domingo, 15 de octubre de 2017

HUNGRIA - Budapest (2) - Houdini, el escapista del más allá.



BUDAPEST



El segundo día de aquella Semana Santa en Budapest amanecía soleado y con un bonito cielo azul. La primera visita programada de la jornada iba a ser el Parlamento. Aunque el día anterior lo habíamos fotografiado desde todas las esquinas (lo merece), el interior de este delicado edificio merecía una visita. Mármol, granito y oro decoran las instancias de la sede de la Asamblea Nacional. En la Sala de la Cúpula, las figuras de los grandes reyes húngaros vigilan las joyas de la corona, que se custodian entre vitrinas. Bueno, esto es lo que podríamos haber visto… pero no vimos. ¿Por qué? Por “cobarde”… Cuando llegamos a la taquilla para sacar las entradas, ya se habían agotado para ese día (no lo habíamos previsto). Había una solución que nos iba a costar un poco más cara, pero de la que decidimos huir. Pensándolo ahora, pues resulta una solemne chorrada, pero yo soy excesivamente prudente (lo reconozco).



Parlamento

En los alrededores del edificio se concentran muchos avispados vendedores que se aprovechan de los turistas para sacarse un dinerillo. La reventa de entradas es común, y nos ofrecieron dos por 40 euros. El precio oficial eran 20 (10 por persona), de modo que, bueno, aunque el doble suena exagerado, pues 20 euros por disfrutar de un lugar al que probablemente no regresarás, pues tampoco es tanto. El tema, como os decía, era que me asustaba meterme en un follón en un país extranjero. En esos momentos te vienen a la cabeza casos donde chicos acaban en una cárcel por coger una bandera de la nación como recuerdo. Lo que a nosotros nos puede parecer una “tontería”, puede resultar una ofensa en otros lugares. Y lo que aquí puede ser castigado con una simple incautación de la entrada, en otro país puede significar la cárcel. No entiendo de leyes, y seguramente no hubiera pasado nada, pero, en fin, que no me la juego por ver unas lujosas habitaciones. Si fueran para un concierto de AC/DC a lo mejor me lo hubiera pensado… Es broma.

Plaza de los Héroes

De todas formas, el exterior nos pareció tan espectacular, que nos quedamos contentos, a pesar de esa pequeña decepción de no poder acceder a su interior. Pero en Budapest siempre hay cosas para ver. Enfilamos la Avenida Andrassy para disfrutar de los bellos edificios neorrenacentistas de esta calle, incluida en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad. Al final de esta gran vía repleta de comercios y embajadas, nos encontramos la Plaza de los Héroes, en la que el arcángel Gabriel preside esta explanada desde lo alto de una columna. A sus pies, los líderes de las siete tribus húngaras que fundaron el país se presentan en sus monturas.


Castillo de Vajdahunyad
Flanqueando la plaza, se sitúan el Museo de Bellas Artes y el Palacio de las Artes. Y un paso más allá, un espacio que ofrece multitud y diversas ofertas lúdicas para todo el mundo. El Parque Municipal ocupa el terreno de un antiguo pantano, donde los habitantes y visitantes de la ciudad disfrutan de un entorno verde, rodeados de árboles y estanques. Además de varios museos, hay un lago artificial donde se puede dar un paseo en barca en verano y patinar en invierno, un jardín botánico, un zoológico, un circo y un parque de atracciones. Pero como nosotros ya somos un poco mayorcitos para estas atracciones, nos dirigimos directamente hacia el Castillo Vajdahunyad. Esta imponente fortificación, a pesar de su aspecto medieval, fue construida en 1896 para la Expo.


Balneario Szechenyi


Y dentro del parque, también se encuentra el Balneario Szechenyi, donde os podréis dar un relajante baño después de una intensa jornada de turismo por la ciudad. Este centro de aguas termales de estilo neogótico merece una visita, aunque no sea para disfrutar de sus piscinas.

Casa del Terror
Regresando de nuevo por la Avenida Andrassy, atravesamos la Plaza Oktogon, llamada así por su forma Octogonal. Y en el número 60 de esta gran arteria de Budapest podemos entrar en la Casa del Terror, un museo que recuerda a las víctimas y la represión de los gobiernos fascistas y comunistas que gobernaron el país durante el siglo XX. La invasión de la Alemania nazi primero, y de la Unión Soviética después, se reflejan en las exposiciones de esta galería, que, a través de impactantes imágenes, objetos y recreaciones, nos muestra la difícil relación de los húngaros con los regímenes que influyeron en la política de este país de la Europa del Este.

Ópera de Budapest

Y siguiendo por la misma calle, llegamos justo a tiempo (15h) para una visita guiada a una de las óperas más famosas de Europa, que en su día rivalizó con la de Viena. Como no podía ser de otra manera, el paseo por el interior es una delicia para los sentidos.
Catedral de San Esteban

Mientras hay luz, hay cosas que ver… Sin descanso, nos dirigimos hacia la Catedral de San Esteban, que como la mayoría de los edificios importantes de la capital húngara, data de finales del siglo XIX y principios del XX. En su grandioso interior se conserva la mano momificada del primer rey del país, al que honra esta basílica cristiana.

