domingo, 3 de septiembre de 2017

ARMENIA - (2) - Garni, Noravank, Gherard, Tatev, Goshavank, Haghartsin - Karahunj, ¿el observatorio más antiguo del mundo?



ARMENIA - (2)

Junio 2016

Monasterio de Noravank

Templo de Garni
La segunda jornada en Armenia era especialmente esperada, ya que el templo Garni, con sus impresionantes columnas jónicas de estilo helenístico, rompía por completo con la mayoría de las iglesias y monasterios que habíamos visto, y que íbamos a ver. Construido en el siglo I por el rey Tiridates I (probablemente con dinero del mismísimo Nerón), este templo de basalto se cree que está dedicado al dios griego Mitra, aunque algunos arqueólogos piensan que bien pudiera ser un mausoleo donde estuviera enterrado algún importante gobernante armenio. En el mismo recinto hay un baño público muy bien conservado que no debéis perderos, ya que posee unos coloridos mosaicos muy bonitos. Y no dejéis de asomaros al mirador para observar la belleza del valle que reposa a los pies del templo.



Interior de una de las iglesias de Geghard
A 7 kilómetros de allí nos esperaba un conjunto monástico realmente espectacular. Y lo es, no sólo por las iglesias, capillas, cruces y tumbas excavadas en la roca, sino también por el entorno en el que se edificó. Asomado a los acantilados, se puede ver la preciosa garganta del rio Azat. Pero tendréis que mirar como los camaleones, y desviar un ojo para cada lado, porque querréis disfrutar tanto de la bella vista del cañón, como de las fantásticas estructuras religiosas que os esperan en Geghard. Se podría traducir como “el Monasterio de la Lanza”, ya que hasta sus puertas llegó la famosa lanza que atravesó las costillas de Jesucristo en la crucifixión (para los que no hayáis leído la anterior entrada, allí la menciono), y que ahora se conserva en Echmiadzin.


Geghard
En el interior de las cuevas os esperan maravillosas capillas talladas en roca, con hermosos relieves, que surgen a los ojos del visitante, como si los estuviera descubriendo por primera vez para la historia. Conmovido en aquel mágico lugar, con apenas un rayo de luz iluminando tan antiguas y enigmáticas figuras, te sientes un auténtico explorador del siglo XIX que acaba de revelar a la humanidad el hallazgo de una antigua civilización. O quizás prefiráis retroceder más, y poneros el yelmo y la espada para imaginaros en la piel de un caballero medieval protegiendo el reino de Armenia ante el invasor.

Horno de pan
Después de este viaje al pasado, nos acercamos hasta una casa familiar donde nos hicieron una demostración con trabajos de alfarería. Aunque a mí, panero a cualquier hora del día, lo que verdaderamente atrajo mi atención (y mi apetito) fue el lavash, el pan típico armenio. Hecho con harina de maíz, cuando ya tiene la masa su forma, lo pegan/cuelgan en las paredes del horno de arcilla hasta que se hace. Con un buen queso casero y hierbas aromáticas, enroscamos nuestra fina masa, y degustamos un delicioso bocadillo en el jardín de la casa.

Monasteio de Geghard

Aprovechamos la tarde en Ereván para conocer mejor la ciudad. Cenamos, y al volver al hostal nos encontramos al chico de Vitoria y el señor de Mallorca (creo) que habíamos conocido en el desayuno del Envoy. Eran aventureros que querían llegar hasta Nagorno Karabaj, pero estaban teniendo dificultades con el transporte. Esta zona es un dominio armenio en territorio de Azerbayán. En 1991, la mayoría de población armenia decidió independizarse de Azerbayán, provocando una guerra con ésta. Armenia apoyó a su pueblo, y se involucró en un conflicto que en 2 años dejó más de 20 000 muertos y 800 000 refugiados. La intermediación rusia no dejó satisfecha a ninguna de las partes, y hoy día sigue siendo fuente de fuertes conflictos entre ambos países. Actualmente, Armenia sigue controlando Nagorno Karabaj, junto con un gobierno independentista formado en este territorio.

Por lo que supimos más tarde en una de sus charlas de viajes, parece que lograron su objetivo, no sin dedicarle mucho tiempo y esfuerzo.

