Panorámica del Cañón Waimea desde el Waimea Canyon Lookout |
Sin duda alguna, Kauai es la isla más espectacular e
indómita de todo el archipiélago hawaiano. Los paisajes que os encontraréis
allí os dejarán con la boca abierta, bien porque simplemente os parecerán
irreales (como el Cañón Waimea) o porque os resultarán tan bellos que no dejaréis
de sentiros estremecidos ante tal obra de la naturaleza (como la costa Na Pali).
Si dudáis cuántos días dedicar a cada isla, reservad unos cuantos para ésta, la
más antigua, y sobre todo, no dejéis escapar la oportunidad de recorrer el
Kalalau Trail. Sí, hay que estar en muy buena forma, pero si la vida sedentaria
de la ciudad os ha agarrotado las piernas, ponedlas a hacer ejercicio.
Entrenaos si hace falta (yo, pasivo desde hace años, estuve subiendo y bajando
las escaleras de mi casa, un quinto piso, durante los 4 meses previos), ya que
recordaréis esta experiencia durante toda vuestra vida. Es el trekking más impresionante
que he realizado. La “Isla Jardín” os trasladará al paraíso…
Cañón Waimea |
Tras bajarnos del avión de la Hawaian Airlines, recogimos
nuestro coche en la oficina de alquiler y condujimos nuestro Ford Focus hasta
el incomparable Cañón de Waimea. Lo cierto es que, a pesar de tenerlo marcado
en nuestra ruta como un “punto gordo”, hay que topárselo de frente para
conmoverse ante esta maravilla geológica. Como el Gran Cañón del Colorado, las
fotografías no le hacen justicia en absoluto. Cuando dejas el coche en el parking
y subes hasta el mirador, aparece un “holograma” de colores (verdes, rojizos,
ocres) que se asoman y se esconden en cada requiebro del serpenteante
desfiladero. Si pudiera extender más mi brazo, lo hubiera intentado tocar para
ver si era real. Esa es la sensación que nos dio. Tan enigmático y misterioso,
que hasta los animales parecen no resistirse a su magnetismo. Entre todos
ellos, os resultará curioso el moa (no
confundir con el avestruz gigante extinguido de Nueva Zelanda), el gallo autóctono de Kauai. A simple
vista, no difiere mucho de un gallo de granja, pero esta ave salvaje tiene sus
propias características, y una costumbre muy fea… canta las 24 horas del día.
Hay dos versiones que explican esta proliferación de pollos. Una, que en 1992
un devastador huracán los liberó de las granjas, y en libertad, a falta de
depredadores, se multiplicaron. Y otra, que los trabajadores de las
plantaciones de azúcar los trajeron a la isla como alimento (y para peleas), y
se escaparon. Sea como fuere, los hay pululando libremente por todas partes. Y
por supuesto, en Waimea también. Durante el recorrido por este espectacular
paisaje hay varias plataformas desde las que deleitarse con este prodigio de la
naturaleza. Quizás las panorámicas más espectaculares las toméis en el Waimea
Canyon Lookout y en el Puu O Kila Lookout. Eso sí, no os quedéis muy abstraídos
en uno sólo, porque todos os proporcionarán unos momentos de meditación e
introspección muy relajantes.
