MALASIA - (2)
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Orangután en Bukit Merah |
Después de planear la noche anterior nuestra futura estancia
en la paradisiaca Langkawi, madrugamos para pasear por las orillas del lago. Es
un entorno muy agradable y tranquilo. Desayunamos y compramos las entradas para
el refugio de los orangutanes (3 euros aproximadamente). A las 09.00h sale un
barquito, que en diez minutos te deja en la isla dónde recogen a ejemplares
desahuciados de esta especie en peligro de extinción. Se llega pronto, pero se
sale tarde… Y no porque no haya transporte, sino porque te puedes tirar todo el
día observando los cómicos movimientos de estos graciosos primates. Es algo que
hay que ver una vez en la vida, por lo menos. Hay un recorrido por un recinto
en el que vas observando ejemplares más adultos, crías, e incluso hay una sala
de incubadoras para los recién nacidos. Se les veía muy bien cuidados, y muy
felices. También podéis coger a uno para haceros una foto. Nosotros, como no
pudimos adoptar ninguno, nos trajimos uno de peluche. Tengo entendido que en el
borneo malayo se pueden ver también en cautividad (en libertad es muy difícil
si no te adentras en la selva profunda) No sé cómo serán aquellos centros de
conservación, pero el de Bukit Merah colmó nuestros deseos. Y si vais a
Malasia, los orangutanes son imprescindibles, aunque empleéis los 15 días con
ellos en la jaula y no veáis nada más, el viaje habrá merecido la pena.
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Alor Setar |
Todavía con la sonrisa tonta en nuestros rostros por la
experiencia con los orangutanes, nos ponemos de nuevo sobre la carretera para ir
a Alor Setar, pero… sí, efectivamente, el coche se volvió a calentar (esto no
tiene pinta de acabar bien). Aparcamos en Alor Setar, vemos la mezquita de
Zahir, compramos dos cafés para llevar, y al volver al coche, le echamos otro
poco de agua. De repente se nos acerca el dueño de la tienda de al lado, y nos
indica que el recipiente al que estábamos echando el agua no era el del
radiador, sino el del limpiaparabrisas. ¡¡Lo que entendemos de mecánica!!
Cambiar una rueda, y poco más. Pero de todo se aprende… Antes de salir de la
ciudad, le sacamos una foto a una mezquita azul y blanca muy bonita con un
canal de agua. No sabemos el nombre, pero parecía un centro de enseñanza. Rumbo
a Kuala Kedah (el arrocero de Malasia).
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Langkawi |
Allí, dejamos el coche en el parking, con tanta suerte que
justo justo salía un barco en ese momento para Langkawi (a las 14.30h – unos 5
euros). Tras una travesía de 1.30h llegamos a Kuah (Langkawi), que nos recibe
con una estatua de un águila gigantesca espectacular. Cogemos un taxi para ir a
Pantai Cenang, que está a 12 kilómetros (6 euros), y buscamos un hotel para dos
noches. Hay mucha oferta, pero nos decidimos por el Melati Tanjun Hotel, que
por 35 euros la noche, nos ofreció una habitación con vistas al mar, en primera
línea de playa. ¡Un chollazo! Hay una opción curiosa, en el Tubo Hotel, que
como su propio nombre indica, son habitaciones con forma de tubería. El Bon Ton
Hotel, más exclusivo, está sobre palafitos. Las opciones son muchas y variadas.
No tendréis problema. Los restaurantes también abundan. Nosotros cenamos en uno
muy bonito, con un patio interior iluminado al anochecer, que a las parejitas
os proporcionará un momento romántico. Puedes cenar allí por 9 euros/persona. Y
después de los paseos nocturnos, escribimos unas postales, y a dormir. El
primer contacto con Langkawi había sido muy positivo.
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Tormenta cerniéndose sobre Langkawi |
Amanece, y vamos andando hasta Laman Padi, en un recorrido
rural, donde van surgiendo numerosas escenas de búfalos acuáticos sobre
arrozales. Cogemos un taxi hasta Pantai Kok, y allí un coche-cable (3 euros)
que te lleva hasta la cima del Gunung Machincang, en uno de los trayectos más
vertiginosos del mundo en este tipo de transporte. Impresionante. Lástima que
las vistas de las que pensábamos disfrutar se escondieran bajo la niebla.
