lunes, 8 de julio de 2019

BIELORRUSIA: Mir, Nesvizh y Minsk (II) - The Hum (EL Zumbido), el sonido del apocalipsis.



MIR, NESVIZH Y MINSK (II)


Castillo de Mir

El castillo de Mir, a menos de 100 kilómetros de la capital, fue el cebo que nos puso Bielorrusia para picar en su anzuelo. A él llegábamos después de coger un autobús desde Minsk, que en una hora y media nos dejaba en la placita de este pueblo anclado en el tiempo. Íbamos con la única misión de disfrutar del castillo, pero lo cierto es que nos encontramos una aldea bucólica (supongo que sus habitantes no pensaran lo mismo durante el frío y crudo invierno), que nos fascinó. Aunque el castillo es Patrimonio de la Humanidad, estoy seguro de que las granjas y casas de colores antiguas merecerían haber sido incluidas en esta lista también, pero tal vez sea mejor así, ya que la fama y el dinero convertirían a este encantador pueblo en una localidad con casas restauradas y llenas de turistas que destrozarían la autenticidad y el encanto del lugar. 


Mir

La excursión se puede hacer en un día desde Minsk, pero es recomendable pasar una noche allí para pasearlo con calma e impregnarte del modo de vida de los campesinos y respirar el aire puro del campo. Nosotros nos alojamos en el Hotel Mirsky Posad (44 euros) y fue todo un acierto. La casa es uno de los edificios históricos de la localidad, y tanto el establecimiento como el personal (la chica que nos atendió fue encantadora) son excepcionales. 


Mir

    





Mir

Tras dejar nuestro equipaje en la habitación, preguntamos por el autobús hacia Nesvizh, otro impresionante castillo que se encontraba a 30 kilómetros de Mir, y que queríamos visitar. Como salía a las 16.50h, era muy tarde para nosotros (lo encontraríamos cerrado) así que la chica del hotel, tan amable como alegre, nos consiguió un coche para que nos llevara hasta allí. Ida y vuelta, con 3 horas de espera, 70 rublos. No nos lo pensamos. Pero antes, aprovechando el magnífico día que hacía, quisimos asegurar unas fotos del castillo de Mir por si el día siguiente saliera oscuro (como así fue). Nos dimos un paseo por el magnífico parque que lo rodea y le acribillamos a fotos desde todas las esquinas. El entorno es maravilloso. Un pequeño lago rodea la fortaleza, adornando la estampa para que la imagen sea aún más bucólica. Es mucho más bonito de lo que habíamos visto en las fotos. 



Castillo de Mir




Habíamos leído en una guía (posiblemente la más famosa que hay) que el castillo no merecía la pena y que más valía dedicar el dinero que se estaba destinando a su reconstrucción a otra cosa. Bueno, todas las opiniones son respetables, pero nos cuesta creer que alguien no encuentre atractivo este castillo, y nos es muy difícil asumir que alguien lo desprecie de esa manera, pero bueno…. cada uno puede opinar lo que le convenga. No sé en qué época estuvieron los escritores que redactaron esa sección, pero para nosotros, amantes de los castillos (de todo tipo), es uno de los más bonitos, y, sobre todo, originales, que hemos visto. La restauración ha sido todo un acierto. Realmente nos impresionó. Las torres, la combinación de colores, el lugar donde está situado, la historia que hay detrás de él… No hay que dejar la oportunidad de visitarlo si llegáis a Bielorrusia. Luego contaremos un poco más sobre él, pero acerquémonos hasta Nesvizh para sorprendernos con otra magnífica fortaleza a media hora en coche desde Mir.

Castillo de Nesvizh
















El Palacio de Nesvizh (también Patrimonio de la Humanidad), fue la residencia de la familia Radzwill, perteneciente a la nobleza polaco-lituana. Del siglo XVI y de estilo renacentista-barroco, está rodeado por un foso y posee una bonita capilla jesuita con trampantojos. Tras visitar el interior (14 rublos), donde recorremos estancias ricamente decoradas, comemos en el restaurante de madera aledaño al castillo. Con unas vistas inmejorables de la fortaleza, nos comemos una sopa borsch, unas albóndigas y por supuesto, no podía faltar el producto estrella de Bielorrusia: la patata, esta vez reducida a puré. El lugar es muy barato, y si hace bueno, podéis comer en la terraza al aire libre. 


