ARMENIA - (2)
Junio 2016
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Monasterio de Noravank |
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Templo de Garni |
La segunda jornada en Armenia era especialmente esperada, ya
que el templo Garni, con sus impresionantes columnas jónicas de estilo
helenístico, rompía por completo con la mayoría de las iglesias y monasterios
que habíamos visto, y que íbamos a ver. Construido en el siglo I por el rey
Tiridates I (probablemente con dinero del mismísimo Nerón), este templo de
basalto se cree que está dedicado al dios griego Mitra, aunque algunos
arqueólogos piensan que bien pudiera ser un mausoleo donde estuviera enterrado
algún importante gobernante armenio. En el mismo recinto hay un baño público
muy bien conservado que no debéis perderos, ya que posee unos coloridos
mosaicos muy bonitos. Y no dejéis de asomaros al mirador para observar la
belleza del valle que reposa a los pies del templo.
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Interior de una de las iglesias de Geghard |
A 7 kilómetros de allí nos esperaba un conjunto monástico
realmente espectacular. Y lo es, no sólo por las iglesias, capillas, cruces y
tumbas excavadas en la roca, sino también por el entorno en el que se edificó. Asomado
a los acantilados, se puede ver la preciosa garganta del rio Azat. Pero
tendréis que mirar como los camaleones, y desviar un ojo para cada lado, porque
querréis disfrutar tanto de la bella vista del cañón, como de las fantásticas
estructuras religiosas que os esperan en Geghard. Se podría traducir como “el
Monasterio de la Lanza”, ya que hasta sus puertas llegó la famosa lanza que
atravesó las costillas de Jesucristo en la crucifixión (para los que no hayáis leído
la anterior entrada, allí la menciono), y que ahora se conserva en Echmiadzin.
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Geghard |
En el interior de las cuevas os esperan maravillosas
capillas talladas en roca, con hermosos relieves, que surgen a los ojos del
visitante, como si los estuviera descubriendo por primera vez para la historia.
Conmovido en aquel mágico lugar, con apenas un rayo de luz iluminando tan
antiguas y enigmáticas figuras, te sientes un auténtico explorador del siglo
XIX que acaba de revelar a la humanidad el hallazgo de una antigua
civilización. O quizás prefiráis retroceder más, y poneros el yelmo y la espada
para imaginaros en la piel de un caballero medieval protegiendo el reino de
Armenia ante el invasor.
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Horno de pan |
Después de este viaje al pasado, nos acercamos hasta una casa
familiar donde nos hicieron una demostración con trabajos de alfarería. Aunque a mí,
panero a cualquier hora del día, lo que verdaderamente atrajo mi atención (y mi
apetito) fue el lavash, el pan típico
armenio. Hecho con harina de maíz, cuando ya tiene la masa su forma, lo
pegan/cuelgan en las paredes del horno de arcilla hasta que se hace. Con un
buen queso casero y hierbas aromáticas, enroscamos nuestra fina masa, y
degustamos un delicioso bocadillo en el jardín de la casa.
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Monasteio de Geghard |
Aprovechamos la tarde en Ereván para conocer mejor la
ciudad. Cenamos, y al volver al hostal nos encontramos al chico de Vitoria y el
señor de Mallorca (creo) que habíamos conocido en el desayuno del Envoy. Eran
aventureros que querían llegar hasta Nagorno Karabaj, pero estaban teniendo
dificultades con el transporte. Esta zona es un dominio armenio en territorio
de Azerbayán. En 1991, la mayoría de población armenia decidió independizarse
de Azerbayán, provocando una guerra con ésta. Armenia apoyó a su pueblo, y se
involucró en un conflicto que en 2 años dejó más de 20 000 muertos y 800 000 refugiados.
La intermediación rusia no dejó satisfecha a ninguna de las partes, y hoy día
sigue siendo fuente de fuertes conflictos entre ambos países. Actualmente,
Armenia sigue controlando Nagorno Karabaj, junto con un gobierno
independentista formado en este territorio.
Por lo que supimos más tarde en una de sus charlas de
viajes, parece que lograron su objetivo, no sin dedicarle mucho tiempo y
esfuerzo.
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Lago Sevan |
La tercera excursión nos llevaba hasta el lago Sevan, una
gran masa de agua dulce que ocupa el 5% del país. De camino, las obsidianas
brillando en las montañas nos anunciaban una soleada jornada en uno de los
mayores lagos alpinos del mundo. Hace 100 años, ingenieros soviéticos, entre
los que se encontraba uno de los culpables de la catástrofe del Mar de Aral,
casi repitió desastre ecológico en Sevan. Pero afortunadamente para el acuífero, la muerte de
Stalin dio al traste con los planes de bajar el nivel del lago para desviar el
agua hacia usos agrícolas e hidroeléctricos, permitiéndonos hoy en día
disfrutar de este magnífico entorno, y del Monasterio
Negro que vigila las orillas del lago Sevan. Fundado en el 874 por la princesa
Mariam Bagratuni, Sevanavank sólo conserva dos iglesias en nuestros días. Ésta
fue una de las primeras zonas en convertirse al cristianismo, y aquí mandaban
al exilio a los curas que pecaban.
