domingo, 25 de junio de 2017

MALASIA (2) - Langkawi, Penang y península - Orangutan, primate que desconcierta.


MALASIA - (2)

Orangután en  Bukit Merah
Después de planear la noche anterior nuestra futura estancia en la paradisiaca Langkawi, madrugamos para pasear por las orillas del lago. Es un entorno muy agradable y tranquilo. Desayunamos y compramos las entradas para el refugio de los orangutanes (3 euros aproximadamente). A las 09.00h sale un barquito, que en diez minutos te deja en la isla dónde recogen a ejemplares desahuciados de esta especie en peligro de extinción. Se llega pronto, pero se sale tarde… Y no porque no haya transporte, sino porque te puedes tirar todo el día observando los cómicos movimientos de estos graciosos primates. Es algo que hay que ver una vez en la vida, por lo menos. Hay un recorrido por un recinto en el que vas observando ejemplares más adultos, crías, e incluso hay una sala de incubadoras para los recién nacidos. Se les veía muy bien cuidados, y muy felices. También podéis coger a uno para haceros una foto. Nosotros, como no pudimos adoptar ninguno, nos trajimos uno de peluche. Tengo entendido que en el borneo malayo se pueden ver también en cautividad (en libertad es muy difícil si no te adentras en la selva profunda) No sé cómo serán aquellos centros de conservación, pero el de Bukit Merah colmó nuestros deseos. Y si vais a Malasia, los orangutanes son imprescindibles, aunque empleéis los 15 días con ellos en la jaula y no veáis nada más, el viaje habrá merecido la pena.




Alor Setar
Todavía con la sonrisa tonta en nuestros rostros por la experiencia con los orangutanes, nos ponemos de nuevo sobre la carretera para ir a Alor Setar, pero… sí, efectivamente, el coche se volvió a calentar (esto no tiene pinta de acabar bien). Aparcamos en Alor Setar, vemos la mezquita de Zahir, compramos dos cafés para llevar, y al volver al coche, le echamos otro poco de agua. De repente se nos acerca el dueño de la tienda de al lado, y nos indica que el recipiente al que estábamos echando el agua no era el del radiador, sino el del limpiaparabrisas. ¡¡Lo que entendemos de mecánica!! Cambiar una rueda, y poco más. Pero de todo se aprende… Antes de salir de la ciudad, le sacamos una foto a una mezquita azul y blanca muy bonita con un canal de agua. No sabemos el nombre, pero parecía un centro de enseñanza. Rumbo a Kuala Kedah (el arrocero de Malasia).

Langkawi
Allí, dejamos el coche en el parking, con tanta suerte que justo justo salía un barco en ese momento para Langkawi (a las 14.30h – unos 5 euros). Tras una travesía de 1.30h llegamos a Kuah (Langkawi), que nos recibe con una estatua de un águila gigantesca espectacular. Cogemos un taxi para ir a Pantai Cenang, que está a 12 kilómetros (6 euros), y buscamos un hotel para dos noches. Hay mucha oferta, pero nos decidimos por el Melati Tanjun Hotel, que por 35 euros la noche, nos ofreció una habitación con vistas al mar, en primera línea de playa. ¡Un chollazo! Hay una opción curiosa, en el Tubo Hotel, que como su propio nombre indica, son habitaciones con forma de tubería. El Bon Ton Hotel, más exclusivo, está sobre palafitos. Las opciones son muchas y variadas. No tendréis problema. Los restaurantes también abundan. Nosotros cenamos en uno muy bonito, con un patio interior iluminado al anochecer, que a las parejitas os proporcionará un momento romántico. Puedes cenar allí por 9 euros/persona. Y después de los paseos nocturnos, escribimos unas postales, y a dormir. El primer contacto con Langkawi había sido muy positivo.