Castillo de Nesvizh

Con el estómago lleno, damos otro paseo alrededor del castillo para seguir haciendo fotos, cuando nos abordan unas chicas Testigos de Jehová… ¡que hablan español! Las atendemos amablemente y volvemos al taxi para regresar a Mir. Una visita imprescindible también.


Castillo de Nesvizh

La recepcionista del hotel nos espera para preguntarnos qué desayuno deseamos para la mañana siguiente. Repito que el trato fue de 10. Atenta y dispuesta a ayudar en todo momento. Tras elegir el desayuno, nos compramos unos bizcochos y galletas para acompañar al pan de centeno, y nos los comemos sentados, observando el precioso castillo de Mir (ya estaba cerrado), mientras, ya sin gente (tampoco es que haya mucha en el horario de apertura), disfrutamos del silencio, sólo roto por el graznido de los cuervos, que, lejos de molestar, le dan un aire más fantástico. Con ese sonido y la visión de la fortaleza, nos trasladamos a la sombría época medieval, cuando los visitantes del castillo no eran turistas, sino caballeros que trataban de defender este importante cruce de caminos de las invasiones tártaras. 



Mir


Antes de ir a dormir nos tomamos un delicioso café en una cafetería “vintage” de la placita del pueblo. Un local muy bien decorado (aunque desde fuera no lo parezca), muy acogedor y con buen café donde seguimos estudiando la historia de Mir entre sorbo y sorbo de nuestra bebida favorita. 


Mir
El día amanecía lluvioso (menos mal que salvamos las fotos la tarde anterior), así que nos tomamos con calma el desayuno en el restaurante, anexo al hotel, ya que el castillo no abre hasta las 10.00h (14 rublos). Del siglo XVI, su estilo gótico, barroco y renacentista es un ejemplo excepcional de castillo de Europa Central. Como decíamos, sus preciosas cinco torres defensivas trataban de frenar el avance tártaro en un cruce de importantes rutas comerciales. La fortaleza ha sufrido graves destrozos y largos abandonos durante su historia (hasta de 100 años). Los cosacos en el siglo XVII, Napoleón en el XIX y los nazis en la Segunda Guerra Mundial destrozaron su bella arquitectura, reduciéndolo a escombros en varias ocasiones. En una de las torres hay una exposición con fotos de esa devastación. Y claro, como casi todo castillo, ese turbulento pasado de muerte y destrucción ha dejado un par de leyendas de fantasmas, de almas inquietas que deambulan por el interior de la fortaleza en busca de justicia. 



Mir

Tras dar otro paseo por el pueblo, nos acercamos a la pequeña estación de autobuses para sacar el billete de vuelta a Minsk (ida y vuelta unos 5 euros). No atienden hasta 5 minutos antes de que llegue el autobús, así que no os pongáis nerviosos. Evitad, eso sí, caer en las garras de transportistas piratas que se acercan con su Transit cochambrosa media hora antes de la salida para captar a viajeros que se dirigen hacia la capital. No es que sea peligroso (bueno, igual sí, pero no creo), no os van a robar ni a secuestrar. El problema es que esas furgonetas son muy pequeñas, donde no entrará vuestra maleta, incómodas y tal vez, sí, peligrosas, porque no tendrán ni la ITV pasada. Pero más que todo, no os conviene cogerlas, porque es prácticamente el mismo precio, no se sabe dónde os dejará en la ciudad y además, si no se llena, puede que el autobús de línea ya haya salido, y vosotros sigáis esperando a más viajeros para llenarla y marchar.

Apartamento donde vivió Lee Harvey Oswald
Al llegar a Minsk, el día despeja. Cambiamos algo de dinero en la estación (el mejor cambio de la ciudad) y tras coger unas empanadas en los quioscos de la estación, volvemos al Hostel China Town donde tan a gusto habíamos estado las dos primeras noches. Dejamos el equipaje y nos dirigimos hacia la Iglesia de la Magdalena. Y de allí hasta una pequeña cabaña de madera verde (muy bonita) que hoy es museo, pero que en su día fue el escenario del Primer Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata ruso. Justo enfrente, un bello edificio amarillo pastel de apartamentos que pasaría totalmente desapercibido (a pesar de su fachada, hay muchos por la zona), si no fuera porque aquí vivió durante un tiempo un personaje que cambió el rumbo de la historia el 22 de noviembre de 1963, cuando asesinó a John Fitzgerald Kennedy en Dallas, Texas. Lee Harvey Oswald era un soldado con las cualidades justas para serlo, que provocó varios altercados disparando su arma sin motivo cuando estaba en el ejército. Ya entonces se le conocía su admiración por los soviéticos y el comunismo, así que no es de extrañar que desertara a la Unión Soviética cuando tenía 20 años. Los rusos le recibieron no sin ciertas reservas (podía ser un espía) y le vigilaron, más cuando se casó con la hija de un coronel de la KGB. Después los trasladaron a Minsk, pero el joven Oswald se aburría. Entonces no sabía dónde gastar el dinero que ganaba. Allí no había boleras ni bares, y sí poca diversión, así que decidió volver a su país de nacimiento. Lo que ocurrió después, ya es otra historia. El edificio no tiene ninguna placa que cuente esta anécdota ni que lo señale como el piso en el que vivió el asesino de Kennedy, pero es fácilmente reconocible. Hace esquina, enfrente del río y de la casa de madera.
Cabaña-museo del primer congreso del Partido Socialdemócrata ruso

