, a 3 kilómetros de Santa Cruz. ¿Qué nos esperaba allí? Pues un curioso lugar en el que las leyes de la gravedad parecían invertirse. Las canicas, aparentemente, rodaban cuesta arriba, y los cuerpos se sostenían en ángulos imposibles. Nos echamos buenas risas. Mereció la pena.

Skyline de San Francisco
Y antes de llegar a San Francisco, hacemos una breve parada en el Parque Estatal Big Basin Redwood, donde vemos un montón de pelícanos. El más antiguo de California, este espacio protegido alberga las sequoias más viejas al sur de San Francisco.

Faro Carrier Pigeon
Desde el bonito faro de Carrier Pigeon se pueden ver ballenas en invierno. Así finalizamos el día en el Motel Americana Inn, a las afueras de San Francisco. Bueno, todavía nos faltaba la visita al gran templo mormón de Oakland, donde la hermana Oliva, de Chile, nos da una pequeña charla muy interesante sobre su religión. Cansados, pero con hambre de seguir viendo cosas, hacemos nuestra primera incursión a San Francisco. Llegamos al muelle, y nos damos un paseo nocturno por Fisherman´s Wharf. En un ambiente inmejorable, cenamos en un Burguer, y confirmamos lo que habíamos oído y leído sobre esta ciudad. En una primera impresión ya sabíamos que nos iba a encantar, y también habíamos descubierto nuestro rinconcito para escaparnos y relajarnos, el viejo muelle de madera Pier 39, con su colonia de leones marinos.
Templo mormón de Oakland

La primera mañana en la ciudad estaba destinada a La Roca. Alcatraz, junto al puente Golden Gate, era el icono más famoso de la ciudad, y los lugares que más atraían nuestra atención. Nos trasladamos en ferry hasta la famosa prisión, y allí nos hacen una visita guiada por las dependencias de la cárcel. Aunque el tour narra la historia de Alcatraz de forma muy… no sé cómo explicarlo, suave… descafeinada… infantil… un poco Disney, el hecho de estar entre aquellas paredes te vuelve sordo ante cualquier historia que te estén contando. Tu cabeza mira hacia los pasillos altos y tu cuerpo gira y gira sobre sí mismo, trasladándose en el tiempo para imaginar como vivían los presos en aquellas lúgubres celdas. Impresionante lugar.

Muelle en San Francisco
Para relajarnos de la tensión del presidio, nada mejor que comer en el “Chowder” (cuya especialidad es un pan gigante que sirve de cazuela para la comida de su interior), un restaurante con ambientación de los años 60. Tras el almuerzo, visitamos el USS Pampanito en el Fisherman´s Wharf, un “pequeño” submarino que sembró el pánico entre la flota japonesa en la II Guerra Mundial. En el Pier 39 nos esperaban las graciosas focas y los escandalosos leones marinos, que con sus movimientos levantan las carcajadas de los visitantes.

Ferry Building
Llegaba la hora de buscar hotel, pero vimos que era imposible encontrar algo decente en el centro, así que cogimos el Travellodge para las 3 noches que nos quedaban. Con todavía unas horas de luz por delante, nos aceramos para sacarle una foto al ayuntamiento y al Ferry Building, un bonito edificio con una torre del reloj.

Sausalito
El maravilloso Golden Gate amanecía despejado, así que aprovechamos la ocasión para, después de atravesarlo, pasear por el Golden Gate Park, donde se pueden visitar el Stow Park con sus pagodas chinas y cascadas, un recinto con bisontes, el palacio de la música… y, sobre todo, hacer un pic nic o simplemente echarte una siestecita al sol en este fabuloso parque. Para acabar la jornada, vamos a Sausalito, una curiosa población justo al otro lado del puente, en el que hay un barrio entero que se compone de casas flotantes. Muy coqueto.

Tranvía
 Tras recorrer el distrito financiero con su famoso rascacielos Pirámide Transamérica (no exento de polémica en su día por su diseño), vamos en busca del famoso tranvía de cable, que, desde 1873, recorre las empinadas calles de San Francisco. Es el único manual que queda en el mundo. Los vagones son de museo.

Antes de acabar el día, teníamos que encontrar las famosas casas victorianas de Álamo Square, un barrio residencial desde el que se observa una de las mejores vistas de la ciudad. Los que seáis de mi quinta, las reconoceréis perfectamente por ser la cabecera de la serie de los años 80-90 Padres forzosos. Merece la pena subir hasta allí y sentarse en el parque para disfrutar de la panorámica y de las preciosas viviendas.
Casas victorianas en Alamo Square

Después de hacerme con un buen alijo de CDs de música country en la tienda de Virgin, nos fuimos al motel para pasar ya la última noche.