Waimea Plantation Cottagges |
Y así, aletargados por la belleza de Waimea, llegamos a nuestro alojamiento, el Waimea Plantation Cottagges. Una delicia de casita, rodeada de
palmeras, con un césped muy bien cuidado y con vistas al mar. El precio… 300
euros, pero nosotros la habíamos conseguido por 100 con los puntos de la
tarjeta Travel Club. Os vuelvo a recordar que los hoteles son caros y se agotan
pronto. El lugar es idílico. Es una casa colonial de antiguos azucareros, con
cocina, porche, servicio de café… Para compensar el precio (para nosotros 100
euros sigue siendo un lujo) decidimos ir al supermercado a comprar la cena y
preparárnosla en nuestra casa de campo. Pero antes de cocinar nos acercamos al
pueblo para visitar al explorador James Cook. Una estatua recuerda su
desembarco y últimos días de su vida en la isla. Os hablaré de él más tarde…
Cañón Waimea desde el Puu O Kila Lookout |
Amanecemos el segundo día en Kauai. Mi compañera (ella sí que está en forma) se acerca haciendo footing (o running, que ahora es el término de moda) hasta un antiguo fuerte ruso, del que apenas queda nada. El bonito camino de tierra roja te lleva hasta este vestigio del imperio ruso del siglo XIX. Además de Alaska, que vendieron a los americanos en 1867 (lo que se estarán arrepintiendo ahora), Rusia tuvo protectorados en Kauai a finales del siglo XIX, cuando las islas todavía no pertenecían a Estados Unidos. Hawái no estaba unida bajo una misma bandera, y a lo largo de las islas se repartían las tierras diferentes reyes. Kamehameha I, El Grande trató de formar una sola nación uniendo todas las islas bajo su reino. Tras varios intentos de tomar Kauai por la fuerza, el rey sometió a Kaumuali´i, que se convirtió en su vasallo para evitar más derramamiento de sangre. Pero la rendición del soberano de Kauai no iba a ser definitiva. Contactó con los rusos, que se habían asentado en la isla para favorecer la ruta comercial con Alaska, y les pidió ayuda para librarse del yugo de Kamehameha. Pero éste no permitió que sus dominios, que tanto tiempo y esfuerzo le habían costado unir, se descompusieran.
Iglesia de Anahola |
La mañana comenzaba en Hanapepe, el agradable pueblo que
inspiró a la factoría Disney para su película “Lilo y Stitch”. Koloa es otra
típica localidad azucarera que nos encantó. Hay una vieja tienda de 1900,
perfectamente conservada, que fue el antiguo Hotel Koloa, donde se atendía a
los comerciantes que venían a la ciudad.
Cascadas Wailua |
Iglesia de Wai´oli Hu´ia , Hanalei |
Nosotros nos dimos la vuelta… para planear la ruta. El
acercamiento hasta el comienzo de la senda era para tantear el terreno. En
Hanalei nos informamos sobre vuelos de helicópteros y descubrimos las
magníficas hamburguesas del Bubba Burguer, donde famosos personajes públicos
americanos las cataron mucho antes que nosotros. De vuelta pasamos por “El
gigante dormido”, una montaña con forma de hombre tumbado, y por Princeville,
un antiguo rancho convertido en zona hotelera de lujo, donde los turistas más
pudientes descansan en los alojamientos más exclusivos de las islas después de
darse un chapuzón. Nosotros nos conformamos con dormir en Aston Aloha Beach
Hotel de Wailua, que, aunque costaba 260 euros la noche, los puntitos Travel
nos lo dejaron en 42 euros (vaya chollo). Antes, compramos las provisiones para
el Kalalau Trail. Mi compañera sufre la sed de sangre de los mosquitos (bueno, “mosquitas”,
que son ellas las que pican), y le acribillan las piernas, que van aumentando
de volumen poco a poco. La fiebre hace acto de presencia… En vísperas de la
gran marcha, la salud nos jugaba una mala pasada…
Hanalei |
JAMES COOK
Suelo escribir este blog desde una mesa de madera en la que
tengo una bola del mundo antigua. Me gusta darle vueltas de vez en cuando para soñar
con visitar nuevos lugares… Y en este mapa que tantas y tantas veces he girado,
hay dibujados, además de unas viejas brújulas y varios veleros de época, los bustos de algunos de los navegantes y exploradores más famosos de la historia.
Peary, Magallanes, Vasco de Gama, Colón… y por supuesto, James Cook, que, en
medio del océano Pacífico, mira hacia las costas de Nueva Zelanda que tan
acertadamente cartografió.