Seguíamos recorriendo la parte más soviética de la capital hasta llegar a la gigantesca plaza con el obelisco con la llama eterna de la victoria que rinde homenaje a los caídos durante la Gran Guerra Patriótica (II Guerra Mundial). Avanzamos por la Avenida de la Independencia para llegar a la bonita Iglesia de Alexander Nevski, situada en un frondoso parque que alberga un cementerio en el que se encuentra enterrado el escritor Janki Kupaly. No pudimos acceder al interior del templo, ya que era domingo y la gente acudía a rezar. Estaba tan llena, que muchos seguían la ceremonia desde el exterior. 


Iglesia de Alexander Nevsky

De allí, volvimos hacia la parte alta de la ciudad para comprar algunos recuerdos (nuestro vasito y bandera para la colección) y comprobamos el buen ambiente que se respiraba en la parte antigua, con los bares y restaurantes dando vida a la ciudad. Tras la cena, al hotel a descansar, ya que había que levantarse a las 03.30h para coger el avión de vuelta. Esto fue lo único malo del viaje, los horarios de los aviones. El resto, una experiencia increíble que siempre recordaremos. Dentro de muchos años, si me preguntan qué hay de espectacular para ver en Bielorrusia, pues seguro que no habría ningún monumento que te dejara con la boca abierta (y más si has recorrido el mundo), pero es un lugar que recomendaría visitar a todo el mundo por lo auténtico que es. Hay que vivirlo, sentirlo y observarlo, porque ya quedan pocos lugares como este, vírgenes para el turismo, con bellos castillos, vibrantes ciudades como Minsk y, sobre todo, una gente súper agradable y respetuosa, que cuida muy bien sus ciudades y que hace que el visitante se sienta a gusto y desee volver. Os sorprenderá.

THE HUM (EL ZUMBIDO): EL SONIDO DEL APOCAPILSIS.


Probablemente, si me encontrara ocho siglos atrás escribiendo este artículo con mi pluma, aseguraría que El Zumbido es el anuncio de la inminente llegada del fin de los tiempos, la melodía de las Trompetas del Apocalipsis. Si estas palabras salieran de mi máquina de escribir ocho décadas atrás, produciría el caos y el pánico en la población concluyendo que, sin duda, eran los extraterrestres a punto de invadir la Tierra (es impresionante cómo estos sonidos metálicos se parecen a los recreados en las películas de ciencia -ficción como La Guerra de los mundos). Pero, ¿qué explicación podemos dar a esta inquietante anomalía desde la perspectiva del siglo XXI?




Si bien el fenómeno de The Hum (El Zumbido) no es nuevo (se reportan los primeros casos en Gran Bretaña en los años 40-50 del siglo XX), es en el cambio de milenio, a raíz de las primeras grabaciones del sonido, cuando los científicos empiezan a estudiar en serio esta alteración. Hasta entonces, se consideraba que el sonido sólo estaba dentro de la cabeza de ese 2% de la población que lo percibía, y que lo sufría, ya que les provocaba náuseas, vómitos, insomnio y dolor de cabeza, y que incluso, parece ser, causó el suicidio de dos personas en Bristol. El diagnóstico: acúfenos o tinnitus.


Pero este escalofriante sonido tomó otra dimensión cuando se logró captar en una grabadora. Un problema de salud no era la causa del fenómeno, y el propio fenómeno se convirtió en el causante del malestar. La causa se volvió origen. Aunque las grabaciones de Kiev (Ucrania) de 2011 fueron las más mediáticas, hubo otras antes en Nueva Zelanda y Bielorrusia. Y como veremos más adelante, el fenómeno se volvió global.