Lago Sevan
La tercera excursión nos llevaba hasta el lago Sevan, una gran masa de agua dulce que ocupa el 5% del país. De camino, las obsidianas brillando en las montañas nos anunciaban una soleada jornada en uno de los mayores lagos alpinos del mundo. Hace 100 años, ingenieros soviéticos, entre los que se encontraba uno de los culpables de la catástrofe del Mar de Aral, casi repitió desastre ecológico en Sevan. Pero afortunadamente para el acuífero, la muerte de Stalin dio al traste con los planes de bajar el nivel del lago para desviar el agua hacia usos agrícolas e hidroeléctricos, permitiéndonos hoy en día disfrutar de este magnífico entorno, y del Monasterio Negro que vigila las orillas del lago Sevan. Fundado en el 874 por la princesa Mariam Bagratuni, Sevanavank sólo conserva dos iglesias en nuestros días. Ésta fue una de las primeras zonas en convertirse al cristianismo, y aquí mandaban al exilio a los curas que pecaban.

De camino a Dilijian o la suiza armenia, famosa por sus balnearios, nos cuentan la historia de los molokanes, un grupo que decidió separarse de la iglesia ortodoxa rusa, y que tienen sus propias interpretaciones de Cristo. No reconocen santos, y se proclaman pacifistas. Molokó significa leche en ruso, y se les llamó así porque era el líquido que bebían en época de ayuno. Con una vida sencilla, se les asimila a los amish o a los menonitas. Aunque en el Cáucaso viven la mayoría de ellos, hay importantes comunidades en Estados Unidos, Canadá, México o Turquía.
Monasterio de Goshavank

El monasterio de Goshavank (1191) es otro lugar imprescindible que hay que visitar. Aunque está inactivo, ese aire vetusto del edificio vuelve a situarnos en la edad media armenia. En mitad de una pendiente, rodeado de un manto verde, la hierba que crece en sus tejados nos proporciona una postal de época.

Paramos a comer en un bonito restaurante, en el que compartimos una deliciosa comida con un matrimonio que viene de Irán (ella es greco-chipriota) y charlamos con un chico de París.

Monasterio de Haghartsin
La última visita del día fue el monasterio de Haghartsin (baile de las águilas), del siglo X-XI. Con las iglesias de San Gregorio y San Esteban, hay un viejo roble que atrae casi a más visitantes que los propios santuarios.
Relieves en Noravank



Noravank
La siguiente excursión tenía como principal objetivo el monasterio de Noravank. En el trayecto de unas dos horas, nos hablan de las montañas de Armenia, de Mesrob Mashots (el creador del alfabeto armenio en el año 406, y que también inventó el afgano y georgiano), y cerca de la frontera azerbayana nos indican que por aquella zona murieron muchos armenios en el genocidio de 1915 del que os hablé en la anterior entrada. Después de conocer personajes relevantes de la historia armenia, hacemos una breve parada cerca de Areni, para ver la entrada de la cueva donde se ha encontrado el zapato más antiguo del mundo hasta la fecha (5500 años). De ahí, ya sólo quedaban 9 kilómetros para deleitarnos con otro fascinante monasterio, que os impresionará por su verticalidad. Ya sé que me repito un poco, pero de verdad que son todos una maravilla. Los emplazamientos espectaculares en las montañas, alejados de los centros de población, les envuelven de un aura mágica que te hechiza al instante. Y Noravank, del siglo XIII, descansa sobre un entorno privilegiado de montañas rojizas, antiguo reino de los príncipes Orbelian. Este sitio es una visita ineludible.

Tatev
Nos adentramos en la zona de Yeghegnadzor (valle de las cañas), la región menos poblada y más virgen de este pequeño país del Cáucaso. Allí nos esperaba el teleférico de doble cable más largo del mundo sin paradas, que atraviesa a lo largo de sus casi 6 kilómetros de recorrido el vertiginoso cañón de Vorotán. A pesar de las vistas espectaculares que proporcionan las cristaleras de los vagones colgantes, la verdadera atracción se encuentra al final del cable. El monasterio Tatev, descansa desde hace doce siglos sobre un acantilado. Protegido por la garganta a un lado y la muralla al otro, este monasterio albergó durante los siglos XIV-XV una importante universidad que, junto con su biblioteca, formó un baluarte científico, filosófico y religioso, que ayudó a proteger la cultura armenia durante las épocas de intrusiones extranjeras. La estampa, desde la carretera que bordea la colina opuesta al complejo, es soberbia.

Pilar de Gavazan
El pilar de Gavazan, dentro del recinto, es una curiosa columna oscilante de piedra, que los monjes utilizaban a modo de sismógrafo hace más de 1000 años.