Para la cultura anglosajona, Cook, fue el más grande
explorador de todos los tiempos. Y méritos no le faltaban. No sólo descubrió y
reclamó nuevos territorios para la corona británica, sino que también confeccionó
mapas tan precisos que incluso se utilizaron durante bien entrado el siglo XX,
200 años después de la época de Cook. Con la tecnología de la que
disponemos hoy en día, estos planos son increíblemente precisos si los
comparamos con los que nuestros satélites nos enseñan desde el espacio. Héroe
de guerra, también fue un excelente astrónomo, e incluso, posiblemente bajo la
influencia de los científicos que llevaba a bordo en sus expediciones, se
interesó profundamente por las ciencias naturales. Una vida tan apasionante como
solitaria la que llevó este carismático hombre…
Estatua de Cook en Waimea |
Cuando su familia se trasladó a la costa, empezó a trabajar
para un armador cuáquero, que sería, a la postre, clave en su disciplina sobre
los mares. Con 18 años, Cook, tímido y responsable, se embarcó en los robustos
y versátiles cargueros de carbón, con los que recorrió medio mundo conocido. Su
patrón le inculcó el orden, previniéndole sobre las prácticas sexuales y los
abusos del alcohol y el juego. El joven aprendiz no se desvió ni un centímetro
de sus obligaciones, y como premio a su trabajo y buen hacer, su tutor le
ofreció un puesto de capitán. Pero él tenía otras ambiciones. Prefirió entrar
como marinero raso en la armada británica, en la que dos años más tarde sería
ascendido al mismo puesto con el que le había tentado su jefe. Dotado de una
capacidad innata para la navegación y de un olfato extraordinario para oler nuevas tierras, Cook no sólo logró entrar en la marina
(algo en aquella época, como hoy en día, tremendamente difícil si no tenías
contactos), sino que, de forma fulgurante, logró su rango de oficial por
méritos propios, y no gracias a influyentes amistades.
Paseando por la playa de Kennington el día después de tomar
un fuerte francés, se topó con un hombre (Holland) en el arenal, que parecía
estar manejando un extraño instrumento. Se acercó a él y charlaron. El interés
de Cook por la alidada, precursora del teodolito, originó una fuerte amistad
entre aquellas dos personas al borde del mar. Se puede decir, que aquel momento
fue clave en la vida de Cook. Se convirtió en uno de los personajes más
célebres de la historia debido a un encuentro casual con un desconocido. Se dio
cuenta de que podría usar aquel artefacto en sus cartas marinas, y así fue como
perfeccionó los imprecisos y casi inservibles mapas de la época.
Su fama creció a medida que iba mapeando nuestro mundo. A
pesar de la grandeza que sostenían sus hombros, él siguió demostrando una
inusual modestia para un hombre de tanto éxito. La corona real le encomendó
tareas, pero una en especial iba a obsesionarle durante el resto de su vida. Europa
estaba sumergida en plena Ilustración y
los eruditos tenían ansia de conocimiento. El desarrollo de este movimiento
cultural e intelectual por parte de los políticos y la aristocracia de las
principales potencias del viejo continente, inspiró importantes investigaciones
y alentó innumerables expediciones, como en la que se vio envuelto Cook. El
tránsito de Venus por delante del Sol permitiría a los astrónomos conocer la
distancia de éste a la Tierra, y así guiar mejor a los marineros que se fiaban
de las indicaciones de los “vigilantes” del cosmos. Tal fenómeno tendría lugar
dentro de un año (y no volvería a repetirse hasta 100 después, de modo que no
habría una segunda oportunidad). Ésta era la misión oficial que le encargo el
almirantazgo a Cook (más tarde le desvelarían el auténtico propósito del
viaje). Y con este fin preparó su barco y su tripulación. Pero el verdadero
objetivo de aquella larga travesía era bien distinto…
Desde los mares del sur se oían cantos de sirena. Llegaban
rumores de la posible existencia de un súper continente en el que aguardaban
riquezas y prosperidad para aquel que lograra llegar hasta sus costas. Los
ingleses esperaban encontrar otro “El Dorado”, otra América que les permitiera
enriquecerse y convertirse en la primera potencia mundial como lo hizo el
“Nuevo mundo” para los españoles.