Tormenta cerniéndose sobre Langkawi
Amanece, y vamos andando hasta Laman Padi, en un recorrido rural, donde van surgiendo numerosas escenas de búfalos acuáticos sobre arrozales. Cogemos un taxi hasta Pantai Kok, y allí un coche-cable (3 euros) que te lleva hasta la cima del Gunung Machincang, en uno de los trayectos más vertiginosos del mundo en este tipo de transporte. Impresionante. Lástima que las vistas de las que pensábamos disfrutar se escondieran bajo la niebla. Llevad ropa de abrigo, porque a pesar de estar sólo a 700 metros de altitud, pega viento, y hace frío. Aprovechamos para comprar sellos (12 céntimos para Europa) y bajamos poco a poco. En esta zona se rodó la película de “Ana y el Rey”, para los cinéfilos. Los edificios del complejo son muy bonitos. A la salida, vimos un hombre que ofrecía ponerte su pedazo de pitón (el reptil me refiero, cochinetes) sobre tus hombros por un par de euros. Confieso que tengo mucho asco a las serpientes, y casi no puedo ni mirarlas. No es miedo, es asco. Pasé de largo corriendo y… ¡¡me frené de golpe!! ¿Volvería a tener una oportunidad así? ¡Era hora de vencer mi “fobia”! Cogí al bicho, y me lo enrosqué al cuello como una bufanda. Reconozco que no era tan asquerosa como creía. La piel no estaba húmeda, más bien seca. No pasé miedo, la verdad. Eso sí, cuando notaba que me apretaba un poco, miraba al dueño por si acaso. No soy un experto, pero creo que se está investigando la forma de matar de este tipo de serpientes. Hasta ahora pensaban que era por constricción, rompiéndote todos los huesos, pero parece ser que puede ser por asfixia. Sea como fuere, no quería servir de cobaya para ningún estudio.  Jugué un rato con ella, y se la devolví a su dueño.

Langkawi
“Hinchado” tras mi hazaña (como si fuera Frank de la jungla), nos dimos un paseo por la playa y el muelle de Teluk Burau, con su puerto deportivo, donde acudían veleros de todo el mundo para asistir a una importante regata. Después cogimos un taxi a Tanjung Rhu. Y si hay que escoger una playa, ésta sería la imprescindible. Es la mejor, con diferencia. Poca gente, con unos chiringuitos de playa donde se come estupendamente, tranquila… el paraíso. Es como si fuera el rinconcito de los lugareños. La tarde la dedicamos a la playa de nuestro hotel.

Aquella noche iba a resultar algo movidita… a las 03.15h de la madrugada, nos despierta una tormenta terrible. Yo soy de los que les gusta dormir escuchando la lluvia caer, y los truenos de fondo. Pero aquello sonaba demasiado cerca. ¡Tan cerca como que estaba dentro de la habitación! No había visto nada igual en mi vida. Pensábamos que se trataba de un tifón. El viento huracanado había empujado el agua con tal fuerza, que atravesó las ventanas de las habitaciones. Tuvimos que coger toallas para poner sobre los charcos. Nos asomamos al balcón, y allí nos encontramos con nuestros vecinos, que asustados, nos miraban buscando explicaciones. Todos los turistas estaban vigilando la tormenta. Al final amaneció despejado, pudimos coger el ferry de vuelta, y recoger el coche (3euros/día parking).

Kek Lok Si, Penang
El siguiente destino es Penang. Hace una tarde estupenda, con un cielo azul intenso. Pero el día se vuelve a chafar, y no precisamente por la meteorología. El coche se vuelve a calentar (esta vez habíamos metido el agua por su sitio), y nos encrespa tanto, que decidimos que no podemos seguir así. Paramos en una tienda de motos, y le pedimos a la dueña que nos deje usar su teléfono para llamar a la empresa de alquiler de coches. Aprovechando que Penang es grande, y Avis tiene allí oficina, decidimos que había que cambiar el automóvil. Interrumpiendo su almuerzo, la mujer nos llama, y al cabo de dos horas, tenemos un Honda Accord en nuestras manos. No hubo ningún problema. Según nos explicó el empleado, estaba roto el ventilador, así que el agua no tenía nada que ver. Por eso, en carretera, al coger velocidad, le entraba aire, sin embargo, en ciudad, parado, con tráfico… Pero cuando trasladamos las mochilas al maletero y me pongo al volante… ¡¡170.000 kms!! Bueno, es más “joven”. Rezamos para que no sufriera el mismo desgaste que el anterior. Y así fue. El Honda nos llevó sin sobresaltos hasta Kuala Lumpur. Con ese peso quitado de encima ya, visitamos la isla. Está bien, pero para mí (muy personal) no llegaría al rango de “imprescindible” en el que ponen las guías a esta isla (se puede pasar por un puente en coche). Tiene bastante población y algunos edificios históricos interesantes. Es grande, pero no agobia. Nuestra primera visita fue el complejo de templos chinos de Kek Lok Si, o templo de la dicha suprema. Es el templo budista más grande de Malasia, de 1893. La segunda, la pagoda del rey Rama VI, o de los mil budas, en el que hay uno de 30 metros al que se sube en funicular. Después, en Georgetown, la capital, fuimos al fuerte Cornwallis (la típica fortaleza amurallada para defender la ciudad), Little India, Masjid Kapitan, iglesia de San Jorge, templo Khoo Kongsi, mezquita Achech, templo Hainan…