Gulash
Para acabar la jornada, nada mejor que probar platos típicos como el delicioso Gulash, que podréis encontrar en uno de los numerosos restaurantes que jalonan la Calle Vaci (Vaci Utca). Es la otra avenida importante de la ciudad, donde el visitante puede, aparte de comer o cenar el rico estofado (o sopa), alojarse en uno de los hoteles que ofrecen sus servicios, tomarse un café, hacer compras en centros comerciales, ir de tiendas o llevarse el típico recuerdo en una de las tiendas de souvenirs. Nosotros llenamos el estómago en unas casetitas donde probamos chorizo, carne… y unos pastelitos para el postre.


HOUDINI



Hay personajes en la historia que dejan huella y marcan una época. Personas a las que, muchos años después de su muerte, se les sigue admirando e imitando por su maestría y talento. Podríamos estar refiriéndonos a grandes escritores o pintores, pero el hombre que va a ocupar las próximas páginas, ha sido, posiblemente, el más grande escapista de todos los tiempos…

Con apenas cuatro años de edad, el pequeño Erik Weisz, llegaba a Appelton (Wisconsin) junto con su familia, procedentes de su Budapest natal, allá por el año 1878. El padre, un rabino judío, había sido designado a una nueva congregación en Estados Unidos, y cruzó el Atlántico acompañado de su mujer y sus cinco hijos para empezar una nueva vida en América. Pero el nuevo comienzo no iba a ser fácil… Erik empezó a trabajar con ocho años como repartidor de periódicos y limpiabotas para colaborar en la maltrecha economía familiar.

Siendo niño, su padre le llevó a ver un espectáculo de magia, del que se quedó prendado. Aquel día empezó su idilio con el mundo del ilusionismo y el espectáculo. Antes de llegar a la adolescencia ya había recorrido buena parte del país como integrante de varios circos ambulantes, donde deleitaba a los espectadores con sus números de trapecista. Cuando regresó de nuevo con su familia, a los 13 años, ésta ya se había instalado en Nueva York. Allí se vio obligado a aceptar nuevas ocupaciones laborales alejadas del mundo de la magia, con la que se reunía en su tiempo libre.

Pero Erich Weiss (su nombre “americanizado”), estaba destinado a imprimir su leyenda en los libros de Historia desde el momento en que cayó en sus manos una biografía del gran mago francés Robert Houdin. Le fascinó tanto que decidió adoptar su apellido para convertirse en el mítico Harry Houdini. 


Empezando con sencillos trucos de cartas, el joven mago, como cualquier persona en aquella época, mostró interés por el espiritismo, que a finales del siglo XIX y principios del XX encandilaba a la mayor parte de la sociedad. La posibilidad de que los muertos contactaran, desde el más allá, con los vivos, entusiasmaba a los ciudadanos. Millones de personas estaban convencidas de que los espíritus de los difuntos se materializaban en nuestro mundo. Pero Houdini, avezado observador, no compartía esta realidad. Estaba convencido de que los médiums eran unos farsantes que engañaban al público. Se ataban para que la gente viera que ellos no provocaban el fenómeno, aunque Harry seguía desconfiando de los ocultistas, a los que estudiaba concienzudamente durante sus puestas en escena, con la intención de descubrir el método que utilizaban para desprenderse de sus sujeciones. Aquel análisis le dio una idea para sus actuaciones. Pensó que la propia evasión de las ataduras podría suponer un espectáculo independiente en sí mismo. Así es como nació la leyenda de Harry Houdini.

Encadenado, encerrado en cajas o ataúdes, y sumergido en piscinas o ríos helados, Houdini siempre lograba deshacerse de sus cierres, ante el clamor y júbilo de un entregado público. La figura de aquel valiente escapista creció hasta convertirse en una celebridad. Su fama le abrió muchas puertas (hizo películas) y amistades. Entre ellas la del célebre Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, con el que entabló una estrecha relación.

Los secretos de Houdini siempre se han mantenido bien guardados. Su formidable forma física, su entrenamiento y constancia, y su constitución privilegiada podrían explicar su éxito. Aunque muchos sospechan que podría utilizar sofisticadas técnicas sólo al alcance de faquires, en las que tragaba las llaves de los candados, para luego regurgitarlas y escaparse de las cadenas.

Pero su amigo Conan Doyle tenía otra hipótesis para tan increíbles proezas. Él creía firmemente que Houdini era capaz de desmaterializarse realmente. Profundamente entregado al mundo esotérico (fue famosa su creencia en las famosas fotos de las hadas del bosque que tanto desprestigio le causaron), Arthur tenía a su amigo como a un hombre con poderes paranormales. A pesar de que éste se había convertido, desde hace años, en un azote para los médiums, desmontándoles personalmente sus vulgares trucos, Conan Doyle no perdía la fe en el espiritismo. Y ésta fue la causa del distanciamiento entre ellos. Uno, creyente convencido (y practicante como luego veremos) y otro, no sólo “ateo”, sino el más motivado de los “cruzados” para vencer a esa pseudociencia que estaba jugando con los sentimientos de las personas, en su opinión.