Con el Resolution navegó
por la Antártida en su segunda aventura. Ya había dado la vuelta al mundo. Con
seis hijos y esposa, apenas conocía a su familia. A muchos de sus vástagos no
les vio nacer, ni morir. Apartado temporalmente de la mar, no aguantó mucho
tiempo en tierra, y puso de nuevo rumbo a la Polinesia. Pero esta vez,
acompañado de otro barco, el Discovery, se
propuso atravesar el paso del noroeste. En su camino encontró unas islas
misteriosas en las que decidió parar para abastecerse. Para entonces, el
comprensivo y respetado capitán ya era un hombre más irascible e impaciente,
que generaba dudas entre su propia tripulación. Tal vez los fuertes dolores
intestinales y estomacales que sufría, y los largos periodos en alta mar
hicieron mella en su carácter. Y tal vez ese cambio en su personalidad le
originó una muerte tan absurda e injusta para un héroe de la época.
Los nativos que entraban en contacto con las expediciones de
Cook le recibían con los brazos abiertos. Excepto los aborígenes australianos,
más distantes y desconfiados del hombre blanco, los autóctonos polinesios
confraternizaron muy bien con los nuevos visitantes. Cook dejó por escrito la
alta estima y admiración que profesaba sobre todas estas tribus, a las que
incluso trató de proteger de las malas costumbres de sus hombres. Pero también
sabía que, con su llegada, traía numerosas enfermedades que estaban
diezmando a esta población.
Cook se abasteció y descansó durante tres semanas antes de
partir hacia el paso del noroeste, pero a los pocos días de navegación, el HMS Resolution rompió uno de sus
mástiles y tuvieron que regresar a Hawái. El recibimiento esta vez, no fue tan
hospitalario, y siguiendo con las dos versiones, los que defienden la de la
procedencia divina del gran navegante, afirman que su vuelta defraudó a los
hawaianos, que ya no estaban tan convencidos de su dios. Y la que apuesta por
la versión de la acogida a un “embajador”, dicen que los anfitriones agotaron
su paciencia y amistad con los ingleses debido a las posibles afrentas y malos
modales del hombre blanco. El propio Cook habría “despreciado” al jefe local
cuando éste, después de masticar durante un rato un trozo de carne de cerdo, se
la ofreció al capitán para que la cenase.
Tal vez eran dos mundos muy diferentes que necesitaban más
tiempo para entenderse. La cuestión es que, malos entendidos o desavenencias,
un día los hawaianos robaron un bote de Cook (el hurto era habitual por
aquellos lares), que no tuvo mejor idea que secuestrar al jefe de la tribu para
utilizarlo de rescate. Atravesaron Kahualua, el lugar sagrado, y le cogieron
como rehén. Los indígenas, visiblemente enojados, no perdonaron la doble
afrenta. No respetar su sitio sagrado y llevarse a su líder. Siguieron a los
ingleses hasta la playa, y éstos, sintiéndose amenazados, decidieron disparar
contra sus perseguidores, causando la muerte a uno de ellos. Encolerizados, los
nativos lanzaron una lluvia de piedras sobre los soldados, para a continuación
abalanzarse sobre ellos para luchar cuerpo a cuerpo. Cook acabó descuartizado
por los cuchillos de los hawaianos. Los miembros de su cuerpo fueron recogidos y
lanzados al mar. Ese océano que tan bien conocía y que tanta fama le dio. La
tripulación reconoció sus restos gracias a una peculiar cicatriz que tenía en
su mano izquierda.
Los dos barcos regresaron a Inglaterra, y Cook no pudo
despedirse de su mujer e hijos.