A la vuelta, decidimos dormir de camino de nuevo en Bukit Merah (tuvimos la tentación de ir a ver de nuevo a nuestros amigos, pero había todavía mucho que visitar). No encontramos al chino, así que nos alojamos en una habitación barata, que ya tenía inquilino, un extraordinario ejemplar de cucaracha, que se alojaba en el baño. Pero, por ese precio, no vamos a pedir demasiado. Además, yo ya sólo pensaba en comerme otra de esas insuperables hamburguesas del puesto del muelle. Deliciosa. La segunda vez, me seguía pareciendo la mejor del mundo. Han puesto estrella Michelín a un puesto callejero ambulante, ¿no? Pues esta señora se merece, no una, sino tres.

Durian
A lo largo de la autopista se posicionan numerosos chiringuitos donde venden frutas exóticas. Paramos a comer, y probamos un buñuelo relleno de durian. Es una fruta muy popular en esa parte del mundo, que no es que sepa mal, pero apesta. Tanto, que en la mayoría de los hoteles (y muchos otros locales) hay un cartel en la entrada que te avisa de que está prohibido meterla. El olor llega a muchos metros, y es realmente desagradable.




Mequita Azul de Sha Alam
Llegamos a Sha Alam para conocer la mezquita del sultán Salahuddin Abdul Aziz Sha, o más fácil, mezquita azul, sin más. Da cabida a 24.000 fieles, y tiene las mayores cúpulas del sudeste asiático. Impresionante. Nos sorprende toda la vida que rodea a este santuario musulmán. Es un ambiente totalmente diferente al de Oriente Medio o África. Hay puestos de comida en los bajos de la mezquita donde puedes comprar alimentos de todo tipo. Nosotros cogimos hamburguesa (ya, llevo unas cuantas, pero es que en España no las pruebo), patatas, y arroz con anchoas envuelta en una hoja (todo 1 euro), y lo comimos en plan pic nic, con la fabulosa vista de la mezquita. Nos encantó.
Mezquita rosa en Putrajaya

Rumbo a Putrajaya, fundada en 1995 como futura capital administrativa federal, entrar en esta mega urbe (en aquel entonces casi vacía) que daría cobijo a 300 000 personas fue el momento más surrealista de todo el viaje. Hay construcciones grandiosas a estrenar (ministerios, mezquitas, viviendas) pero vacías. Apenas habían llegado un cuarto de los habitantes que esperaba tener. Era extraño (y emocionante) conducir por amplias avenidas, apenas sin coches, y pasear por unos cuidados y preciosos jardines sin gente. Era como si nosotros estuviéramos estrenando la ciudad. Todo reluciente e impecablemente edificado, eso sí. Estuvimos un ratito haciendo ejercicio (para bajar las hamburguesas) en unos aparatos de gimnasia enfrente de la imponente mezquita rosa Putra. Impactados por ese ambiente casi apocalíptico, nos dirigimos hacia Seremban.

State Mueum Seremban
Allí nos esperaba el fabuloso State Museum, donde pudimos ver una selección de las culturas que, en alguna época, vivieron en este territorio. Las construcciones son preciosas, pudiendo explorarlas con total libertad.  La razón fundamental para visitarlo es porque tal vez sea el único, o de los pocos vestigios que quedan de la cultura malaya autóctona. Y aquí me gustaría comentar algo que nos entristeció un poco… El país es fabuloso, único. Tiene una mezcla de culturas fantástica, desde portugueses, holandeses y británicos, hasta chinos, indonesios o indios. Y eso le da encanto a un país, pero también se lo quita. Me explico… Está bien conocer huellas de la influencia de todas estas civilizaciones, pero… ¿dónde queda la propia malaya? Pues fagocitada, y casi enterrada. Es lo que echamos un poco de menos en este increíble país, identidad propia. Y la única ventana al pasado para ver esa pequeña raíz, está en Seramban. La visita fue muy interesante, y sin apenas turistas, ya que llegamos pronto. Luego llegaron unos cuantos autobuses llenos de chinos gritones, que rompieron la magia de las edificaciones. Menos mal que ya habíamos acabado el tour.
Seri Menanti