En el pueblo de Halidzor, próximo a Tatev, comimos una saludable barbacoa de verduras y pollo en el Tatev Tavern. Entre los comensales se encontraba un chico cubano que, cansado de estar encerrado varios días en el hotel, había decidido visitar el monasterio mientras su cara volvía a recuperar su forma. Su interés por Armenia no venía motivado por las iglesias cristianas, sino por las clínicas de cirugía estética. No era la primera vez que volaba desde Estocolmo para retocarse en Ereván, y según nos contó, tampoco la última. Parece ser que es un destino barato para este tipo de operaciones, y que además tiene muy buenos profesionales en esta especialidad. Lo mío ya no tiene remedio, pero si os disgusta algo de vuestro cuerpo que queráis cambiar, entre capilla y capilla, un poquito de jeringuilla…
Valle en Armenia

Y para acabar la jornada, hicimos una breve parada en Karahunj, del que os hablaré en el misterio. Me hubiera gustado tener más tiempo para explorarlo mejor, ya que es un sitio realmente especial que requiere más atención, y cierta soledad y silencio para disfrutar de tan fascinante lugar. A pesar del camino embarrado, mereció la pena ensuciarse para llegar a este conjunto excepcional de megalitos. En la cercana localidad de Sisian hay un interesante museo con piezas encontradas en el recinto arqueológico. Por desgracia, nosotros no pudimos visitarlo.

Tatev
Os dejo en Zorats Karer para que os trasladéis en silencio a la Edad de Bronce y os alejéis del sonido humano durante unos instantes para observar la constelación del Cisne…

KARAHUNJ


 




En el ocaso, un grupo de sacerdotes se acerca a una explanada rocosa que se asoma a un abierto y verde valle. Cuidadosamente, posan sus antorchas sobre el suelo, aún húmedo por las recientes lluvias, y miran al cielo. Afortunadamente, las nubes se han ido. Rodeados de centenares de piedras que apuntan al firmamento, depositan el cuerpo del chico entre varias rocas y le dan sepultura. Respetado en la tribu, el joven no pudo superar la enfermedad que le acechaba desde hacía semanas. Ni siquiera el chamán pudo curarle. Ahora, “El Cisne” se encargaría de llevarle hacía la otra vida…



Necrópolis u observatorio astronómico (o tal vez las dos cosas al mismo tiempo), está claro que Carahunge era un lugar sagrado hace unos 7500 años. A 200 kilómetros de la capital, este conjunto arqueológico todavía guarda muchos secretos que esperan ser descubiertos. Pero este maravilloso enclave debe primero desvelar su naturaleza… Los defensores del cementerio prehistórico aseguran que las 223 piedras (algunas de hasta 3 metros de altura) marcan tumbas de la Edad de Bronce, en contraposición a los que afirman que “las rocas que hablan” (traducción de Karahunge), son telescopios prehistóricos a través de los cuales el hombre, fascinado desde siempre por el universo, contemplaba las estrellas. 




Lo cierto es que muchas de estas piedras tienen un pequeño orificio que apunta hacia distintas direcciones, marcando el Sol, la Luna y estrellas, señalizando la constelación del “Cisne” especialmente, donde Deneb, la supergigante blanca, destaca sobre el resto. 54 000 veces más potente que nuestro Sol, es una de las estrellas más luminosas de la Vía Láctea. La constelación Cygnus (Cisne) está muy cerca del polo norte celeste, y en numerosos pueblos antiguos creían que este animal era el encargado de llevar el alma del difunto hasta el otro mundo, donde reposaría en su descanso eterno. Aunque las primeras referencias históricas a este grupo de estrellas se atribuyen a los griegos (Zeus se transformó en cisne para seducir a Némesis, que tomaba forma de oca para librarse del dios. Fruto del encuentro nació Helena de Troya), otros aseguran que, en las cuevas prehistóricas de España y Francia, el hombre primitivo ya las dibujó en las paredes.



Pero Zorats Karer (como así se le llama también), 3500 años más antiguo que el famoso Stonehenge, alberga otro misterio, que quizás, también tenga origen fuera de nuestro sistema solar… Muy cerca del conjunto circular de piedras, se han hallado petroglifos mucho más antiguos que dicho recinto (a los que es difícil llegar), y unos sorprendentes relieves con formas antropomorfas que guardan increíble parecido con los típicos aliens “grises” que todos tenemos en mente. Las figuras no serían más que una graciosa curiosidad de no ser porque tienen… miles de años de antigüedad. Habrá quien opine que simplemente son humanos con ojos grandes y barbilla estrecha…


Lo que si es cierto es que el lugar desprende un halo de misterio que envuelve al visitante que se atreve a acercarse hasta ese espacio, alejado de la civilización, en el que los sacerdotes astrónomos miraban las estrellas a través de los “telescopios” de piedra, impregnando de magia este antiguo observatorio.




Si decidís llegar hasta aquí, estad atentos a las “piedras que hablan”, porque tal vez ellas os revelen los secretos que guardan desde hace 7500 años…