De camino a Dilijian o la suiza armenia, famosa por sus balnearios,
nos cuentan la historia de los molokanes, un grupo que decidió separarse de la
iglesia ortodoxa rusa, y que tienen sus propias interpretaciones de Cristo. No
reconocen santos, y se proclaman pacifistas. Molokó significa leche en ruso, y
se les llamó así porque era el líquido que bebían en época de ayuno. Con una
vida sencilla, se les asimila a los amish
o a los menonitas. Aunque en el Cáucaso viven la mayoría de ellos, hay
importantes comunidades en Estados Unidos, Canadá, México o Turquía.
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Monasterio de Goshavank |
El monasterio de Goshavank (1191) es otro lugar
imprescindible que hay que visitar. Aunque está inactivo, ese aire vetusto del
edificio vuelve a situarnos en la edad media armenia. En mitad de una
pendiente, rodeado de un manto verde, la hierba que crece en sus tejados nos
proporciona una postal de época.
Paramos a comer en un bonito restaurante, en el que
compartimos una deliciosa comida con un matrimonio que viene de Irán (ella es
greco-chipriota) y charlamos con un chico de París.
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Monasterio de Haghartsin |
La última visita del día fue el monasterio de Haghartsin
(baile de las águilas), del siglo X-XI. Con las iglesias de San Gregorio y San
Esteban, hay un viejo roble que atrae casi a más visitantes que los propios
santuarios.
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Relieves en Noravank |
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Noravank |
La siguiente excursión tenía como principal objetivo el
monasterio de Noravank. En el trayecto de unas dos horas, nos hablan de las
montañas de Armenia, de Mesrob Mashots (el creador del alfabeto armenio en el
año 406, y que también inventó el afgano y georgiano), y cerca de la frontera
azerbayana nos indican que por aquella zona murieron muchos armenios en el
genocidio de 1915 del que os hablé en la anterior entrada. Después de conocer
personajes relevantes de la historia armenia, hacemos una breve parada cerca de
Areni, para ver la entrada de la cueva donde se ha encontrado el zapato más
antiguo del mundo hasta la fecha (5500 años). De ahí, ya sólo quedaban 9
kilómetros para deleitarnos con otro fascinante monasterio, que os impresionará
por su verticalidad. Ya sé que me repito un poco, pero de verdad que son todos
una maravilla. Los emplazamientos espectaculares en las montañas, alejados de
los centros de población, les envuelven de un aura mágica que te hechiza al
instante. Y Noravank, del siglo XIII, descansa sobre un entorno privilegiado de
montañas rojizas, antiguo reino de los príncipes Orbelian. Este sitio es una
visita ineludible.
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Tatev |
Nos adentramos en la zona de Yeghegnadzor (valle de las
cañas), la región menos poblada y más virgen de este pequeño país del Cáucaso.
Allí nos esperaba el teleférico de doble cable más largo del mundo sin paradas,
que atraviesa a lo largo de sus casi 6 kilómetros de recorrido el vertiginoso
cañón de Vorotán. A pesar de las vistas espectaculares que proporcionan las
cristaleras de los vagones colgantes, la verdadera atracción se encuentra al
final del cable. El monasterio Tatev, descansa desde hace doce siglos sobre un
acantilado. Protegido por la garganta a un lado y la muralla al otro, este
monasterio albergó durante los siglos XIV-XV una importante universidad que,
junto con su biblioteca, formó un baluarte científico, filosófico y religioso,
que ayudó a proteger la cultura armenia durante las épocas de intrusiones
extranjeras. La estampa, desde la carretera que bordea la colina opuesta al
complejo, es soberbia.
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Pilar de Gavazan |
El pilar de Gavazan, dentro del recinto, es una curiosa columna
oscilante de piedra, que los monjes utilizaban a modo de sismógrafo hace más de
1000 años.