Llevad ropa de abrigo, porque a pesar de estar sólo a 700 metros de altitud,
pega viento, y hace frío. Aprovechamos para comprar sellos (12 céntimos para
Europa) y bajamos poco a poco. En esta zona se rodó la película de “Ana y el
Rey”, para los cinéfilos. Los edificios del complejo son muy bonitos. A la
salida, vimos un hombre que ofrecía ponerte su pedazo de pitón (el reptil me
refiero, cochinetes) sobre tus hombros por un par de euros. Confieso que tengo
mucho asco a las serpientes, y casi no puedo ni mirarlas. No es miedo, es asco.
Pasé de largo corriendo y… ¡¡me frené de golpe!! ¿Volvería a tener una
oportunidad así? ¡Era hora de vencer mi “fobia”! Cogí al bicho, y me lo
enrosqué al cuello como una bufanda. Reconozco que no era tan asquerosa como creía.
La piel no estaba húmeda, más bien seca. No pasé miedo, la verdad. Eso sí,
cuando notaba que me apretaba un poco, miraba al dueño por si acaso. No soy un
experto, pero creo que se está investigando la forma de matar de este tipo de
serpientes. Hasta ahora pensaban que era por constricción, rompiéndote todos
los huesos, pero parece ser que puede ser por asfixia. Sea como fuere, no
quería servir de cobaya para ningún estudio. Jugué un rato con ella, y se la devolví a su
dueño.
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Langkawi |
“Hinchado” tras mi hazaña (como si fuera Frank de la
jungla), nos dimos un paseo por la playa y el muelle de Teluk Burau, con su
puerto deportivo, donde acudían veleros de todo el mundo para asistir a una
importante regata. Después cogimos un taxi a Tanjung Rhu. Y si hay que escoger
una playa, ésta sería la imprescindible. Es la mejor, con diferencia. Poca gente,
con unos chiringuitos de playa donde se come estupendamente, tranquila… el
paraíso. Es como si fuera el rinconcito de los lugareños. La tarde la dedicamos
a la playa de nuestro hotel.
Aquella noche iba a resultar algo movidita… a las 03.15h de
la madrugada, nos despierta una tormenta terrible. Yo soy de los que les gusta
dormir escuchando la lluvia caer, y los truenos de fondo. Pero aquello sonaba
demasiado cerca. ¡Tan cerca como que estaba dentro de la habitación! No había
visto nada igual en mi vida. Pensábamos que se trataba de un tifón. El viento
huracanado había empujado el agua con tal fuerza, que atravesó las ventanas de
las habitaciones. Tuvimos que coger toallas para poner sobre los charcos. Nos
asomamos al balcón, y allí nos encontramos con nuestros vecinos, que asustados,
nos miraban buscando explicaciones. Todos los turistas estaban vigilando la
tormenta. Al final amaneció despejado, pudimos coger el ferry de vuelta, y
recoger el coche (3euros/día parking).
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Kek Lok Si, Penang |
El siguiente destino es Penang. Hace una tarde estupenda,
con un cielo azul intenso. Pero el día se vuelve a chafar, y no precisamente
por la meteorología. El coche se vuelve a calentar (esta vez habíamos metido el
agua por su sitio), y nos encrespa tanto, que decidimos que no podemos seguir
así. Paramos en una tienda de motos, y le pedimos a la dueña que nos deje usar
su teléfono para llamar a la empresa de alquiler de coches. Aprovechando que
Penang es grande, y Avis tiene allí oficina, decidimos que había que cambiar el
automóvil. Interrumpiendo su almuerzo, la mujer nos llama, y al cabo de dos
horas, tenemos un Honda Accord en nuestras manos. No hubo ningún problema.
Según nos explicó el empleado, estaba roto el ventilador, así que el agua no
tenía nada que ver. Por eso, en carretera, al coger velocidad, le entraba aire,
sin embargo, en ciudad, parado, con tráfico… Pero cuando trasladamos las
mochilas al maletero y me pongo al volante… ¡¡170.000 kms!! Bueno, es más
“joven”. Rezamos para que no sufriera el mismo desgaste que el anterior. Y así
fue. El Honda nos llevó sin sobresaltos hasta Kuala Lumpur. Con ese peso
quitado de encima ya, visitamos la isla. Está bien, pero para mí (muy personal)
no llegaría al rango de “imprescindible” en el que ponen las guías a esta isla
(se puede pasar por un puente en coche). Tiene bastante población y algunos
edificios históricos interesantes. Es grande, pero no agobia. Nuestra primera
visita fue el complejo de templos chinos de Kek Lok Si, o templo de la dicha
suprema. Es el templo budista más grande de Malasia, de 1893. La segunda, la
pagoda del rey Rama VI, o de los mil budas, en el que hay uno de 30 metros al
que se sube en funicular. Después, en Georgetown, la capital, fuimos al fuerte
Cornwallis (la típica fortaleza amurallada para defender la ciudad), Little
India, Masjid Kapitan, iglesia de San Jorge, templo Khoo Kongsi, mezquita
Achech, templo Hainan…
A la vuelta, decidimos dormir de camino de nuevo en Bukit
Merah (tuvimos la tentación de ir a ver de nuevo a nuestros amigos, pero había
todavía mucho que visitar). No encontramos al chino, así que nos alojamos en
una habitación barata, que ya tenía inquilino, un extraordinario ejemplar de
cucaracha, que se alojaba en el baño. Pero, por ese precio, no vamos a pedir
demasiado. Además, yo ya sólo pensaba en comerme otra de esas insuperables
hamburguesas del puesto del muelle. Deliciosa. La segunda vez, me seguía
pareciendo la mejor del mundo. Han puesto estrella Michelín a un puesto
callejero ambulante, ¿no? Pues esta señora se merece, no una, sino tres.
