BUDAPEST
El segundo día de aquella Semana Santa en Budapest amanecía soleado y con un bonito cielo azul. La primera visita programada de la jornada iba a ser el Parlamento. Aunque el día anterior lo habíamos fotografiado desde todas las esquinas (lo merece), el interior de este delicado edificio merecía una visita. Mármol, granito y oro decoran las instancias de la sede de la Asamblea Nacional. En la Sala de la Cúpula, las figuras de los grandes reyes húngaros vigilan las joyas de la corona, que se custodian entre vitrinas. Bueno, esto es lo que podríamos haber visto… pero no vimos. ¿Por qué? Por “cobarde”… Cuando llegamos a la taquilla para sacar las entradas, ya se habían agotado para ese día (no lo habíamos previsto). Había una solución que nos iba a costar un poco más cara, pero de la que decidimos huir. Pensándolo ahora, pues resulta una solemne chorrada, pero yo soy excesivamente prudente (lo reconozco).