En el pueblo de Halidzor, próximo a Tatev, comimos una
saludable barbacoa de verduras y pollo en el Tatev Tavern. Entre los comensales se encontraba un chico cubano
que, cansado de estar encerrado varios días en el hotel, había decidido visitar el monasterio mientras su cara volvía a recuperar su
forma. Su interés por Armenia no venía motivado por las iglesias cristianas,
sino por las clínicas de cirugía estética. No era la primera vez que volaba
desde Estocolmo para retocarse en Ereván, y según nos contó, tampoco la última. Parece ser que es un destino barato
para este tipo de operaciones, y que además tiene muy buenos profesionales en
esta especialidad. Lo mío ya no tiene remedio, pero si os disgusta algo de
vuestro cuerpo que queráis cambiar, entre capilla y capilla, un poquito de
jeringuilla…
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Valle en Armenia |
Y para acabar la jornada, hicimos una breve parada en
Karahunj, del que os hablaré en el misterio. Me hubiera gustado tener más
tiempo para explorarlo mejor, ya que es un sitio realmente especial que requiere
más atención, y cierta soledad y silencio para disfrutar de tan fascinante
lugar. A pesar del camino embarrado, mereció la pena ensuciarse para llegar a
este conjunto excepcional de megalitos. En la cercana localidad de Sisian hay un interesante museo con piezas encontradas en el recinto arqueológico. Por desgracia, nosotros no pudimos visitarlo.
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Tatev |
Os dejo en Zorats Karer para que os trasladéis en silencio a
la Edad de Bronce y os alejéis del sonido humano durante unos instantes para
observar la constelación del Cisne…
KARAHUNJ
En el ocaso, un grupo de sacerdotes se acerca a una
explanada rocosa que se asoma a un abierto y verde valle. Cuidadosamente, posan
sus antorchas sobre el suelo, aún húmedo por las recientes lluvias, y miran al
cielo. Afortunadamente, las nubes se han ido. Rodeados de centenares de piedras
que apuntan al firmamento, depositan el cuerpo del chico entre varias rocas y
le dan sepultura. Respetado en la tribu, el joven no pudo superar la enfermedad
que le acechaba desde hacía semanas. Ni siquiera el chamán pudo curarle. Ahora,
“El Cisne” se encargaría de llevarle hacía la otra vida…
Necrópolis u observatorio astronómico (o tal vez las dos
cosas al mismo tiempo), está claro que Carahunge era un lugar sagrado hace unos
7500 años. A 200 kilómetros de la capital, este conjunto arqueológico todavía
guarda muchos secretos que esperan ser descubiertos. Pero este maravilloso
enclave debe primero desvelar su naturaleza… Los defensores del cementerio prehistórico
aseguran que las 223 piedras (algunas de hasta 3 metros de altura) marcan
tumbas de la Edad de Bronce, en contraposición a los que afirman que “las rocas
que hablan” (traducción de Karahunge), son telescopios prehistóricos a través
de los cuales el hombre, fascinado desde siempre por el universo, contemplaba
las estrellas.
Lo cierto es que muchas de estas piedras tienen un pequeño orificio
que apunta hacia distintas direcciones, marcando el Sol, la Luna y estrellas,
señalizando la constelación del “Cisne” especialmente, donde Deneb, la
supergigante blanca, destaca sobre el resto. 54 000 veces más potente que
nuestro Sol, es una de las estrellas más luminosas de la Vía Láctea. La
constelación Cygnus (Cisne) está muy
cerca del polo norte celeste, y en numerosos pueblos antiguos creían que este
animal era el encargado de llevar el alma del difunto hasta el otro mundo,
donde reposaría en su descanso eterno. Aunque las primeras referencias
históricas a este grupo de estrellas se atribuyen a los griegos (Zeus se
transformó en cisne para seducir a Némesis, que tomaba forma de oca para
librarse del dios. Fruto del encuentro nació Helena de Troya), otros aseguran
que, en las cuevas prehistóricas de España y Francia, el hombre primitivo ya las
dibujó en las paredes.
Pero Zorats Karer (como así se le llama también), 3500 años
más antiguo que el famoso Stonehenge, alberga otro misterio, que quizás,
también tenga origen fuera de nuestro sistema solar… Muy cerca del conjunto
circular de piedras, se han hallado petroglifos mucho más antiguos que dicho
recinto (a los que es difícil llegar), y unos sorprendentes relieves con formas antropomorfas que guardan
increíble parecido con los típicos aliens “grises” que todos tenemos en mente.
Las figuras no serían más que una graciosa curiosidad de no ser porque tienen… miles de años de antigüedad. Habrá quien opine que simplemente son humanos
con ojos grandes y barbilla estrecha…
Lo que si es cierto es que el lugar desprende un halo de
misterio que envuelve al visitante que se atreve a acercarse hasta ese espacio,
alejado de la civilización, en el que los sacerdotes astrónomos miraban las
estrellas a través de los “telescopios” de piedra, impregnando de magia este
antiguo observatorio.
Si decidís llegar hasta aquí, estad atentos a las “piedras
que hablan”, porque tal vez ellas os revelen los secretos que guardan desde
hace 7500 años…