Un bonito colofón al mejor viaje de nuestras vidas. San Francisco es, sin duda, la ciudad ideal para vivir… si no estuviera encima de la falla de San Andrés. Todos los sismólogos coinciden en que, tarde o temprano, un seísmo de gran magnitud destruirá casi por completo la ciudad. No es cuestión de preguntarse si va a pasar o no… sino cuándo va a ocurrir… Esperemos que la madre naturaleza nos deje disfrutar de esta maravillosa ciudad durante muchos años más…

LA FUGA DE ALCATRAZ




Prisión de Alcatraz
Seguramente, John y Clarence Anglin, y Frank Morris no os suenen de nada. Este último tenía un cociente intelectual de 133. Pero nadie hablaría de él por su inteligencia. La huella de nuestros protagonistas en la historia queda marcada con una hazaña al alcance de… nadie. En sus casi 30 años de funcionamiento como prisión federal, la fortaleza inexpugnable de San Francisco había conseguido atajar todo intento de fuga de los presos. Los gángsters más famosos como Al Capone o George Machine Gun Kelly, y asesinos como Robert Franklin Stroud (El hombre pájaro), ni siquiera intentaron romper las fuertes medidas de seguridad de La Roca. ¿Cómo lograron escapar unos simples atracadores de bancos de Alcatraz?
Celda donde estuvo alojado Al Capone

Los hermanos Anglin habían llegado al penal de la Bahía de San Francisco después de pasar por otras cárceles en las que ya dieron prueba de su imaginación para maquinar huidas. Sus atracos a bancos se truncaron cuando fueron detenidos en 1958 después de asaltar una oficina en Alabama con una pistola… de juguete. A pesar de las recomendaciones de las autoridades de las cárceles donde habían estado, el alcaide de Alcatraz subestimó la habilidad de los jóvenes para planear una escapada, y les colocó en celdas contiguas. O tal vez, como el capitán del Titanic ,que consideraba a su barco insumergible, la arrogancia y la seguridad en La Roca le hacía despreciar la destreza de los presos.

Cómic sobre la fuga de Alcatraz (Arriba, a la izquierda, John, el mayor de los Anglin. En el centro, Morris)
Pero en la mañana del 12 de junio de 1962, las alarmas sonaron en la prisión de Alcatraz. El guardia que se encargaba de despertar a los reclusos encontró en las celdas de los prófugos unos elaborados muñecos hechos de jabón, papel de revistas y pelo humano de la barbería, que sustituían en los camastros los cuerpos de los hermanos Anglin y Morris. No era la primera vez (había habido intentos de fuga que habían fracasado), pero en aquella ocasión, los presos lograron salir de la isla. En una esquina de la celda, la pared amanecía con un agujero que habían estado cavando durante muchos meses con simples cucharas. Aprovechando las clases de música, sincronizaban cada golpe con el sonido del acordeón. A través del conducto de ventilación accedieron al exterior, donde, amparados en la oscuridad, lograron llegar hasta el muelle.

Celda uno de los hermanos Anglin
Las autoridades de la época dedujeron que habían intentado llegar a tierra firme nadando, de modo que, al no encontrar sus cuerpos, les dieron por muertos. Las traicioneras corrientes, la gélida temperatura del agua, e incluso los tiburones, habrían acabado con ellos de una u otra forma. Pero el cerebro de Morris, y las manos de los hermanos Anglin les salvaron la vida aquella noche. Desde pequeños, John y Clarence eran capaces de hacer cualquier cosa con cualquier trozo de basura. 50 viejas gabardinas de la prisión les sirvieron para construir una barca hinchable (y hasta chalecos salvavidas), que engancharían al último ferry que salía de Alcatraz aquella noche. A medio camino se soltaron del barco, y desaparecieron. La versión oficial dictaminó que se habían ahogado, aunque jamás encontraron sus cuerpos.

Agujero por el que huyeron los presos
Pero los familiares de los fugitivos aseguran (y aportan pruebas) que vivieron, por lo menos hasta 1975. ¿Y en qué se basan? En el testimonio de un conocido, que les encontró por casualidad en Brasil. Les había reconocido, e incluso se hizo una foto con ellos, que entregó a la familia como muestra de vida años más tarde. Al parecer habrían comprado una granja en el país sudamericano, dónde se mantenían escondidos de la ley. La fotografía, analizada por expertos en reconocimiento facial, coincidía, según todos ellos, con los hermanos Anglin. Eran ellos, sin duda. Pero a la familia Anglin no había que convencerla de nada. Cada invierno recibían postales por Navidad, y la madre de los fugados era agasajada cada año con un gran ramo de flores el día de su cumpleaños. Como en tantas otras ocasiones, los rebeldes Anglin y Norris habían dado esquinazo a la policía con una arriesgada fuga, que pasaría a los anales de la historia.

Por lo tanto, con las nuevas investigaciones, seguirían en busca y captura, ya que hasta que un juez no retire la orden, se les detenga o pasen 99 años del delito, no estarían fuera de peligro. Es poco probable que sigan con vida, pero si así fuera, hoy rondarían los 90 años. Quién sabe si todavía estén mirando el horizonte desde el porche de su granja, apretando sus arrugas con la eterna sonrisa que recuerda su proeza…