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Durian |
A lo largo de la autopista se posicionan numerosos
chiringuitos donde venden frutas exóticas. Paramos a comer, y probamos un
buñuelo relleno de durian. Es una fruta muy popular en esa parte del mundo, que
no es que sepa mal, pero apesta. Tanto, que en la mayoría de los hoteles (y
muchos otros locales) hay un cartel en la entrada que te avisa de que está
prohibido meterla. El olor llega a muchos metros, y es realmente desagradable.
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Mequita Azul de Sha Alam |
Llegamos a Sha Alam para conocer la mezquita del sultán
Salahuddin Abdul Aziz Sha, o más fácil, mezquita azul, sin más. Da cabida a
24.000 fieles, y tiene las mayores cúpulas del sudeste asiático. Impresionante.
Nos sorprende toda la vida que rodea a este santuario musulmán. Es un ambiente
totalmente diferente al de Oriente Medio o África. Hay puestos de comida en los
bajos de la mezquita donde puedes comprar alimentos de todo tipo. Nosotros
cogimos hamburguesa (ya, llevo unas cuantas, pero es que en España no las
pruebo), patatas, y arroz con anchoas envuelta en una hoja (todo 1 euro), y lo
comimos en plan pic nic, con la fabulosa vista de la mezquita. Nos encantó.
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Mezquita rosa en Putrajaya |
Rumbo a Putrajaya, fundada en 1995 como futura capital
administrativa federal, entrar en esta mega urbe (en aquel entonces casi vacía)
que daría cobijo a 300 000 personas fue el momento más surrealista de todo el
viaje. Hay construcciones grandiosas a estrenar (ministerios, mezquitas,
viviendas) pero vacías. Apenas habían llegado un cuarto de los habitantes que
esperaba tener. Era extraño (y emocionante) conducir por amplias avenidas,
apenas sin coches, y pasear por unos cuidados y preciosos jardines sin gente.
Era como si nosotros estuviéramos estrenando la ciudad. Todo reluciente e
impecablemente edificado, eso sí. Estuvimos un ratito haciendo ejercicio (para
bajar las hamburguesas) en unos aparatos de gimnasia enfrente de la imponente
mezquita rosa Putra. Impactados por ese ambiente casi apocalíptico, nos
dirigimos hacia Seremban.
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State Mueum Seremban |
Allí nos esperaba el fabuloso State Museum, donde pudimos
ver una selección de las culturas que, en alguna época, vivieron en este
territorio. Las construcciones son preciosas, pudiendo explorarlas con total
libertad. La razón fundamental para
visitarlo es porque tal vez sea el único, o de los pocos vestigios que quedan de
la cultura malaya autóctona. Y aquí me gustaría comentar algo que nos
entristeció un poco… El país es fabuloso, único. Tiene una mezcla de culturas
fantástica, desde portugueses, holandeses y británicos, hasta chinos, indonesios
o indios. Y eso le da encanto a un país, pero también se lo quita. Me explico…
Está bien conocer huellas de la influencia de todas estas civilizaciones, pero…
¿dónde queda la propia malaya? Pues fagocitada, y casi enterrada. Es lo que
echamos un poco de menos en este increíble país, identidad propia. Y la única
ventana al pasado para ver esa pequeña raíz, está en Seramban. La visita fue
muy interesante, y sin apenas turistas, ya que llegamos pronto. Luego llegaron
unos cuantos autobuses llenos de chinos gritones, que rompieron la magia de las
edificaciones. Menos mal que ya habíamos acabado el tour.
