De niño soñaba con explorar el Polo Norte, con descubrir
civilizaciones perdidas en medio de la selva, con bucear bajo el océano en
busca de animales desconocidos, con escalar montañas malditas, con adentrarme
en el universo a la caza de nuevos planetas… El cine y la literatura, nos
mostraban a intrépidos exploradores que nos invitaban a descubrir lugares de
fantasía que, asombrosamente, crecían en nuestro mundo. Personalmente, Roald
Amundsen es uno (y tengo pocos) de los personajes históricos que más admiro. No
sólo por sus hazañas, sino por su carácter y humanidad. Si podéis, leed alguna
biografía suya, porque es un hombre realmente extraordinario. Disfrutaréis
conociendo su vida, más que si leéis la mejor novela sobre expediciones
polares.
Hoy en día, tal vez los exploradores no sean los
protagonistas de los sueños de los niños, pero siguen ejecutando proezas tan espectaculares
como las de los antiguos aventureros. Y tal vez no ocupen portadas de
periódicos, pero sus trabajos e investigaciones bien merecen una atención y un
reconocimiento social por parte de todos nosotros.