Seri Menanti será la última parada de este post. Hay que buscar un poquito este museo, que no debéis perderos bajo ningún concepto, por varias razones. La primera es porque os permitirá conocer a la tribu de los minangkabau, procedentes de la isla de Sumatra, cuyo significado quiere decir “búfalo victorioso”, en honor a la leyenda que cuenta que, tras una feroz guerra contra los javaneses, la victoria se decidió en una lucha entre dos búfalos. Resulto vencedor el animal de los minangkabau, y adoptaron los cuernos del búfalo como símbolo. Esta cultura, quizá sea la más matriarcal del mundo, puesto que la casa grande familiar, es propiedad de la mujer, y se hereda por línea femenina Seri Menanti. Aparte del tema cultural, el palacio en sí es una maravilla. Construido en 1908, alrededor de unos jardines con lagos y sin un solo clavo, sirvió de residencia real hasta 1931. Otro aliciente más para acercaros es el entorno. Paz, relax, naturaleza… Y el último, el Hotel Seri Menanti Resort. Un hotel tipo colonial que te traslada a otra época. Pegado al palacio viejo o Istana Lama, puedes desayunar o cenar con unas vistas preciosas, y lo mejor de todo, su precio (35 euros). ¡No nos lo creíamos! ¿Será porque está un poco apartado y fuera de las rutas turísticas?

En el último tramo del viaje conoceremos la colonial Malaca, y la fascinante capital, Kuala Lumpur.

¡Hasta pronto!




ORANGUTANES

 

Tal vez no se deba utilizar la palabra misterio para hablar de los orangutanes. ¿O quizás sí? Todos conocemos a estos simpáticos animales en peligro de extinción. Sus acrobacias y movimientos despiertan ternura y sonrisas entre las personas que los observan. Pero, aunque parezca mentira, este simio nos desconcierta por numerosas razones que ahora conoceremos.
Lo primero que había que destacar es su inteligencia. A pesar de ser nuestro “pariente” más alejado entre los cuatro grandes simios (Gorila, Gibón y Chimpancé), tal vez sea el más inteligente, como así lo afirma un estudio de la Universidad de Grand Valley de Allendale (Michigan) publicado en la prestigiosa revista Nature, donde se asegura que es el animal más inteligente después del hombre. Analizaron 24 primates, y determinaron que el orangután está por delante del chimpancé (el más parecido al ser humano), el Mono Araña, o el Gorila. A pesar de la imagen de despistados que puedan proyectar, se ha demostrado que utilizan herramientas para cazar, o que, al cruzar un río (no saben nadar) emplean palos como bastones, para ir tocando fondo y esquivar profundidades en las que pudieran ahogarse. Y se ha visto a sujetos en libertad, acercarse a los refugios de huérfanos para interactuar con ellos, y ayudarles a adaptarse a la vida salvaje. Incluso saben que plantas comer para la jaqueca, y otras dolencias. Hay un dicho en Malasia que dice que, si no hablan, es para que no les pongan a trabajar. De hecho, en malayo, orangután significa “persona de los bosques”. Pero esa humanidad también les trae nefastas consecuencias. Hace tiempo surgió una noticia tan impactante como repugnante. En Indonesia se rescató a una ejemplar de siete años que estaba siendo prostituida.
Se cree que son animales muy reflexivos, y con mucha “inspiración” para el arte.
A pesar de ser una de las especies más populares, es de las menos estudiadas, debido a los pocos ejemplares que quedan en libertad. A diferencia de los chimpancés, estos peludos anaranjados son muy solitarios, pero cuando tienen que reunirse para algo, son muy colaborativos. Su periodo de gestación es como el del ser humano, y sólo tienen una cría cada ocho años, permaneciendo al lado de su madre hasta los 6-7 años, el período más largo de los mamíferos (menos que los 40 del homo sapiens español).
Macho dominante
Otra de las características que descoloca a la ciencia, es que, a pesar de su tamaño, el único de los grandes primates que no procede de África, hace su vida sobre los árboles. Excepto sus largos brazos, el resto de su morfología no parece estar adaptada para ese tipo de vida, pero cada día se hacen sus nidos de hojas entre las ramas para descansar. Sólo los machos más ancianos caminan habitualmente por el suelo.
Bueno, espero haberos descubierto algo más sobre estos fascinantes animales, y que si alguna vez os ponéis delante de ellos, recordad que, a lo mejor, sois vosotros los observados…