Las personas que escuchaban The Hum lo describían como un sonido parecido al de un motor diésel al ralentí. Yo, sinceramente, he escuchado unos cuántos, y ninguno se me parece a lo que apuntaban los testigos. ¿Es posible que en la grabación no se escuche igual que en vivo? No lo sé, pero la diferencia es muy grande. De hecho, no todos los ejemplos suenan igual. Unos parecen viento, otros son extremadamente metálicos, algunos suenan a tormenta, otros a máquinas industriales o a actividades mineras… Y la carencia de golpes tampoco es uniforme siempre. Eso hace pensar que quizás haya muchos zumbidos de los que, inicialmente, se desconoce su procedencia, que se metan en el saco de The Hum como se hace en el tema Ovni.




Las mediciones indican que son sonidos de baja frecuencia, e incluso de muy alta frecuencia. En muchos lugares se desentrañó el misterio cuando se quitaron las fábricas que producían ese ruido en plena noche. En otras muchas ubicaciones, sin embargo, ese cierre no se tradujo en la desaparición del zumbido. El famoso de Kiev, por ejemplo, se achacó a unas obras cercanas. El de Taos (Nuevo México) a unas líneas de alta tensión que pasaban cerca. Y en los de Seattle (Washington) y Sausalito (California), los señalados fueron los peces sapo, cuyos machos, en época de apareamiento, llegaban a emitir un fuerte sonido que se oía a varios kilómetros de distancia. Aviones, trenes o la excavación de túneles subterráneos son otras posibles causas.


Y ya, metiéndonos en el mundo de las conspiraciones, hay gente que señala a “armas” secretas como el HAARP (que es un proyecto real científico de Estados Unidos en Alaska que tiene que ver con el clima) y a agencias como DARPA, que estarían desarrollando nuevos proyectos militares de defensa. 



Pero puede que la propia naturaleza sea la
causante de dichas alteraciones acústicas. Muchas personas dicen sentir pequeñas vibraciones acompañando al sonido. En Colorado hubo un terremoto al día siguiente de escucharse The Hum. Los fuertes golpes irregulares precedieron a un gran temblor. ¿Casualidad? En Costa Rica (y otros muchos sitios), se oyó un sonido exactamente igual (golpes secos que se repiten y provocan un eco lejano) que no se tradujo en ningún terremoto. ¿Pueden ser movimientos de la corteza terrestre que provocan esos ruidos y temblores cuando chocan entre ellas? Los propios científicos tampoco se ponen de acuerdo respecto al origen de El Zumbido. Desde el mar, la colisión de olas oceánicas, tsunamis o el deshielo pueden explicar el enigma. Desde la tierra, grandes fuerzas de choque como volcanes o terremotos, como explicábamos, se presentan como opciones. Y desde el aire, el viento y las tormentas son candidatos para asignarles la procedencia del sonido. 


Pero algunos geofísicos proponen situar la fuente de este extraño fenómeno fuera de la Tierra, en el Sol, concretamente. Y en las llamaradas que lanza hacia nuestro planeta que producen ondas gravitacionales acústicas. Esta teoría es interesante y habría que estudiar si la concentración de sonidos de The Hum coincide con la de los de los “escupitajos” solares. Otra causa pueden ser las ondas electromagnéticas que llegan al planeta azul a la velocidad de la luz, y que, al penetrar en él, reducen la velocidad, produciendo ese sonido, algo parecido a lo que , pero a la inversa, producen los aviones cuando rompen la velocidad del sonido, provocando un estruendo. La resonancia de Shumann explica que el espacio entre la superficie terrestre y la ionosfera, actúa, precisamente, como cavidad resonante para estas ondas electromagnéticas de extremada baja frecuencia, provocando sonidos espeluznantes como el recogido en Hungría, por ejemplo, que pone la carne de gallina.
Por último, el montaje fraudulento de esas grabaciones (que los habrá), también tiene sitio en este amplio abanico de hipótesis. Pero la realidad del fenómeno está ya más que asumida por los científicos, que se han puesto a estudiar el tema, incluso destinando dinero público a universidades, como ocurre en Ontario, Canadá, donde están intentando averiguar de dónde procede ese diabólico sonido que está perturbando las vidas de los habitantes de la población de Windsor desde 2009.