Para empeorar más las cosas, Conan Doyle ofreció a Houdini una sesión de espiritismo en la que su mujer, médium, conectaría con la madre fallecida del famoso ilusionista. Houdini adoraba a su madre. Para él, era, sin duda, la persona más importante de su vida, así que, a pesar de su aguerrido escepticismo, cedió. El amor por su progenitora le lanzó a abrazar aquello contra lo que tantos años había luchado y tantas veces había criticado. Desesperado por volver a hablar con su madre, accedió a la reunión con el más allá.

Hubo suerte, y Cecilia habló a través de la boca de la mujer de Conan Doyle… Pero algo enfadó al gran escapista, que salió irritado de aquella experiencia. Aquella médium le mandaba “mensajes literales” de su madre en inglés, y ella sólo dominaba el alemán y el húngaro. Además, aparecían cruces cristianas, cuando ellos eran judíos. Otra prueba más, para él, de que el espiritismo era una farsa. Seguramente, el escritor no actuó de mala fe, y sólo pretendía aliviar y dar esperanza a su amigo. Pero aquella práctica le enemistó con él.

Mientras continuaba acumulando éxitos y fama como escapista, siguió concentrándose, si cabe aún más, en su empeño en desenmascarar a los espiritistas, que, tras la I Guerra Mundial, seguían ofreciendo a madres y esposas, la posibilidad de ver de nuevo a sus queridos maridos e hijos caídos en la Gran Guerra. Houdini se presentaba disfrazado a las sesiones para destapar a los estafadores.

Y así pasó el tiempo hasta que, a los 52 años, Houdini murió. Y su muerte, hoy día, sigue siendo un misterio, que poco a poco se va aclarando. Muchos, erróneamente, por culpa de las películas de Hollywood, creen que perdió la vida en uno de sus arriesgados números de escapismo. Nada más lejos de la realidad. Hay otra teoría, muy polémica y muy instaurada en la cultura popular, que dice que un joven estudiante de universidad le propinó un puñetazo que le provocó la muerte. Según se cuenta esta historia, dicho estudiante de Montreal, se acercó al mago para comprobar si realmente era tan fuerte físicamente como demostraba en sus espectáculos. Houdini, que descansaba tras su número, a petición del chico, aceptó recibir el golpe para resolver la duda del joven. Pero el estudiante debió golpearle en el abdomen antes de que Houdini se tomara su tiempo para prepararse para el impacto. No pereció al instante, pero aquel puñetazo pudo causarle una rotura del apéndice que ya tenía inflamado, y causarle una peritonitis, que finalmente le causó la muerte.

Hay muchos médicos deportivos que sostienen que el apéndice ya estaba perforado antes de ese puñetazo, y que ningún golpe podría causar tal final si antes el apéndice no estaba más dañado. En su opinión, su órgano ya estaba mortalmente afectado, debido, seguramente, a tantos años de castigo por sus peligrosos espectáculos.



Otros, sin embargo, van más allá, y ven una posible conspiración orquestada por el mundo del espiritismo, para acabar con su más acérrimo enemigo. Aquel chico, no era un estudiante cualquiera, sino un boxeador que tendría la fuerza y técnica necesarias para derribarle mortalmente.

Quizás nunca lo sabremos… Lo cierto es que Harry Houdini siguió de gira después de aquel incidente. Viajó hasta Michigan para seguir con su espectáculo, y a pesar de sentirse indispuesto, se negó a que le atendieran. Con fuertes dolores y febril, siguió con sus números, hasta que su cuerpo desfalleció. Tras dos desmayos fue hospitalizado en Detroit, donde murió el 31 de octubre de 1926, a causa de la infección provocada por la apendicitis.

Muchos admiradores, hoy en día, celebran sesiones de espiritismo el día de Halloween (cuando murió) para contactar con el gran mago, quien dejó una última batalla por librar contra el espiritismo después de su muerte. Dejó a su esposa un mensaje secreto, con el cual retó a los médiums. Si de verdad no era un fraude, les invitó a que, a través de su espíritu, llevaran a su mujer esas palabras, para demostrarle a ella y a todo el mundo, que el gran Houdini, y los fantasmas, podían regresar del más allá y contactar con los vivos.




Hay quien dice que uno de estos enlaces con el otro lado le trajo dicho mensaje, pero lo más probable es que se trate de una noticia falsa, ya que Beatrice, su cónyuge, después de 10 años esperándole, apagó la vela que aguardaba su venida, finalizando así su búsqueda.

Posiblemente Houdini no haya podido regresar del otro lado, o no haya querido hacerlo. O simplemente, como él pensaba, no lo ha hecho porque realmente no hay otra vida.

Yo, particularmente, sí creo que pueda haber almas que regresen, aunque, como Houdini, recelo de los médiums. ¿Vosotros qué pensáis? Aquí os dejo la encuesta…