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Seri Menanti |
Seri Menanti será la última parada de este post. Hay que
buscar un poquito este museo, que no debéis perderos bajo ningún concepto, por
varias razones. La primera es porque os permitirá conocer a la tribu de los
minangkabau, procedentes de la isla de Sumatra, cuyo significado quiere decir
“búfalo victorioso”, en honor a la leyenda que cuenta que, tras una feroz
guerra contra los javaneses, la victoria se decidió en una lucha entre dos
búfalos. Resulto vencedor el animal de los minangkabau, y adoptaron los cuernos
del búfalo como símbolo. Esta cultura, quizá sea la más matriarcal del mundo,
puesto que la casa grande familiar, es propiedad de la mujer, y se hereda por
línea femenina Seri Menanti. Aparte del tema cultural, el palacio en sí es una
maravilla. Construido en 1908, alrededor de unos jardines con lagos y sin un
solo clavo, sirvió de residencia real hasta 1931. Otro aliciente más para
acercaros es el entorno. Paz, relax, naturaleza… Y el último, el Hotel Seri
Menanti Resort. Un hotel tipo colonial que te traslada a otra época. Pegado al
palacio viejo o Istana Lama, puedes desayunar o cenar con unas vistas
preciosas, y lo mejor de todo, su precio (35 euros). ¡No nos lo creíamos! ¿Será
porque está un poco apartado y fuera de las rutas turísticas?
En el último tramo del viaje conoceremos la colonial Malaca,
y la fascinante capital, Kuala Lumpur.
¡Hasta pronto!
ORANGUTANES
Tal vez no se deba utilizar la palabra misterio para hablar
de los orangutanes. ¿O quizás sí? Todos conocemos a estos simpáticos animales
en peligro de extinción. Sus acrobacias y movimientos despiertan ternura y
sonrisas entre las personas que los observan. Pero, aunque parezca mentira,
este simio nos desconcierta por numerosas razones que ahora conoceremos.
Lo primero que había que destacar es su inteligencia. A
pesar de ser nuestro “pariente” más alejado entre los cuatro grandes simios
(Gorila, Gibón y Chimpancé), tal vez sea el más inteligente, como así lo
afirma un estudio de la Universidad de Grand Valley de Allendale (Michigan)
publicado en la prestigiosa revista Nature, donde se asegura que es el animal
más inteligente después del hombre. Analizaron 24 primates, y determinaron que
el orangután está por delante del chimpancé (el más parecido al ser humano), el
Mono Araña, o el Gorila. A pesar de la imagen de despistados que puedan
proyectar, se ha demostrado que utilizan herramientas para cazar, o que, al
cruzar un río (no saben nadar) emplean palos como bastones, para ir tocando
fondo y esquivar profundidades en las que pudieran ahogarse. Y se ha visto a
sujetos en libertad, acercarse a los refugios de huérfanos para interactuar con
ellos, y ayudarles a adaptarse a la vida salvaje. Incluso saben que plantas comer para la jaqueca, y otras dolencias. Hay un dicho en Malasia que
dice que, si no hablan, es para que no les pongan a trabajar. De hecho, en
malayo, orangután significa “persona de los bosques”. Pero esa humanidad también les trae nefastas consecuencias. Hace tiempo surgió una noticia tan impactante como repugnante. En Indonesia se rescató
a una ejemplar de siete años que estaba siendo prostituida.
Se cree que son animales muy reflexivos, y con mucha “inspiración”
para el arte.
A pesar de ser una de las especies más populares, es de las
menos estudiadas, debido a los pocos ejemplares que quedan en libertad. A
diferencia de los chimpancés, estos peludos anaranjados son muy solitarios,
pero cuando tienen que reunirse para algo, son muy colaborativos. Su periodo de
gestación es como el del ser humano, y sólo tienen una cría cada ocho años,
permaneciendo al lado de su madre hasta los 6-7 años, el período más largo de
los mamíferos (menos que los 40 del homo sapiens español).
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Macho dominante |
Otra de las características que descoloca a la ciencia, es
que, a pesar de su tamaño, el único de los grandes primates que no procede de
África, hace su vida sobre los árboles. Excepto sus largos brazos, el resto de su morfología no parece estar adaptada para ese
tipo de vida, pero cada día se hacen sus nidos de hojas entre las ramas para
descansar. Sólo los machos más ancianos caminan habitualmente por el suelo.
Bueno, espero haberos descubierto algo más sobre estos
fascinantes animales, y que si alguna vez os ponéis delante de ellos, recordad
que, a lo mejor, sois vosotros los observados…